Asimismo
implementó una serie de talleres de análisis e
investigación, dirigidos tanto a personas interesadas
en aprender fotografía como a autores profesionales que
buscaron enriquecer su trabajo.
Su
esquema de labores también incluyó conferencias,
la edición de la revista Luna Córnea
y presentación de publicaciones, entre libros, catálogos
y revistas, y la operación de un Centro de Documentación
que abarcó una biblioteca especializada para consulta
del público, y el
establecimiento de una bóveda de conservación
donde se resguardan colecciones representativas de las tendencias
fotográficas en México.
Por
otra parte, a pesar de la creciente conciencia sobre la importancia
de esta expresión, los lugares dedicados a la fotografía
documental y construida eran casi inexistentes, por lo que
este recinto promovió la creación de otros
espacios dedicados a dicho arte, como el Centro Fotográfico
Manuel Álvarez Bravo en Oaxaca.
Otra
vertiente del Centro fue ampliar los horizontes de los certámenes,
ya que hasta 1994 la mayoría de ellos estaban dedicados
a otras manifestaciones de las artes plásticas como
la pintura, el grabado y la escultura.
Ejemplo
de lo anterior, fue la creación de un festival, Fotoseptiembre,
abierto a cualquier fotógrafo interesado en mostrar
su trabajo en un periodo específico, y la continuidad
que se le brindó a la Bienal Nacional de Fotografía,
que se había realizado de manera irregular.
Este
espacio, a su vez, propició el rescate de importantes
archivos fotográficos, como una parte de los acervos
de Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa, que dan
cuenta de la creación contemporánea en nuestro
país.
A
raíz de este trabajo que se desarrolló los últimos
seis años, se fortalecieron los vínculos entre
fotógrafos e instituciones públicas y privadas
interesadas en la promoción y difusión de la
creación fotográfica, además de que fomentó
el surgimiento de nuevos valores y la difusión de medios
alternativos para la producción de imágenes.
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