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Identidad y globalización

José Antonio Mac Gregor

Latinoamérica vive intensos procesos culturales como parte del fenómeno globalizador de las economías que, al homogeneizar patrones de consumo, afecta a las culturas locales (principalmente a las populares e indígenas), así como a los mecanismos a través de los cuales los portadores de estas culturas construyen, modifican y redefinen sus propias identidades.
Hopenhayn afirma que “no hay identidades que resistan en estado puro más de unas horas ante la fuerza de estímulos que provienen de todos los rincones del planeta”.1 Para Nelly Arenas “La globalización aparece como el hogar inevitable, esa gran residencia donde habitamos todos.”2 La globalización rompe límites nacionales —cualquiera sea el grado de desarrollo del país en cuestión— echa sus raíces en todos los lugares, y ahonda las diferencias de clase.
La globalización no desaparece a las identidades locales, pues si las homogeneiza al mismo tiempo exacerba lo que se ha denominado “dinámica autoidentificadora”, que se expresa en el estallido de nacionalismos y en la revitalización de pueblos indios y otros grupos sociales que encuentran en esa identificación una afirmación local, ya que necesitan raíces en una sociedad cada vez más transnacionalizada: requieren un sitio donde todo les resulte familiar, es decir, un sentido de pertenencia.
Carlos Fuentes define la identidad, como lo que “somos ahora mismo”. Al pasado no hay que perseguirlo: éste nos busca cuando lo requerimos y lo hace como memoria colectiva ordenada y legitimada, entendible, actualizada y profética. El mismo Carlos Fuentes afirmaba en una entrevista periodística: “México sabe que no hay un ya fuimos; hay un estamos siendo, vamos a ser, porque seguimos siendo cuanto hemos sido.”
Para Fernando Calderón “América Latina vive tiempos culturales truncos y mixtos de premodernidad, modernidad y posmodernidad.”3 Quizá sea gracias a esta convivencia que la personalidad cultural de nuestra región, además de múltiple, sea ambigua amén de metamorfósica, y nuestra identidad, en sus diversos espacios y tiempos, sea varias identidades, de tal modo que podamos encontrar en nosotros varios “yo profundos”.
La identidad cultural es sentido de pertenencia y diferenciación que se construye en las prácticas cotidianas y rituales de una comunidad, creando, reproduciendo y transformando una producción simbólica a través de dos grandes bloques: la acción social y los procesos de significación, actos y discursos que se desarrollan a través de la praxis entendida, a la manera de Paulo Freire, como el proceso permanente de reflexión y acción que los hombres realizan sobre el mundo para comprenderlo y transformarlo.4
Si bien el sentido de pertenencia permite al hombre su identificación como parte de algo y de alguien que se construye históricamente con un nombre y apellido, con domicilio en una comunidad y una nación específica, el sentido de la diferencia permite “observar en otro su forma y oponerla a la propia, fenómeno en que surge la imagen de lo distinto, de lo ajeno y, no necesariamente por consecuencia inmediata, la idea de sí mismo”.5
Así, cada persona se define a partir de una relación con otro, con esa “otredad” o “alteridad” que le permite ser diferente. El concepto de cultura está unido a las nociones de “identidad y alteridad y también tiene una raíz profunda en la configuración del sentido”. Cultura es el campo del sentido y, “como toda acción humana y su representación semiótica son componentes del sentido, todo lo humano es cultura. Una perspectiva totalizadora.”6
