A sus 80 años de edad, el bailarín, coreógrafo y maestro, José Federico Castro Castillo, prolífico integrante del extinto Ballet Nacional de México, vive la danza intensamente, crea obra, dirige a su grupo Los Constructores Danza Contemporánea y divide sus horarios para enseñar a jóvenes bailarines en tres ciudades distintas: Puebla, Querétaro y el Distrito Federal.

Una vez al año, en el invierno, visita también La Habana, Cuba, donde es llamado anualmente para impartir clases de Metodología, Rectificación de la Técnica y Técnica para Grupos Avanzados. Desde hace tres décadas, ininterrumpidamente, acude a la cita con el país insular, ahí donde las nuevas promesas de bailarines, dice,  empiezan a forjarse a muy temprana edad, “nueve, 10 y 11 años, para estar listos a los 18, con un nivel y acondicionamiento físico, de primera, para bailar en cualquier compañía del mundo”.

La danza, explica, es una disciplina muy demandante, en la que a 63 años de haberse iniciado en ella, permanece activo y donde la docencia, constante en su prolífica trayectoria, despierta su vocación por la búsqueda de la excelencia.

“A mí me encanta estar con la gente joven y tratar de transmitir lo poco que sé o mis experiencias, y cuando hay respuesta, que afortunadamente la tengo, soy muy feliz. Me apasiona realmente la docencia porque hay resultados. Me gusta ver que tengo un grupo de gente que no tiene ni pies ni cabeza y, de repente, la transformación se logra”, explica con entusiasmo, quien es un protagonista excepcional en la historia de la danza moderna y contemporánea de México, ejemplo de preparación, disciplina y constancia.

El maestro formador de bailarines y generaciones de profesores especializados, José Federico Castro Castillo (Acolman, Estado de México, 1933), participa en el Diplomado de Actualización Profesional en Danza Contemporánea, del Programa Creadores en los Estados, a cargo de la Dirección General de Vinculación Cultural del Conaculta,  e imparte el módulo Antecedentes y Propuestas de la Coreografía Contemporánea en el estado de Tabasco.

Figura  paradigmática de la danza moderna-danza contemporánea mexicana y uno de los principales pioneros en nuestro país de la técnica Graham, destaca: fue muy importante el cambio de danza moderna a danza contemporánea, tuve la suerte de que me haya tocado, porque el cambio a danza contemporánea se da cuando se tiene conciencia de que hay una técnica en la formación y entonces el resultado es mucho más brillante y hay menos accidentes. “A mí me tocó el ¡baja más!, ¡baja más!, yo no podía, sentía que me rompía, y cuando descubrí Graham, solita la técnica me fue dando la posibilidad de moverme”.

El lenguaje de la danza moderna, rememora,  era un poco la inspiración, se hacían cosas costumbristas, muy lindas unas obras, por supuesto. Pero el cambio, señala, dio una apertura, “utilizamos la técnica como un medio para poder tener un cuerpo entrenado y entonces, con el instrumento afinado, poder decir, lo que nosotros queríamos como bailarines y coreógrafos”. Por eso, agrega, “me gusta enseñar, para que la gente entienda y comprenda qué está haciendo y cómo usar su cuerpo”. 

Alimenta su incansable espíritu también con otro de sus talentos: la creación. “Me gusta ser coreógrafo creador. Me apasiona meterme en el túnel de la composición y encontrar la luz”, pero siempre hay riesgo, en el compromiso de dar a luz a un hijo y uno que sea maravilloso, prendido, abierto e inteligente, dice.

El autor de más de 40 coreografías para la emblemática compañía de Ballet Nacional, cita algunas de sus piezas entrañables: Metamorfosis (1984), Acuariamántima (1975), Trifásico (1977), La Vida Genera DanzaLos Constructores (1989) y El tronco de la danza, en homenaje a Guillermina Bravo, una mujer a la que describe con “mucha pasión, muy creativa, muy talentosa, con producciones extraordinarias y con calidades de veras, de una estrella”.

