OVILLO, EL OTRO LADO DE LA MIGRACIÓN

  • Artes escénicas
Comunicado No. 363/2025
15 de mayo de 2025

 

• Una mirada conmovedora sobre quién deja su lugar de origen, a través de los ojos de mujeres que habitan la ausencia

• Con música en vivo de la Banda Mixanteña de Santa Cecilia y un elenco oaxaqueño, la puesta en escena se presenta en el marco del Año de la Mujer Indígena

En el marco del Año de la Mujer Indígena, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Coordinación Nacional de Teatro, y la compañía Teatro en Llamas, presentan Ovillo, una puesta en escena, escrita por Sonia Gregorio y dirigida por Mariana Gándara, que se presenta del 15 de mayo al 22 de junio en el Teatro El Granero, Xavier Rojas, del Centro Cultural del Bosque.

Con funciones de jueves a domingo, Ovillo entrelaza las historias de cuatro mujeres que viven los efectos de la migración desde la mirada de quien espera. Como los hilos que se reúnen en una madeja, la propuesta recoge ausencias, resistencias y vínculos tejidos a mano. Se trata de un relato profundamente humano, contado por las actrices originarias de Oaxaca: Mayra Sérbulo, Liliana Alberto, Sonia Gregorio y Xochitl Franco.

Inspirada en su historia familiar, en testimonios reales, así como en la labor de Las Hormigas Bordadoras de San Francisco Tanivet, Oaxaca, Sonia Gregorio construye una dramaturgia que celebra la fortaleza de las mujeres que se quedan: madres, hermanas, esposas que habitan la ausencia de los hombres migrantes y que resisten el abandono a través de puntadas, que urden arte y colectividad.

“Mi hermano se fue a Estados Unidos hace 22 años. Esta obra tiene que ver con esa ausencia, con cómo la vive mi madre, cómo la he vivido yo. Además, soy bordadora. Trabajé en un taller de textiles donde conocí a Las Hormigas Bordadoras, mujeres que bordan como forma de vida, de lucha, de comunidad. Esa experiencia me marcó profundamente. Así nació esta obra”, cuenta la autora y actriz.

Desde el proceso de escritura –que se formó en el Programa Internacional de Dramaturgia Royal Court Theatre + Anglo Arts en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)– hasta la reunión del elenco, el proyecto se tejió con paciencia, tiempo y afecto. La directora Mariana Gándara, quien conoció el texto mientras coordinaba la Cátedra Bergman, acompañó el montaje durante cinco semanas de ensayos intensivos con un elenco desplazado desde Oaxaca a la Ciudad de México.

“El reto era estar a la altura de lo que el texto proponía: una mirada íntima y sensible sobre la migración, pero no desde quienes se van, sino desde quienes se quedan. Y eso casi no se representa. Los pueblos cambian cuando se vacían de hombres. Quedan las mujeres, los niños, los viejos. Y ellas sostienen todo”, explica Gándara. “La obra propone también un ejercicio de autorepresentación: no hablar por las mujeres indígenas, sino crear el espacio para que ellas hablen desde el escenario”.

Para Mayra Sérbulo, actriz y docente del Centro Universitario de Teatro de la UNAM, uno de los mayores desafíos fue trabajar con pocos elementos escenográficos. “Hay que lograr estar en una cocina sin que haya nada de ella. Coordinar los tonos, las emociones, para que la historia se cuente. La obra es entrañable, sacude. Es México, el pueblo, nuestras raíces. Aunque vivamos en la ciudad, muchas venimos de pueblos o zonas rurales. Estas historias merecen escucharse”.

Liliana Alberto, quien interpreta a Meche –una mujer que, tras siete años de silencio, recibe una llamada de su marido desde el norte– habla también del reto de habitar otra geografía. “Vivo en Oaxaca y venirme a la Ciudad de México fue un cambio fuerte. No estoy acostumbrada al ritmo de acá, pero ha sido un proceso gozoso. Estas historias se parecen mucho a las de nuestros pueblos. Es importante contarlas desde ahí”.

Como un ovillo que se desenreda y se vuelve a formar, la obra entrelaza emociones, memorias y actos cotidianos como el bordado, que en escena se transforma en gesto de resistencia. Un ovillo –esa bola que se forma al devanar hilo de lino, algodón, lana o seda– es también metáfora del modo en que las mujeres urden la vida: hilan ausencias y sostienen el tejido comunitario con cada puntada. “Habla del poder de lo pequeño. Cómo una aguja y un hilo pueden sostener una comunidad. Así ha sido para Las Hormigas Bordadoras, y así lo fue para mí”, dice Gregorio. En zapoteco, Tanivet –de donde son originarias– significa “agujero de hormigas”, y de ahí su nombre: Las Hormigas Bordadoras.

El proyecto se complementa con la presencia en el escenario, al final de la puesta en escena, de la música en vivo de la Banda Mixanteña de Santa Cecilia, que aporta un cierre con sabor a fiesta oaxaqueña, con mezcal para brindar por las ausencias de los que se fueron y la soledad de las que se quedan.

Para el público el impacto es inmediato. “Salí llorando. No por tristeza, sino porque me sentí abrazada. Como si por fin alguien dijera lo que tantas hemos callado por años. Yo también bordo, y esta obra habla tan directo de nosotras”, comentó Gabriela Reyes.

Ovillo es una puesta en escena que habla desde los márgenes con fuerza y dignidad. Una experiencia escénica sobre la memoria, la comunidad y la forma en que las mujeres urden la vida con sus propias manos.

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AS