La cultura tiene una vocación universalizadora y concentra en su seno el proyecto humano, porque desde la cultura se comprende, se ordena lo humano. Más allá de la cultura se une “lo limitado con lo que no tiene límite humano”. En la cultura “está el aprendizaje de sí mismo en su relación vocacional con lo que incluye y rebasa, lo otro, lo más que humano.”7
La identidad, sus procesos de construcción y sus diversos objetivos, tienen indudablemente un papel de extraordinaria relevancia en la construcción de lo político, vale decir, en la construcción de las hegemonías.
Para comprender los nuevos fenómenos identitarios ya no es suficiente afirmar que la información es poder, sino entender que hoy por hoy lo que determina el poder es la velocidad, porque la sociedad se reconstituye a partir de este nuevo vector. “El que posee la velocidad gobierna con ella.”8
Según Lechner, estos nuevos ejes sobre los que se mueve hoy lo real modifican la noción del tiempo, derrumbándose su estructuración histórica. Si en la modernidad el tiempo marcaba un desarrollo donde pasado, presente y futuro eran distintos pero encadenados, y en el presente podían leerse los signos del futuro, ahora la distribución entre pasado, presente y futuro se diluye: las experiencias del pasado son cada vez menos útiles y no hay modos confiables de pensar el futuro. Vivimos en un presente que lo succiona todo, un “presente omnipresente”.9
Una cultura globalizada que embiste a lo local con afanes hegemónicos y lo local que se resiste a desaparecer mediante mecanismos de sobreviven-cia y, a veces, de embate movilizador reivindicativo, producen una ambigüedad en los modelos identitarios, “en virtud de que la gente quiere acentuar sus valores locales al mismo tiempo que compartir los estilos y valores globales”. De ahí que pueda hablarse de una “universalización de los particularismos”
o de la “valorización global de las identidades particulares”.10
Si ya era obsoleto el afán que pretendía eliminar las formas tradicionales de expresión cultural para avanzar hacia la modernidad, igualmente absurda resulta ahora la ingenua aspiración de “conservar” o “preservar” las culturas tradicionales intentando valorarlas en la dinámica nacional como lo “propio” o “auténtico”. Ese culto al pasado, a las “raíces” como el lugar donde reside la verdadera identidad nacional, poco favor le hace a los portado-
res de las culturas tradicionales condenadas, bajo estos planteamientos, a quedar reducidas a estereotipos que asfixiarían hasta el exterminio no sólo su potencial transformador, sino incluso los mismos procesos de reproducción de lo tradicional.
Podemos entender lo “propio” como lo hacía Guillermo Bonfil, es decir, como la capacidad de un pueblo para decidir sobre su “cultura propia”, que se constituye por la suma de elementos “autónomos” (originados por el mismo pueblo), más aquellos que denomina “apropiados” (que se producen fuera del pueblo, pero que éste incorpora dinámicamente a su vida cotidiana decidiendo sobre ellos. Un ejemplo de ello es el manejo que ya hacen varias organizaciones indígenas de complejos sistemas de informática, incluido por supuesto el uso del internet.)
Néstor García Canclini explica que al constituirse no sólo en relación con un territorio, sino también en conexión con redes internacionales de mensajes y bienes, la definición de identidad

