La fotografía de ciegos construye imágenes a partir de historias discursivas significantes: Alfredo Flores Vidales
Comunicado No. 1000/2010
05 de julio de 2010
***El fotógrafo afirmó que lo que se eterniza en ellas es precisamente la emoción y los afectos que le dan

A partir de lo que ha constituido su propia experiencia de vida, Alfredo Flores Vidales aseguró que para los ciegos existen múltiples formas de tener una mirada; sin embargo, existen grandes dificultades culturales y sociales para que esas miradas se puedan producir, puesto que hay toda una serie de redes atrapantes para enceguecer la ceguera.
Psicólogo de profesión y fotógrafo por afición, Flores Vidales participó en el Noveno Coloquio de 17, Instituto de Estudios Críticos, asociado a la exposición internacional de fotógrafos ciegos La mirada invisible que, con el auspicio de Conaculta, se presenta en el Centro de la Imagen.
En este marco, coincidió con Raymundo Mier, en el sentido de que la fotografía es el momento que eterniza la imagen, pues parte de la intención de atrapar el objeto. Pero ¿qué hay en ese instante en que se construye la imagen?, se preguntó. Y respondió que lo que se eterniza es precisamente la emoción y los afectos que le dan sustento.
Flores Vidales aludió al caso del fotógrafo ciego Gerardo Nigenda, quien en su práctica hace algo que “me parece muy significativo en él, pero que también a mí me toca”. Relató que en sus fotografías, detalla en escritura Braille el sentido que tuvo esa fotografía, su significación; es decir qué le hizo sentir, por qué la tomó, qué le dio sentido a ese momento para eternizarlo.
“Y es eso lo que todos los fotógrafos, videntes o ciegos, perseguimos y que quisiéramos atrapar, aunque nunca lo logramos en su totalidad, siempre capturamos algo y eso nos lleva a reintentar obtener lo otro que nos faltó. Es eso lo que significa, lo que se siente y que a final de cuentas constituye el sentido de la fotografía”, apuntó.
Añadió que para las fotografías de desnudos femeninos que ha hecho, con modelos de la vida real, requirió establecer relaciones de amistad, una conexión emocional para la construcción de la imagen; formar una especie de equipo del que derivara una idea, una creación, un deseo, sustentado en toda una serie de afectos, ubicar el punto esencial que se intenta eternizar en la fotografía.
En opinión de Alfredo Flores Vidales las instituciones en nuestro país tienen un discurso que ha castrado a la ceguera para impedirle crear, pues en su intento de normalizar, pone en duda que los ciegos tengan habilidades, comportamientos que se acerquen a las ejecuciones que lo visual permite a los normovisuales. “Estas son las redes discursivas en las que nos vemos atrapados, porque el otro con ese discurso nos dice que es aberrante que los ciegos tengan una mirada. Y, entonces, nos vemos en el conflicto de cómo reconocer y saber cuál es la mirada de los ciegos”.
El ponente aclaró que nació con el sentido de la vista, con una óptica que permitió que “el otro”, lo designara como alguien con capacidades. Sin embargo, a los 18 años sufrió un accidente y perdió la vista; desde ese momento cambió hasta el discurso familiar, para hacerle notar que ya no podía hacer cosas, pues ahora era ciego.
“Todo este pensamiento bondadoso, judeo cristiano de mi familia, resultaba ‘atrapante’ y que ahora, ellos se tenían que encargar de mí y de mi mirada. Eso me generó una verdadera ceguera, pues yo pensaba que podía reconocer aquellos objetos que había visto y que ahora tenía interiorizados, que yo tenía una mirada. Por suerte fui un hijo insumiso y desobediente, rompí esas ataduras y me di a la tarea de establecer la diferencia entre ver y mirar”, externó.
Desde ese momento comenzó a capacitarse en organizaciones para ciegos a fin de valerse por sí mismo y poder estudiar. Pero se topó con otros ciegos que profesaban otro diagnóstico atrapante, el que establece que los ciegos deben ser beneficiarios del Estado, de la filantropía, de las instituciones; que tienen que ser sostenidos, apoyados y protegidos por el discurso institucional. “Me encontré, con ciegos en su propia ceguera”, relató.
Sin embargo, Flores Vidales no se dejó atrapar “para enceguecer mi ceguera. Todo lo que yo escuchaba se construía en imágenes, porque como lo dice Bavcar, en nosotros hay un deseo de imagen, un deseo que no se sometía al discurso de la institución que dicta lo que se es, lo que se debe ver, hasta dónde se puede mirar. Me pareció aberrante todo este entorno de regodearse en las carencias, pues no me parece que la problemática sea la carencia, creo que la carencia debe ser el empuje para la construcción, para la creación”.
Logró salir de esos espacios con gran cantidad de conflictos y regresó a la educación regular, también con muchas dificultades, pues le implicó un esfuerzo de construcción, de readecuar las circunstancias y las prácticas, para poder readaptar los objetos, construirlos y hacerlos sensibles a su mirada.
Añadió que la ceguera como característica de una parte de la sociedad es tocada y encarcelada en una castración a su propia producción. Así lo viví en la universidad, donde se veía como algo aberrante que un ciego pretendiera estudiar sicología. “Otra vez mi falta de sumisión que si bien me hizo un sujeto incómodo, me permitió hacer mi carrera, a partir de la construcción de la mirada que yo necesitaba, sustentada en mi historia significante”.
Así construyó sus propias sensaciones, miradas e imágenes para enseñar a sus hijas a andar en bicicleta, para experimentar que se sentía viajar en motocicleta y después, llegó a la fotografía por una demanda de sus hijas. Y aun cuando se considera un aficionado, se dio a la tarea de capturar “ese objeto perdido y cargado de afectos”, porque con la vista de los otros y sus comentarios, comenzó a construir cada imagen.
Tiempo después comenzó a hacer desnudos femeninos, porque como dice Eugene Bavcar, “lo femenino desea que se le devuelva la mirada”. De esa manera, junto con sus modelos comenzó a construir las imágenes, a planearlas previamente, establecieron una relación de discurso significante y le dieron forma a las ideas.
“La fotografía entonces, se convirtió en un medio para no ceder ante el deseo de ver; no pretendo intelectualizar acerca de cómo ven los ciegos, porque los ciegos no son una homogeneidad, son sujetos y cada quien ve de manera distinta. Esta es mi manera de empezar a construir imágenes, pero de ninguna manera implica que así lo tengan que hacer los demás. Las imágenes se construyen a partir de una historia discursiva significante; pretender establecer cómo los ciegos pueden construir la mirada, sería tan aberrante como los discursos institucionales que intentan decir qué se debe mirar o ver”, destacó.