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01 de febrero de 2011
 El Fondo Bibliográfico José Luis Martínez posee la más amplia colección de literatura, cultura e historia de México
Comunicado No. 191

***El acervo contiene además libros antiguos y objetos personales del historiador y bibliófilo

***Su pasión fue conservar el legado literario para las nuevas generaciones lectoras: Krauze

El pasado 19 de enero fue inaugurado el Fondo Bibliográfico José Luis Martínez que se halla al interior de la Biblioteca de México “José Vasconcelos”, y que reúne en un solo espacio la más amplia colección de literatura mexicana del siglo XX, de historia de México y de novela del siglo XIX.

      La vasta colección de libros, revistas, mapas, recortes y documentos, que el escritor José Luis Martínez (19 de enero de 1918-20 de marzo de 2007) reunió fue adquirida por el Estado mexicano, para su conservación y puesta al servicio tanto de investigadores literarios e historiadores, como de los simples lectores y amantes del libro.

      En sus más de mil 200 metros lineales de estanterías los 73 mil 500 materiales bibliográficos del conjunto, más de 48 mil son libros, se encuentran en un cómodo espacio que cuenta con los sistemas más avanzados para el control del clima y la humedad para la preservación del acervo; así como cubículos especiales para lectura y consulta, y con accesos para personas discapacitadas.

      Todos los libros y documentos fueron ordenados como el propio Martínez los tenía en su casa, por colecciones, temas y autores (y no en orden alfabético como en las bibliotecas).

      Con la idea de preservar al máximo los ejemplares de esta biblioteca, se cuenta ya con el catálogo de toda la colección; además la mayoría de los ejemplares han sido digitalizados, lo que permite al usuario consultarlos en la pantalla de una computadora, material digital que sólo es accesible en el espacio mismo del Fondo (el contenido de los libros no puede ser consultado en Internet, por cuestiones de derechos de autor).

      Está adornado con fotografía y objetos cercanos de José Luis Martínez, además el espacio cuenta con nichos especiales y vitrinas en las que se exhiben algunos ejemplares antiguos que forman parte de la colección. Las instalaciones tienen control de temperatura, mobiliario especial y servicios digitales y de acceso a redes inalámbricas.

Testimonio íntimo

“Aunque en los primeros años (en la Ciudad de México) mi padre dio clases en la Universidad, en la Facultad de Filosofía y Letras, el resto de su vida se ganó el pan sirviendo como funcionario público en diversos cargos de naturaleza cultural y diplomática… Sus estudios literarios siempre los realizó por cuenta propia, robándole horas a la noche, sin dejar, por cierto, de ser un buen marido, padre, hermano, abuelo y amigo”, escribe su hijo Rodrigo Martínez Baracs, en La biblioteca de mi padre (Conaculta, Memorias Mexicanas, 2010).

      En su texto Bibliofilia (FCE, Taller Martín Pescador, 2004), José Luis Martínez relata que su primer libro se lo regaló su padrino de bautismo, don José del Carmen Méndez, el cura de Amacueca: las Obras espirituales de San Juan de la Cruz. Martínez Baracs añade que, muchos años después, “en los años cincuenta encontró otro ejemplar en una librería de viejo de la avenida Hidalgo y se lo regaló a Alí Chumacero, su amigo de toda la vida”.

      Su hijo señala que José Luis Martínez reunió libros a lo largo de 71 años, de 1936 a 2007. “Mi padre empezó a comprar libros sistemáticamente a los 18 años en Guadalajara, donde cursó la secundaria y la preparatoria…”, ya en la Ciudad de México a donde viajó para estudiar medicina, que pronto abandonó por la literatura y la escritura, “se surtía en las dos librerías de los Porrúa, en las librerías inglesa, americana y francesa, y en las maravillosas librerías de viejo”.

      En su testimonio Martínez Baracs detalla las joyas y ediciones valiosas de la biblioteca paterna, la cual divide en nueve fondos, siendo el principal y más vasto el dedicado a la Literatura, los siguientes: Historia; Arte y Libros de formato mayor; Enciclopedias, diccionarios y libros de consulta; Filosofía; Estudios literarios y filológicos; Revistas y suplementos culturales; Ciencias y educación y Cocina.

      A la par de sus trabajos y escritos –abunda–, “no dejaba de comprar libros y revistas, que casi siempre mandaba a encuadernar… Mi padre y sus amigos Alí Chumacero, Joaquín Diez-Canedo y Jorge González Durán eran asiduos visitantes de las librerías de viejo de la ciudad, y cuidadosamente metían las joyas en medio de las pilas de libros que llevaban a la caja, aparentando no darles mucha importancia, para obtener un buen precio”.

