La aportación de Héctor Mendoza al teatro mexicano es fundamental

Jorge Vargas
  • Artes escénicas
Comunicado No. 2113/2010
30 de diciembre de 2010

*** En 1993 ingresó al Sistema Nacional de Creadores de Arte como Creador Emérito

*** En 2005 publicó El mejor cazador, texto con el que culminó su serie de teoría actoral

En 1994, en el contexto del homenaje que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) le rindió a Héctor Mendoza por sus 40 años como dramaturgo y director, Luis de Tavira se refirió a Mendoza como el heredero y el iniciador. El transgresor y el paradigma. El hijo pródigo y el patriarca. El hereje y el gurú: el misántropo filantrópico.

   “Héctor Mendoza es el vértice en que convergen los torrentes que intentaron la refundación del teatro mexicano posrevolucionario, después de rota la tradición. Vertiente en que confluyen la utopía nacionalista y el realismo aristotélico de Usigli, las vanguardias fundadoras de  los Contemporáneos (Novo, Villaurrutia, Celestino Gorostiza), las intuiciones experimentadoras de los universitarios (Bracho, Wagner, Seki Sano). Estos y otros admirables impulsos de fundación y sobrevivencia se recuperan al tiempo que cambian de curso, al entrar en escena la decisiva presencia de Héctor Mendoza”, señaló De Tavira.

   En esencia, los comentarios que actores, dramaturgos, directores y críticos de teatro hacen sobre Héctor Mendoza no varían en demasía: su aportación al teatro mexicano es fundamental. Con la entrada a escena de Héctor Mendoza el teatro mexicano alcanzó la modernidad.

   El 27, 28 y 29 de agosto de 1994, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del INBA, organizó el homenaje titulado “Héctor Mendoza. Tras 40 años de invención teatral”, el cual tuvo lugar en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. En esa ocasión, diversos creadores manifestaron su cariño y admiración al dramaturgo fallecido este 29 de diciembre de 2010.

   Flora Dantus, directora de teatro y asistente de Héctor Mendoza en más de 15 puestas en escena, lo consideró como “un viejo cascarrabias, gruñón, solitario, caprichoso, que tiene sus arranques; pero todo eso es como una envoltura que él tiene para protegerse de una serie de heridas. En el fondo es un ser tan delicado y sensible, que se envuelve en esa aparente soberbia para poder lidiar y ser independiente del mundo. Yo he tratado con mucha gente y siempre vuelvo a caer con el cascarrabias. Héctor es mi debilidad, sabe que lo quiero profundamente: es un hechicero”.

   El escritor Juan García Ponce recordó en 1994 que Héctor Mendoza  dirigió los cinco primeros programas de Poesía en Voz Alta, cuyo director literario e inspirador fue Octavio Paz. “Juan Soriano se ocupó de poner un sello totalmente diferente a la escenografía. Desde entonces Mendoza fue un director insuperable. A él se deben muchas puestas en escena renovadoras de los clásicos en español, como Don Gil de las Calzas Verdes de Tirso de Molina y Las Cuevas de Salamanca, de Juan Ruiz de Alarcón”.

   También en esa ocasión, la escritora Margo Glantz consideró que frente a un teatro mediocre, reacio a la experimentación, con técnicas de actuación esclerosadas e intereses comerciales, Héctor Mendoza reaccionó siempre con imaginación, rigor y arrojo. “A un medio violentado por la comercialización y la telenovela, Héctor ha opuesto un teatro reflexivo y experimental que indaga en torno de la movediza consistencia de la realidad escénica y cuestiona perpetuamente los postulados del arte que ha elegido para expresarse”.

   La actriz Blanca Guerra señaló que “Héctor Mendoza es el responsable directo de que yo haya alcanzado esos niveles de plenitud, en uno u otro trabajo, especialmente cuando he sido dirigida por él. Mendoza es como esa luz que yo encontré para realizarme como ser humano a través de la actuación; con su rigor, con su sabiduría, con su capacidad para descubrir tu esencia, tus necesidades, tus límites y tus capacidades, cuando estás en sus manos, ya sea como estudiante o como actor en un trabajo de puesta en escena”.

