La campaña federal contra el levantamiento de Pascual Orozco, vista a través de la fotografía de prensa
Comunicado No. 848/2010
08 de junio de 2010
***Exhiben en el Museo Casa de Carranza, parte del acervo del Archivo Casasola, resguardado por la Fototeca del INAH-Conaculta
Originada por el impulso de contar cosas, de ilustrar lo que se consignaba en periódicos y semanarios, a principios del siglo XX la fotografía de prensa fue vista con curiosidad y morbo, pues a partir de la premisa de que la cámara no mentía, ofrecía al espectador “una imagen verdadera de los hechos". El levantamiento de Pascual Orozco en el norte de la República, entre marzo y julio de 1912, provocó la primera gran movilización de contingentes militares y los fotoperiodistas comenzaron a registrar los hechos de armas.
Un muestra de esta incipiente labor informativa, conforma la exposición Las batallas de Rellano y Bachimba, abierta al público desde hoy y hasta marzo de 2011 en la Biblioteca del Museo Casa de Carranza, integrada por 30 imágenes pertenecientes al Archivo Casasola, bajo resguardo del Sistema Nacional de Fototecas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
Tras la caída de Porfirio Díaz en 1911 y el ascenso al poder de Francisco I. Madero, el nuevo gobierno tuvo que enfrentar varias rebeliones en su contra. De ellas, la de mayor impacto militar e inserción social sin duda fue el levantamiento armado protagonizado por Pascual Orozco en el norte de la República, quien consideraba a Madero como un "traidor de los ideales revolucionarios".
La movilización del ejército maderista hacia el norte y la rebelión de Orozco, propiciaron que los fotógrafos de prensa de la ciudad de México comenzaran a hacer fotografías cuyos temas eran los implementos militares, soldados, trenes, despedidas, soldaderas, etcétera; mientras en el campo de batalla, tomaron placas de los movimientos del Ejército Federal.
Dada la magnitud e importancia de la rebelión orozquista, incluso con la amenaza latente de que los insurrectos avanzaban hacia la ciudad de México, el gobierno de Francisco I. Madero en una primera respuesta envió al general José González Salas, entonces Secretario de Guerra, a sofocar la insurrección.
El 5 de marzo de 1912, más de 2 mil soldados federales salieron de la estación Buenavista hacia Torreón, Coahuila. En esa ciudad se agregaron las columnas de los generales Fernando Trucy Aubert y de Joaquín Téllez. El primer enfrentamiento entre las tropas orozquistas y las federales se produjo el 15 de marzo, en la estación Conejos del Ferrocarril Central, la cual hizo que los rebeldes se replegaran a la estación de Mapimí.
Posteriormente, el 23 de ese mismo mes, en la acción de armas en Rellano, el ejército federal fue derrotado en lo que se ha denominado el "Primer Rellano". Ahí los orozquistas enviaron una locomotora cargada de dinamita en contra de las fuerzas federales, misma que se estrelló en el kilómetro 1313, cabalístico número de mal agüero. El general González Salas, al ver destruidas sus fuerzas, determinó quitarse la vida con su propia arma.
Madero nombró como nuevo Secretario de Guerra al general Angel García Peña, y como Jefe de la División del Norte a un antiguo general porfirista: Victoriano Huerta, con la consigna de "darle su merecido a Pascual Orozco". el 19 de abril un nuevo convoy, esta vez de 5 mil hombres comandados por Huerta, se preparaba en los patios de Buenavista para partir rumbo a Torreón. Ahí se les unieron los hombres del coronel Francisco Villa, incorporándose a la columna del general Trucy Aubert.
En el lugar conocido como Conejos, el 21 de mayo, el Ejército Federal hizo huir a los orozquistas, quienes se replegaron hacia el norte. Finalmente, en el llamado "Segundo Rellano", el día 23, las fuerzas federales confinaron a los rebeldes orozquistas hacia el norte, y posteriormente, el 4 de julio, en el cañón de Bachimba, a 300 kilómetros al norte de la población de Jiménez, los federales derrotaron a los "colorados" de Orozco.
Algunas imágenes que se captaron en esta ocasión fueron publicadas entre los meses de marzo y julio tanto en diarios como en semanarios de la ciudad de México. En sus páginas se incluían también algunas fotografías de las fuerzas zapatistas que ya estaban a las puertas de la ciudad de México.
De esta forma, los habitantes de la capital pudieron observar en los periódicos algunas imágenes de la campaña del norte. No se sabe quien tomó las fotografías, pero aparecieron publicadas tanto en El Imparcial, como en el periódico maderista Nueva Era, entre otros, y en revistas como El Mundo Ilustrado. Los temas de estas fotografías eran los campamentos del ejército federal, el armamento utilizado, algunos jefes militares, y en general la situación de esta campaña en contra de Pascual Orozco.
El registro fotográfico durante los primeros años de la Revolución Mexicana, fue más allá de lo que la memoria podía abarcar y retener. Para el ejército federal, particularmente para el régimen de Francisco I. Madero, este registro comenzó a obtenerse gracias a una máquina para hacer fotografías, que de algún modo completaba el equipamiento castrense moderno, que para 1912 ya incluía la telefonía, los catalejos y binoculares para la inspección individual, y la inspección telescópica, con el acoplamiento del altímetro para el cálculo de tiro en la artillería, entre otra instrumentación.
En este escenario hizo su aparición una cámara portátil, patentada por la compañía Rochester en 1903, cuya principal innovación fue su sistema reflex que la hacía más versátil en su manejo y transportación, para una campaña militar que imponía la necesidad de moverse a lo largo de cientos de kilómetros, tanto a pie como en tren, entre las ciudades de Torreón y Chihuahua. El peso de esta cámara denominada Graflex equivalía al de una carabina mausser, es decir, unos 4.2 kilogramos. Sus dimensiones con todo y tripié eran semejantes a las de las mochilas en que la tropa cargaba sus enseres.
Esta cámara con entraña de madera, forrada en piel, óptica Zeiss con alta resolución de imagen (aproximadamente 120 líneas por milímetro) y placa flexible de nitrocelulosa, registró asuntos de a pie y en tren, escenas de la vida cotidiana de la tropa en campaña, retratos de los oficiales de alto y menor rango, asi como los efectos de la destrucción de trenes, y las faenas de inhumación de los cadáveres en grandes extensiones de campo abierto. En todos los casos, el punto de vista del fotógrafo es desde el lado del ejército federal.
Si bien en el grupo de placas que integra esta muestra hay exposiciones defectuosas a la luz; imágenes captadas en movimiento, con un foco muy limitado y con entradas de luz en los portaplacas, se trata de fotos sensacionales, generadas en los campos de batalla, en donde se requería reaccionar de inmediato, ya que el riesgo de perder la vida era inminente.
De acuerdo con los especialistas del Sistema Nacional de Fototecas del INAH, en esta campaña militar ya existía un interés por el registro de una memoria para propósitos de un archivo documental, con fines de estudio o constatación del hecho, así como para la logística militar, en la que se observan ciertos avances de la superioridad y modernidad del Ejército Federal.