Señor Iván Gabriel Aguilera Salas,

Señora Simona Hackman de Aguilera,

Señor Jesús Salas

A nombre del Gobierno de la República, agradecemos a todos ustedes su emotiva y respetuosa respuesta a esta ceremonia que el Presidente de México ofreció, con las puertas abiertas del Palacio de Bellas Artes, en memoria de Juan Gabriel.

La presencia de las más de 700 mil personas que rindieron homenaje a Juan Gabriel, que ingresaron al Palacio o que se concentraron en las calles aledañas, nos habla de una identidad profunda, nos habla de México.

Porque la cultura es comunidad. En ella se forman y de ella brotan valores, tradiciones, costumbres, memoria histórica.

La cultura nos da continuidad y significado, identidad y patrimonio. La cultura nos da vida porque en sus raíces está la eterna lucha contra la muerte.

Estos días México entero se ha volcado para honrar a uno de sus grandes exponentes de la música popular. El Palacio de Bellas Artes ha vivido, junto a la gente, días históricos, horas marcadas por la convivencia y la unidad ante la imagen de un creador cultural que hermanó a los mexicanos.

Agradecemos a todos los grupos y solistas que generosamente nos han acompañado como un gesto de amor a Juan Gabriel y a la gente. 

Nos hemos dado cita para decir adiós a Juan Gabriel, un artista que dio al repertorio musical de nuestro país nuevos motivos para cantar, para reunirnos alrededor de los rasgos que nos definen y con los que construimos una cultura de tradiciones y moderna, mexicana y universal.

Un artista que recreó un país musical que se llama México.

Revivir los conciertos de Juan Gabriel nos confirma que sus canciones conjugan sentimientos y valores que nos caracterizan.

Heredero de las grandes voces populares del país, Juan Gabriel le cantó a las personas cara a cara, le entregó sus canciones en auditorios multutudinarios y en plazas públicas.

Son símbolos de identidad múltiple que se transforman con el tiempo para darle materia al canto con el que, continuamente, nos resignificamos.

Desde sus inicios como intérprete y compositor hasta la última de sus canciones, Juan Gabriel fue siempre un continuador fiel de nuestra tradición musical.

Absorbió también de manera natural la herencia creativa de José Alfredo Jiménez, de Tomás Méndez, de Cuco Sánchez, y de muchos de nuestros grandes compositores que a su vez aprendieron de la tradición popular anónima, y que hicieron del canto una expresión colectiva con la que asumimos y asimilamos la vida, con sus dolores y sus alegrías.

La mayor influencia de Juan Gabriel fue, sin duda, Juan Gabriel mismo.

Le cantó al amor filial, a la pasión amorosa, al desgarramiento, a la ausencia, a la fiesta y, sobre todo, a México.

Orgulloso de su patria, se convirtió también con sus canciones en referencia personal e íntima.

Supo escribir con palabras sencillas y parecía que creaba una canción para cada uno de nosotros. Y con cientos de canciones le cantó a México.

Juan Gabriel ocupa un lugar especial en el corazón, la historia y la cultura de México.

Así lo hizo en vida, cuando ofreció aquí, en distintos momentos, conciertos que son parte de la memoria cultural de este recinto.

Se une a otras voces y a otras presencias indispensables para la cultura, como Pedro Infante y Tito Guízar que, en 1944, cantaron aquí, junto con el Mariachi Vargas, en honor a la recién fallecida Lucha Reyes.

Se une a Lola Beltrán, que ofreció en el Palacio de Bellas Artes un memorable concierto y a quien, también aquí, se le rindió un homenaje de cuerpo presente.

Lo mismo que a “Tata Nacho”, a Manuel Esperón, a Agustín Lara, a “Cantinflas” y a María Félix, entre muchas más de las personalidades de nuestra cultura popular.

El recuerdo y el talento de los artistas que han expresado la creación mayor de México y del mundo están ligados al Palacio de Bellas Artes.

Podemos decir que los últimos 80 años de las artes mexicanas y universales caben en la memoria del Palacio de Bellas Artes: parte central de nuestra biografía cultural, ventana al mundo, escenario de la creación y la riqueza artística de nuestro país.

México tiene múltiples figuras que conforman el imaginario popular y que le dan a la cultura una profundidad distinta, cercana porque nos identifica, íntima porque nos pertenece.

Son ejemplos de creatividad y genio donde está parte de lo que somos y de lo que nos proyecta al futuro. Figuras que se convierten en emblemas y que, como Juan Gabriel, no nos abandonarán nunca.

Sus canciones incorporaron al sentimiento los múltiples ríos que mantienen fresca la tradición vernácula.

En su obra se respira la música ranchera, el bolero, el son, el cante jondo, la tradición latinoamericana, la música del campo y de la ciudad.

Están ahí las muchas fuentes que hacen posible la rica diversidad que distingue el patrimonio cultural de México. Eso lo vuelve universal y eso es lo que le ha dado el lugar privilegiado que ocupa en el corazón de la gente. Esa gente que se ha dado cita, en estas horas, como ríos de gratitud para su trovador.

Su muerte deja a México con una profunda tristeza que encuentra consuelo en el inmenso agradecimiento de nuestras generaciones por su legado. En la conjunción a que nos llama a todos la canción, la música, la cultura. 

Aquí, en la Sala de Conciertos del Palacio, Juan Gabriel dijo en 1998: “Yo no quiero verles tristes, yo quiero verles alegres […]. Quiero que canten y bailen, porque así estoy a su lado”. Y eso ha sido esta despedida, una celebración cultural de todos en torno a Juan Gabriel.

Ha sido una fiesta respetuosa en homenaje a los hacedores de la cultura, donde nos reunimos miles de personas para decirle adiós a Juan Gabriel y agradecerle siempre por su música.

Aquí, en el Palacio de Bellas Artes, Juan Gabriel vivió uno de los capítulos más importantes de su vida artística. Aquí, en este recinto, casa de la cultura de México, le decimos adiós, le decimos gracias. 

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