Benito es un niño sicario de 14 años, que lo mismo puede secuestrar que matar a alguien o hacerlo pedazos para después llegar tranquilamente a su casa, prender la televisión y ponerse a ver su caricatura favorita, Dragon Ball.

Sí, es desalmado, y sí, también es resultado de un sistema marcado por la violencia.

Se trata de una puesta en escena que combina el arte marcial (Wushu Kung Fu) y el arte teatral para dar vida a un adolescente, que ha pasado toda su infancia en una célula delictiva, retratando a una generación de jóvenes que crecieron rodeados de narcotráfico, drogadicción y asesinatos, viendo a su vez en televisión a Gokú.

¿Dónde queda nuestra compasión por un pequeño, cuando lo vemos convertido en un asesino?