PRESENTACIÓN
En las últimas dos décadas el turismo ha crecido a un ritmo acelerado a nivel mundial. Frente a esto, es ineludible revisar sus efectos positivos y negativos de carácter ambiental, social y cultural. Sin duda, la actividad turística ha impulsado una importante generación de empleos, pero, a la vez, el modelo masivo impulsado en el siglo xx se ha convertido en una amenaza a la preservación del patrimonio cultural.
Los sitios con patrimonio cultural —sea arqueológico, histórico o intangible— muchas veces se ven afectados cuando el turismo se ejerce de manera irresponsable; pero, son más vulnerables cuando se carece o no se respetan los reglamentos de imagen urbana, de usos de suelo, cuando no se realizan planes de desarrollo urbano que consideren la conservación del patrimonio como eje para el desarrollo.
Lo anterior demuestra que es necesaria la articulación de políticas públicas entre los distintos niveles de gobierno y entre diversas dependencias con el fin de preservar el patrimonio cultural y su entorno local. Es en ese entorno donde más impacta el turismo y donde, además, puede significar un factor de beneficio local. En pocas palabras, se debe repensar el ejercicio del turismo para establecer planes específicos acordes con las características del patrimonio que se visita y de las culturas anfitrionas.
El turismo es una actividad esencialmente cultural y, también, es una acción social. Toda actividad turística significa el conocimiento de “otros”, sean pueblos, comunidades, naciones o culturas. Por eso, la forma de abordar las políticas del turismo en el siglo xxi implica la formación de profesionales del turismo con un fuerte enfoque social y cultural, incluyendo el enfoque económico o técnico.
Abordar el turismo como “industria sin chimeneas”, no debe perder de vista que sus fundamentos son esencialmente culturales y sociales, lo cual nos permite entenderlo desde la perspectiva de las industrias culturales. En torno al turismo existe una oferta cultural considerable, generadora del consumo de productos y servicios culturales. Si las industrias culturales en México generan el 7.3 por ciento del pib,1 imaginemos los beneficios del turismo cultural sustentable.
El turismo, entendido como industria cultural, deberá definir la manera de diseñar políticas públicas y programas de gobierno en las economías del siglo xxi; pero también, deberá definir modelos de desarrollo comunitario, con un enfoque de impulso a la diversidad cultural y al cuidado del medio ambiente.
Es momento de que las instituciones académicas de América Latina profundicen en el tema del turismo como un hecho de la cultura y se establezca que el vínculo entre el turismo y el patrimonio cultural es un elemento de primera importancia en las políticas culturales de la región. Se trata de apostar a una manera distinta de ver a esta actividad: como una vía para dinamizar, poner en valor y proteger al patrimonio cultural local.
Es pertinente subrayar que no se pretende la comercialización
del patrimonio cultural, sino de identificar y promover los usos sociales del mismo. La propia unesco en sus programas ha dejado de entender al patrimonio únicamente como objeto al que se debe tener en celosa protección para su conservación y ha ampliando su enfoque del patrimonio como un recurso transversal en el desarrollo; como un bien subordinado a la necesidad de elaborar líneas estratégicas capaces de alcanzar fines más altos: la mejora de la calidad de vida de los pueblos, la preservación del medio ambiente, la equidad y la paz.
El nuevo siglo plantea otras formas de ejercer el turismo considerando la diversidad cultural y la autenticidad de los pueblos. El turismo cultural se distingue por la interacción y la experiencia de aprendizaje sobre otras culturas. En ese sentido, las amenazas hacia la preservación del patrimonio cultural no provienen del turismo en sí, sino de la ausencia o falta de aplicación de reglamentos y planes de manejo para la canalización del turismo y sus beneficios.
Los países latinoamericanos compartimos el reto de diseñar estrategias regionales donde los diversos niveles de gobierno participen en la tarea de identificar riesgos y proponer maneras de ejercer el turismo desde una perspectiva adecuada a las características de las poblaciones locales y su patrimonio. Compartimos, también, el desafío de generar indicadores desde las perspectivas económica, social y cultural, para evaluar la capacidad de carga de los sitios culturales y el impacto del turismo en pueblos, comunidades y ciudades. El contexto latinoamericano nos plantea una visión de conjunto sobre el ejercicio del turismo y el reto de incorporar la preservación del patrimonio tangible e intangible y su salvaguarda en los planes del desarrollo local.
El presente número de Cuadernos del Patrimonio Cultural y Turismo, es el reflejo del Seminario de Políticas Públicas y Turismo Cultural: siglo XXI, que se llevó a cabo los días 4 y 5 de septiembre del 2012 en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Su propósito es profundizar en el análisis de la conformación de nuevas perspectivas sobre el turismo cultural y el desarrollo sustentable para nuestros países. Es una oportunidad de intercambiar experiencias para fortalecer nuestros mejores propósitos de desarrollo con base en el turismo cultural.
Antropóloga
Tania Carrasco Vargas
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