Entre sus obras más recientes se encuentran ¿Y qué, con la vida?, con personajes ausentes. Y hace un par de años se propuso crear varios solos, cuatro de ellos ya terminados: AñoranzaEl AlebrijeCuatro Elementos y Estudio sobre un Narciso. Los otros dos aún en proceso de creación: Jugando con Márquez, inspirado en el Danzón No. 2 del compositor mexicano y una danza sobre la angustia titulada Estudio sobre la Depresión.

“Desde muy chico me gustó la danza”, explica, pero cuando descubrió la danza moderna y la contemporánea, se dijo a sí mismo, “esto es lo que yo quiero bailar y eso fue a los 17 años de edad. Se tiene que empezar más chico. Yo empecé no tan chico. Yo estaba en la Normal, porque soy maestro de escuela primaria. Ahí, formé un grupo, sin saber qué responsabilidad asumía yo, y entonces cuando me di cuenta, me fui a estudiar. Entré a Ballet Nacional y de ahí no me sacó nadie, desde fines de 1952 hasta el 2003”.

Más de 50 años consagrado a la emblemática compañía, a la que contribuyó en su reconstrucción en  tres ocasiones (después de la separación de sus integrantes en etapas diferentes de su historia) y a pesar de aquella dolorosa despedida, al final le ganaron los muchos momentos con Guillermina y provocó el reencuentro:   “te vengo a felicitar y a decirte que te quiero mucho y que siempre te querré y que te deseo lo mejor, en toda la vida”, dijo frente a ella, que estaba sentada en su palco, en Bellas Artes, en su noche de homenaje por sus 90 años. Ella, no dijo nada, pero él sabe, de buena fuente, que eso le agradó.

El grupo, que lleva por nombre el título de una de sus danzas memorables, Los Constructores, integrado por bailarines del estado de Puebla que él mismo formó en la Escuela de Artes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, nació en agosto de 2006, primero como Proyecto Universitario Puebla Danza Contemporánea y a partir de septiembre de 2011 tomó su nombre actual. Lo creó para impulsar el desarrollo  de la danza contemporánea en la entidad  y formar nuevas generaciones.

Hoy aspira a lograr el apoyo estatal para poder consolidarlo, ya que formar una escuela requeriría tiempo, por los menos una década, y a pesar de su lucidez, de su capacidad para hacer clase todos los días y manejar cada semana a Querétaro y a Puebla, dice: “ ya no tengo edad para sacar una escuela maravillosa”, porque no se visualiza llegando a los 90 “ya no llego”, afirma, “Guillermina sí, llegó a los 93, Graham a los 96, pero son garbanzos de a libra”. Además “yo no quiero hacer escuela, lo que quiero es que salgan maestros para trabajar, bailarines para trabajar y que hagan las compañías”.

En México, explica, “tenemos una cultura dancística y muchísima herencia, pero antes de entrar el siglo XXI entró la danza en un proceso de transición de concepción estética, en el que continúa actualmente”. Observa que hoy “los jóvenes no quieren hacer carrera dancística, sino aprender algo y lanzarse a descubrir el mundo por sí mismos y entonces caen en una repetición constante y en clichés. Yo soy muy disciplinado y voy a todas las funciones que puedo y a veces digo ¿qué pasa?, otra danza, con distinta música y otro vestuario, y casi lo mismo. Yo estoy haciendo otra cosa, a lo mejor es más malo, pero es diferente”, dice.

Desde su punto de vista, la danza actualmente necesita dos técnicas formativas, que  considera deben ser clásico y Graham. Ambas, para mucha gente que se ha entrenado en otras  técnicas o estilos, creen que “pasaron de moda, pero son formativas. Se puede llegar a bailar muy bien si se tienen cualidades físicas, pero el bailarín durará más moviéndose, sin ningún riesgo de lesión, si tiene un cuerpo entrenado”.

Información: AV

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