      Cuando José Luis Martínez fue director del Fondo de Cultura Económica (1977-1982), prosiguió sus estudios de literatura mexicana de los siglos XIX y XX, además de la del siglo XVI, también continuó la adquisición de libros, “ahora cada vez más complementada por los que le regalaban o trocaban sus amigos escritores y los que le mandaban las grandes editoriales: el propio Fondo, Joaquín Mortiz, Era, la UNAM, El Colegio de México, la SEP, Conaculta, El Colegio Nacional, Clío, las dependencias gubernamentales y empresas que hacían costosos libros de arte fuera de comercio…”, destaca su hijo.

      Concluye que el acervo “tiene un fuerte sentido de unidad, incluye todo lo importante sobre literatura, historia y cultura de México, y mucho también sobre el resto del mundo y el conjunto de los grandes saberes. No es la biblioteca de un bibliófilo obsesionado con las ediciones originales, raras, bellas, lujosas y costosas, sino la de un escritor, un investigador, un curioso, y la curiosidad de mi padre era mexicana y universal”.

Recorrido por el Fondo

Todos los libros tienen un gofrado (impresión en alto relieve), del tamaño de una medalla, con la leyenda “Biblioteca José Luis Martínez”. Los bibliotecarios han identificado una buena cantidad de material bibliográfico valioso como libros antiguos, raros, y otros que están autografiados.

      Se exhibe el libro El llano en llamas, de 1953, dedicado por Juan Rulfo: “A José Luis Martínez con mi gratitud y mi sincera amistad”; otra dedicatoria famosa es la de Octavio Paz, puesta en la primera edición de La estación violenta de 1958, publicada por el Fondo de Cultura Económica. También don José Luis atesoró las primeras ediciones de Octavio Paz, y libros escritos sobre la obra del poeta.

      Por ejemplo, en la colección se halla el ejemplar número 2 de Picaresca mexicana, uno de los 25 ejemplares mecanográficos que Armando Jiménez entregó en mano a importantes escritores de la época, entre ellos Aurora Reyes, Renato Leduc, Octavio Paz, Alí Chumacero, Ricardo Cortez, Ricardo Grijalva, Andrés Henestrosa, Juan Rulfo y Efraín Huerta, entre otros. José Luis Martínez le recomendó que en vez de Picaresca mexicana, se publicara con el título de Picardía mexicana. Este libro tuvo varias ediciones y más de 50 reimpresiones.

      En los nichos o vitrinas que están distribuidos entre los estantes, se encuentran objetos personales del escritor, como son sus pipas y anteojos, una foto donde aparece con Xavier Villaurrutia, así como algunas de las muchas condecoraciones que recibió en vida, como la Gran Cruz de la Orden del Fénix, de la Democracia Helénica (1988); la Cruz de Alfonso Décimo el Sabio (1998); la medalla de Comendador de la Orden al Mérito de la República Italiana (1967) y la Gran Cruz al Mérito Civil del Gobierno Español (1982), entre otras.

      También en estas vitrinas se irán mostrando algunos de los libros más valiosos, por su contenido o por su antigüedad, como Rhetorica Christiana (1579), que José Luis Martínez adquirió, mandó traducir al español y publicó en el Fondo de Cultura Económica. Dicho libro editado en Peruggia, escrito por fray Diego de Valadés, mestizo tlaxcalteca franciscano, es “el primer libro de un mexicano impreso en Europa”.

      Otros libros antiguos de la colección son: La edición mexicana del Diccionario universal de historia y de geografía (1853-1856); el Libro primero de cabildos de Lima (1888); la edición facsimilar en varios gruesos volúmenes de la Bibliotheca Americana Vetustissima (1866-1872), del francés estadounidense Henry Harrise; Vita D Thomae Othonis Vaen I ingenio et manu delineata (1610), y Teatro Completo (1890), de Terencio, una de las primeras ediciones en español de este clásico latino.

      Por la riqueza y el tamaño de la edición destaca La Catedral de México y el Sagrario Metropolitano. Su historia, su tesoro, su arte (1948), de Manuel Toussaint, la gran edición diocesana.