   En el contexto de “Héctor Mendoza. Tras 40 años de invención teatral”, la crítica teatral Olga Harmony aseguró que Héctor Mendoza es uno de los artistas más originales que ha dado el teatro en México. “Desde el momento casi fundacional de Poesía en Voz Alta --que marcó y sigue marcando pautas en los montajes--, no ha dejado de seguir innovando lenguajes teatrales y dramatúrgicos”.

   Héctor Mendoza nació en Apaseo, Guanajuato, el 10 de julio de 1932. Estudió Literatura Española en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sin obtener el grado. Además realizó estudios en la Escuela de Arte Teatral INBA.

   Recibió la beca del Centro Mexicano de Escritores (1953-1954) por sus proyectos para escribir las obras  El Tobogán y Las iluminaciones; en 1951 escribió la pieza Ahogados. En 1953 estrenó Las cosas simples, dirigida  por Celestino Gorostiza; en 1955 dirigió La pesadilla o Las costumbres de antaño, de Manuel Eduardo de Gorostiza.

   En el año de 1956 participó como director de escena en la  fundación de la legendaria Poesía en Voz Alta, al lado del poeta Premio Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz y Juan José Arreola, en la parte literaria, y Juan Soriano y Leonora Carrington en la puesta escenográfica.

   En 1957 obtuvo la beca de la Fundación Rockefeller que le permitió ingresar al Actor’s Studio de Nueva York donde estudió dirigido por el mimo Etienne Decroux (maestro de Marcel Marceau).

   En los inicios de la década de los sesenta daba clases en la Escuela de Teatro de Bellas Artes. En 1960 estrenó como director Terror y miserias del III Reich, de Bertolt Brecht; en 1961 dirigió Wozjeck. Dirigió también Arpas blancas… conejos dorados, de Luisa Josefina Hernández; El relojero de Córdoba, de Emilio Carballido (1960) y Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina (1966).

   En 1987 fundó, junto con el también director y dramaturgo Julio Castillo, el Núcleo de Estudios Teatrales. Entre las obras creadas por Héctor Mendoza destacan: Salpícamente de amor (1964); Los asesinos ciegos (1969); Las gallinas matemáticas (1981); Noches islámicas (1982);  El día en que murió el señor Bernal dejándonos desamparados (1985), y La desconfianza (1990).

   Héctor Mendoza montó obras de Tirso de Molina, Lope de Vega, Fray Luis de León, Eduardo Manet, Salvador Novo, Óscar Liera, Sabina Berman y de su autoría, como Las cosas simples (1953) y Juicio suspendido (1993), que enmarcan una vida dedicada a los escenarios.

   Su incursión en el cine fue en el Primer Concurso de Cine Experimental, con la dirección de la cinta Amor, amor, amor / La Sunamita (1965). Donde también participó como guionista, junto con Juan García Ponce e Inés Arredondo. Por otro lado, su obra Las cosas simples sirvió de argumento para la película Peligros de juventud, dirigida por Benito Alazraki (1959).

   En diciembre de 1993 ingresó al Sistema Nacional de Creadores de Arte como Creador Emérito y en 1994 el Instituto Nacional de Bellas Artes le brindó un homenaje en reconocimiento a sus más de 40 años de labor como dramaturgo y director. Además, en ese mismo año le fue entregado el Premio Nacional de Ciencias y Artes, y se hizo acreedor al Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón.

   En 2005 publicó el libro El mejor cazador, texto con el cual culminó su teoría actoral integrada por las obras Actuar o no, La guerra pedagógica, Creator principium y El burlador de Tirso. Hoy se puede considerar un importante legado a la historia y trabajo escénico mexicano.

   En febrero de 2010, Héctor Mendoza estrenó Resonancias, una comedia que narra la historia de tres amigos que se confrontarán, revelando los verdaderos intereses que los mantenían unidos. Esta obra, escrita y dirigida por el propio Héctor Mendoza, fue presentada en el Teatro Santa Catarina de la Universidad Nacional Autónoma de México.