no debe ser únicamente socio-espacial, sino socio-comunicacional. Por lo tanto, tendrá que articular los referentes locales, nacionales y también de las culturas post-nacionales que reestructuran las marcas locales o regionales establecidas a partir de experiencias territoriales distintas. La identidad se conforma tanto mediante el arraigo en el territorio que se habita, como mediante la participación en redes comunicacionales deslocalizadas.11
Esta necesaria reconstrucción del concepto de identidad, o deconstrucción de lo viejo, se fundamenta en cuatro cambios conceptuales: a) el carácter históricamente constituido y por lo tanto no sustancialista de las identidades; b) el papel de los componentes imaginarios en la constitución de las identidades étnicas y nacionales, así como en la caracterización de las diferencias con otras etnias
y naciones a partir de lo cual la identidad no sería la expresión natural en que se viven; c) la composición multicultural e híbrida de las identidades particulares de cada nación o etnia; y d) el creciente rol de los condicionantes transnacionales en la constitución de nuevas identidades y la disminución de los condicionan-
tes territoriales y raciales de las identidades étnicas y tradicionales.12

O como enunciaba Nelly Arenas la modernidad debe ser leída de otro modo en América Latina. “La lectura que de ella se haga deberá dar cuenta de nuestras mezclas y tiempos.” Quizá —continúa— ella sirva para reafirmar nuestras posibilidades “desde nosotros mismos (y no desde el Occidente, desde donde siempre nos veíamos)” sin desdeñar lo que de afuera nos viene, sin prejuicios. “Quizá en esa mezcla resida nuestra capacidad inclusiva no expedita en otras culturas.”13
Las actuales condiciones de globalización no sólo generan la homogeneización y desaparición de lo local en aspectos tan profundamente arraigados como lenguas indígenas, tradiciones, valores, rituales, formas de organización, prácticas sociales y recursos naturales, que permitían la reproducción de culturas ancestrales que inevitablemente han desaparecido.
También ofrecen posibilidades no imaginables para desarrollar la “cultura propia” aprovechando lo mejor de la modernidad, utilizando todas las vías para una más rápida y mejor comunicación a través de mecanismos de resistencia que puedan arraigar en espacios propios o que, incluso, trasciendan el ámbito territorial vinculando las reivindicaciones de carácter local con dinámicas más amplias; diversas organizaciones indígenas, ecologistas, de género y defensa de los derechos humanos ya han dado de qué hablar en materia de “mundialización” de procesos solidarios.
Hoy y como respuesta a la globalización, crece entre los pueblos una necesidad de autoafirmación de sus identidades que lucha por preservar, conservar y recuperar aquellos elementos simbólicos de su ayer que les sirven para entenderse en una recuperación que sólo a ellos les corresponde decidir y realizar a través de experiencias colectivas y autogestivas.
En esa lucha también han aprendido a incorporar múltiples elementos externos que han hecho convivir con los suyos a pesar de las condiciones de desigualdad que acentúa la injusta distribución de condiciones para desarrollarse. En suma, las “identidades acechadas” sufren derrotas y pérdidas culturales; eliminan, adaptan y recuperan, imitan, innovan y desarrollan nuevas alternativas y opciones para crecer.
Surgen día a día y por todo el país proyectos culturales que pugnan por un modo de vida que, sin regresar al pasado, retome de su memoria colectiva lecciones, orgullo y fortaleza; que sin despreciar la modernidad la haga capaz de actualizar y refuncionalizar distintos aspectos de su cotidianeidad, vinculándose a fondo con sus comunidades sin desatender lo que sucede en otros territorios.
Manuel Castells afirma que

la globalización ha venido, nadie sabe cómo ha sido, y ha venido para quedarse. Salvo que haya un improbable retorno a comunidades autosuficientes no podemos escapar a su lógica, inscrita en las redes informáticas que arquitecturan nuestras vidas. No hay otro remedio que navegar en las encrespadas aguas globales, aprendiendo a sortear sus torbellinos y a aprovechar sus vientos... Para esa navegación es ineludible e indispensable contar con una brújula y un ancla. La brújula: educación, información y conocimiento, tanto a nivel individual como colectivo. El ancla: nuestras identidades. Saber quiénes somos y de dónde venimos para no perdernos a donde vamos.14

Concluyo con el fragmento de una poesía de Guillermo Velázquez, trovador campesino de la Sierra de Xichú, Guanajuato, que en México, junto con otros muchos otros trovadores, sigue preservando la tradición de la “décima” con sus antiguas estructuras poéticas y nuevos contenidos que actualizan su visión del mundo y de la vida: tradición actualizada e identidad en el cambio jugando de lo local a lo global y viceversa:

Soy trovador juglar, soy trashumante
de fin de siglo en México el país
que ríe como elote de maíz
y muere bajo el sol como un danzante...
casado por la iglesia y con su amante
a nancas del caballo en estampida
hacia donde lo bíblico se olvida
y desmiente el folclor de panza y boca
un kentucky fried chicken y una coca...

Pertenezco a este siglo claroscuro
y entre iconografías que se me apilan
soy hijo de John Lennon y Bob Dylan,
de la pirecua el son y el rock más duro;
de mi abuelo en la mina y del carburo
soy flama persistente, veta hundida
soy zapatista en Chiapas y escondida
hay una foto en mí —¡qué maravilla!—
con Marcos entre “El Santo” y Pancho Villa...

Soy huapanguero —¡amén!— y no me apena
el sombrero y la quinta decimista
pero no soy “un folk” oscurantista:
puedo jugar nintendo y matatena...
yo les toco “el querreque” y “la azucena”
o “like rolling stone” (mi preferida)
cuanto se junta en mí tiene cabida:
luna y sol, dios y diablo, risa y llanto
porque yo mismo soy ¡fiesta y quebranto!

La identidad es pertenencia fundamental a un grupo, familia o comunidad que todo individuo requiere para tener garantizado el acceso a condiciones no sólo de sobrevivencia, que la naturaleza animal le exige, sino también de crecimiento humano y sentido de vida; es proceso histórico en construcción que crea socialmente cada individuo, en una retroalimentación permanente del vínculo indisoluble colectivo-individuo, que podrá vivir momentos de crisis o fortaleza, de negación o autoafirmación, de pasividad o crítica actuación, pero nunca desaparece ni se destruye, sólo se transforma, ante el reto de darle vigencia a la vida para seguir siendo.