      Don José Luis también coleccionó las ediciones de la Universidad Nacional Autónoma de México sobre clásicos griegos y romanos, tales como La metamorfosis de Ovidio; Satiricón, de Petronio; las Comedias de Plauto; y Cartas a Ático, De la adivinación y Disputas tusculanas, de Cicerón, entre otros. Eso sin contar los de la Pléiade de Homero, Esquilo, Eurípides, Sófocles y Aristófanes, entre otros. Se dice que llegó a tener hasta 400 títulos de dicha Bibliothèque, pues compraba cada año entre seis y tres volúmenes a Gallimard y con ello obtenía el Álbum anual de la editorial, colección fuera de comercio muy apreciada por los bibliófilos de todo el mundo porque contenía iconografías de escritores, con sus biografías, iniciada en los años sesenta.

      En el centro de esta gran biblioteca, donde en el aire sobrevuelan aviones de madera llevando su carga de libros, en uno de los muros, se hallan primeras ediciones de los libros que publicó José Luis Martínez, tales como Elegía por Melibea y otros poemas (Tierra Nueva-3), su poemario de juventud; así como De poeta y loco… (Los Presentes); Los problemas de nuestra cultura literaria (Ediciones Et Caetera, Guadalajara, 1953); Literatura Mexicana Siglo XX (1910-1949), de la serie Lecturas Mexicanas (SEP, FCE).

      También los libros que dedicó a personajes de nuestra historia como Nezahuacóyotl. Vida y Obra (FCE, Biblioteca Americana); y su biografía de  Hernán Cortés (UNAM, FCE); así como Pasajeros de indias. Viajes trasatlánticos en el siglo XVI (FCE) y su libro dedicado a La Luna, diseñado por Vicente Rojo, cuya portada es un cuadro de Remedios Varo.

      La biblioteca de José Luis Martínez no está formada por ediciones raras (que las hay) o libros antiguos (también tiene algunos), sino por conjuntos y colecciones de literatura, así se encuentran las colecciones completas del FCE, como los Breviarios o Letras Mexicanas; la colección de Maestros ingleses y rusos, de Editorial Planeta, la Colección Bruguera, con sus lomos negros y colores eléctricos, de literatura hispanoamericana y mundial; las tres series de Lecturas Mexicanas (SEP-FCE), entre muchas más.

      También obras completas de poetas como Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Fray Luis de León, y los dos tomos de Poesías completas de Rubén Darío, publicados por Aguilar. Entre cientos de libros de poesía. También reunió los 30 volúmenes de Memorias de mis tiempos, de Guillermo Prieto, publicados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

      Y no podían faltar las Obras completas de su maestro Alfonso Reyes, y todos los libros de y sobre Octavio Paz, incluidas ediciones de sus libros en otras lenguas, así como todos los libros de sus paisanos Agustín Yáñez; Juan Rulfo, Juan José Arreola, Emmanuel Carballo y Huberto Batis, entre otros.

Rincón secreto

Toda gran biblioteca tiene sus cumbres y planicies, sus pasadizos y sus rincones secretos. En el Fondo José Luis Martínez se halla un pequeño librero que resguarda, bajo llave, un centenar de libros. Durante su trabajo en Ferrocarriles Nacionales (1952-1958), José Luis Martínez pensó en la posibilidad de construir una pequeña biblioteca del ferrocarrilero, para que en el cabús de cada tren hubiera un librero, con una pequeña selección de libros.

      En el librero, con su placa azul de Ferrocarriles Nacionales, que se encuentra casi oculto en el Fondo José Luis Martínez, se hallan lecturas propias para un viaje en tren: La maldición de los Dain y Cosecha roja, de Dashiell Hammett, Goldfinger, de Ian Fleming y Ese dulce mal, de Patricia Highsmith. También, por supuesto, la Colección El Séptimo Círculo, de Buenos Aires, dirigida por Borges y Bioy Casares.

Colección inigualable de poesía

Uno de los grandes apartados del Fondo, es la colección de poetas mexicanos. Gabriel Zaid, quien ha realizador las antologías Ómnibus de poesía mexicana (Siglo XXI Editores, 1971) y Asamblea de poetas jóvenes de México (Siglo XXI, 1980), aseguró en un artículo de Letras Libres que “durante años me propuse leer toda la poesía mexicana que aún no conocía. Para tener acceso a la que ya no circulaba, me volví asiduo visitante de la Biblioteca Nacional en San Agustín y de la Hemeroteca Nacional en la calle del Carmen, y comprobé sus limitaciones. Después, cuando descubrí la biblioteca de José Luis Martínez, no podía creer que una sola persona hubiese integrado un acervo decididamente superior”.

