Hubo una época en la que era habitual encontrarse en las estanterías con un nuevo libro de Rius. Podías comprarlo o no, podría interesarte o no; lo importante era constatar que Rius seguía ahí, dando la lata con sus monos, haciéndonos a todos principiantes en nuevos temas.

De formación autodidacta pero con una curiosidad voraz, lector empedernido y eterno preguntón, Eduardo del Río, Rius, dijo de sí mismo que era un pésimo dibujante, pero se equivocaba. Sus trazos son burdos sólo en apariencia. Detrás de la sencillez se encuentra una extraordinaria capacidad de observación y en consecuencia un gran trabajo de síntesis.

Una mirada acuciosa y detenida a sus dibujos y collages es lo que propone esta exposición.