Bibliografía

Arenas, N., “Globalización e identidad latinoamericana”, en Revista Nueva Sociedad (#147), Venezuela, enero-febrero de 1997.
Bonfil Batalla, G. et. al., La cultura popular, Premiá Editores / La red de Jonás, México (4ª edición), 1984.
Calderón, F., “América Latina, identidad y tiempos mixtos o cómo tratar de pensar la modernidad sin dejar de ser indios”, en David y Goliath (#52), Clacso, Buenos Aires, 1997.
Castells M. “La insidiosa globalización”, en el diario El País (Opinión), Madrid, 29 de julio de 1997.
Conaculta, Seminario de Gestión Cultural, Conaculta, México, 1998.
Drucker, P. La sociedad post-capitalista, Norma. Bogotá, 1994.
Freire, P. La pedagogía del oprimido, Siglo XXI Editores, México, 1970.
Fuentes, C., El espejo enterrado, FCE, México, 1992.
Galindo, J. Sabor a ti. Metodología cualitativa en investigación social, Universidad Veracruzana,
Veracruz, 1997.
García Canclini, N., “Cultura y sociedad. Homogeneización y pluralidad cultural. Universalismos y particularismos”, en Fermentun (#6-7), Caracas, 1994.
García Canclini, N., “Identidad cultural frente a los procesos de globalización y regionalización: México y el TLC de América del Norte”, en C. Moneta y C. Quenan (Comps), Las reglas del juego. América Latina. Globalización y regionalismo, Corregidor, Buenos Aires, 1994.
García Canclini, N., El futuro de las sociedades multiculturales, Naciones Unidas - Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, Costa Rica, 1994.
Hopenhayn, Martín, Ni apocalípticos ni integrados, aventuras de la modernidad en América Latina, FCE, Santiago de Chile, 1994.
Lechner, N. “Reestructuración de los mapas políticos”, Conferencia dictada en el XX Congreso de ALAS, México, 1995.
Nederven, J. “Globalization as Hybridization”, en International Sociology (#9/2), 1994.
Ortiz, R. “Cultura, modernidad e identidades” en Nueva Sociedad (#137), 1995.
Prigogine, Ilya, El nacimiento del tiempo, Tusquets, Barcelona, 1993.
Virilio, P., “Política de la desaparición”, en Letra Internacional (#39), 1995.

 

 

 

 

 

PRESENTACIÓN
SE ABRE EL TELÓN: PALABRAS INICIALES
Miguel Alonso Reyes
David Eduardo Rivera
PRIMER ACTO: PATRIMONIO, GESTIÓN Y POLÍTICA CULTURAL
Patrimonio cultural intangible y desarrollo en el México megadiverso
(Conferencia magistral)
José N. Iturriaga

La gestión cultural y la contrucción de poder. El mundo en gestión
(Conferencia magistral)
Héctor Ariel Olmos
Ricardo Santillán Güemes

Hacia un modelo democrático de política cultural
Eudoro Fonseca

SEGUNDO ACTO: LA CULTURA EN EL DESARROLLO INTEGRAL
La promoción y gestión cultural en la perspectiva de la dimensión cultural del desarrollo
Adrián Marcelli

Gestión cultural y desarrollo socioeconómico: asuntos transversales de la sostenibilidad
(Conferencia magistral)
Winston Licona Calpe

Políticas culturales públicas urbanas en América Latina
Liliana López Borbón

Identidad cultural
Carlos de la Mora

Identidad y globalización
José Antonio Mac Gregor

Arte y consumo artístico
Othón Téllez

TERCER ACTO: CAPACITACIÓN DE PROPMOTORES Y GESTORES CULTURALES
Capacitación y formación
Clara Mónica Zapata J.

Uso y desuso del patrimonio cultural. Retos para la inclusión social en la Ciudad de México
Ana Rosas Mantecón

Un vistazo al Sistema Nacional de Capacitación y Profesionalización de Promotores y Gestores Culturales de México

Intención educativa de promotores y gestores culturales
Alfonso Hernández Barba

Taller de mercadotecnia cultural (reseña)
Ana Lucía Recamán M.

Promoción de la lectura y la escritura
Ana Rosa Díaz Aguilar

Educación, conocimiento y convivencia
Salvador Aburto M.

Desarrollo humano y cultura: una visión humanista de la diversidad
María Elena Figueroa Díaz

CUARTO ACTO: COMUNIDADES EMERGENTES Y CIBERCULTURA
Ambientes culturales y mundos mediáticos
Héctor Gómez Vargas

Fuentes conceptuales de la cibercultura
Jesús Galindo Cáceres

SE CIERRA EL TELÓN: DISCURSO DE CLAUSURA (Fragmento)
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