      El autor de Los demasiados libros, no deja de reconocer la valía del conjunto atesorado por Martínez a lo largo de su vida: “Tenía un mapa mental muy claro del conjunto deseable, y con el mapa iba integrando su biblioteca. Ya en 1950 había publicado una amplia bibliografía de las letras mexicanas, limitada a los años 1910-1949. Y su cartografía se fue volviendo más amplia y detallada. Por ejemplo: reunió toda la narrativa cristera, que brilla por su ausencia en los estudios sobre la novela de la Revolución”.

      “La biblioteca de José Luis Martínez es una obra magna, paralela y previa a la gran historia de la literatura mexicana que no llegó a escribir”, asegura Zaid y detalla algunos de los fondos de la colección: “Su núcleo fundamental son los libros, revistas y suplementos de la literatura mexicana. Otros conjuntos le sirven de contexto, y se integran al núcleo de manera natural. En primer lugar, libros de historia de México, y en general libros sobre México (desde luego, los escritos por mexicanos, pero también por extranjeros)”.

      En segundo lugar, agrega, “clásicos antiguos y modernos, libros de literatura española e hispanoamericana, así como francesa, inglesa, italiana, portuguesa, especialmente los que fueron más leídos por los escritores mexicanos. Incluso, por ejemplo, una colección casi completa de la revista Sur. Además, un conjunto de libros sobre teoría, crítica y estudios literarios. También, una colección notable de libros de arte mexicano y universal”.

      Zaid recuerda un proyecto de Martínez cuando fue director del FCE: Editar en facsímiles las Revistas Literarias Mexicanas Modernas: como Sabia Moderna (1906); El Maestro (1921-1923); La Falange (1922-1923); Ulises (1927-1928);  Bandera de Provincias (Guadalajara, 1928-1930); Contemporáneos (1928-1931), Taller (1938-1941) y El Hijo Pródigo (1943-1946), entre otras, “muchas de las cuales no estaban completas (o ni siquiera estaban) en la Hemeroteca Nacional, sino en su casa, con lo cual las salvó para la historia y para los lectores que las conocíamos de nombre únicamente”.

Preservar el legado

En su discurso de inauguración del Fondo José Luis Martínez, el historiador Enrique Krauze dijo que la vida del erudito “transcurrió ante, para, por, desde, hacia... los libros”.  Agregó que “desde sus años tempranos en Guadalajara, cuando junto con Alí Chumacero copiaba libros que no podían adquirir… De joven aprendió el arte tipográfico para poder, él mismo, hacerlos. Más tarde los procuró, los compró, los apreció y los leyó... hasta sus días postreros en que puntualmente acudía a las subastas de libros antiguos”.

      “No es la suya una biblioteca de incunables -aunque contiene obras únicas o raras. Es una biblioteca de conjuntos que fue integrando, con infinita paciencia, para servir, en el espíritu de educación vasconceliano, al lector mexicano interesado en la literatura, la historia y la historia literaria”, describió.

      El autor de La presidencia imperial recordó que Martínez fue también un acucioso historiador: “Recibía a los investigadores como un diligente bibliotecario. Hace muchos años le pregunté si tenía la revista La Antorcha en su primera época… Luego de mostrarme la silla original de Altamirano y el librero circular de Justo Sierra, me guió hasta un cuarto en la planta baja, me sentó en el escritorio de Torres Bodet y puso ante mí La Antorcha. ¿Cuántos escritores e investigadores vivieron esa misma escena?”

      Krauze concluye que en la  biblioteca  de Martínez “Nada era accidental: los objetos de los padres fundadores, las fotografías de sus escritores admirados –Gutiérrez Nájera, Ramón López Velarde, Alfonso Reyes, Octavio Paz– y el orden perfecto de los libros” y agregó que el autor de Hernán Cortés “estaba preservando ese legado ancestral para beneficio del lector de entonces, pero sobre todo para el lector del porvenir. Su hazaña es paralela a la de José Fernando Ramírez y Joaquín García Icazbalceta en el siglo XIX: preservar la memoria de México en los libros”.

      Los libros y revistas del Fondo José Luis Martínez pueden ser consultados, previa solicitud al bibliotecario, en la propia sala o a través del catálogo digital, de las 10:00 a las 16:00 horas.

      El horario de la Biblioteca de México José Vasconcelos, Plaza de la Ciudadela 4, colonia Centro, cerca de la estación del Metro Balderas, es de 10:00  a 18:00 horas, de lunes a domingo.

JLB México / Distrito Federal
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Última modificación: 01 de febrero de 2011 - 12:33 por la Dirección General de Comunicación Social. Dirección de Prensa

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