La fotografía invidente es una acción social que implica un diálogo, aseveró el investigador Diego Lizarazo

  • Artes plásticas y fotografía
Información: AMS
Comunicado No. 1001/2010
05 de julio de 2010

***El fenómeno básico de ese acto comunicativo es la sorpresa del vidente, ante algo que le resulta incomprensible

Para Diego Lizarazo, doctor en Filosofía e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, la sorpresa de los videntes ante la fotografía invidente, es el principio que hace posible el proceso comunicativo con algo que le resulta incomprensible por su origen; representa lo inesperado, lo inusitado y a veces lo inaudito.

Participante en el Noveno Coloquio de 17, Instituto de Estudios Críticos que se desarrolla paralelamente a la exposición internacional de fotografía de ciegos La mirada invisible (abierta al público en el Centro de la Imagen con auspicios del Conaculta), Lizarazo impartió la conferencia Sorpresa y perplejidad vidente ante la imagen invisible,  en la Biblioteca de México “José Vasconcelos”.

Señaló que la sorpresa vidente ante la fotografía invidente, constituye un asombro que a su parecer, puede desenlazar en tres estados de creencia fundamentales: la negación con que el vidente cancela la posibilidad de la producción icónica del ciego; la perplejidad que fundamentalmente consiste en una parálisis del juicio; y la interrogación, que implica una doble dimensión, pues está cerca de quien interroga y busca aproximarse al interrogado, en busca de desentrañar algo que no se comprende.

      El estudioso de la hermenéutica de la cultura y de teoría de la imagen, indicó que en la lectura que los videntes hacen de la fotografía invidente, se encuentra una dinámica esencial en la que las imágenes requieren ser experimentadas, sentidas, vistas o escuchadas por otros para constituirse. “Requieren no solamente el proceso de gestación sino también, reclaman necesariamente una lectura, una expectación, una fruición sin la cual se quedan en silencio”.

      Lizarazo señaló que podemos considerarla una experiencia simbólica, porque contiene un enigma y la fuerza de ese enigma se constituye en un sentido que nos obliga a cuestionar continuamente, lo que desde su perspectiva implica reposicionar parte del juicio crítico que, en cierta medida, se ha ejercido contra el extrañamiento vidente ante la fotografía de los ciegos.

      “Me parece que al descreimiento y la dubitación ante esta producción icónica, ocupa un lugar estructural en este proceso de comunicaciones posibles entre videncia e invidencia. Y me parece que acceder a esos sentidos, es apelar a un campo de comunicaciones entre mirada vidente e interrelación invidente”, abundó.

      Consideró que esta ruta del asombro constituye la condición que permite advertir la alteridad de la mirada, otra mirada que se cristaliza en esas imágenes inquietantes por lo inusual de su producción. En ese sentido, afirmó que la sorpresa vidente en ese sentido da cuerpo al andamiaje para convocar a un proceso de comunicación.

      Diego Lizarazo resaltó que la fotografía y el  cine implican un territorio donde se fusionan miradas y que a través de la imagen, convierten esa mirada empírica en mirada textual, la fijan en texto y en la percepción del espectador; de esta suerte, se alinea, se vivifica y se convierte nuevamente en mirada empírica en tanto la convertimos en nuestra propia mirada.

      Pero desde su punto de vista, la fotografía invidente agrega un grado de complejidad, “pues los ojos que ponen el texto para que mi mirada vea, son ojos que sin ver proponen un acto de mirar; el acto en ese sentido adquiere aquí su mayor complejidad, pues desde el fotógrafo invidente miro un sentir que cedo al otro en una imagen que no veo”.

      Si bien reconoció que toda fotografía y en general toda imagen, conlleva un discurso que la circunda e impregna a la imagen de palabra, puntualizó que en la fotografía invidente esa codependencia imagen-discurso es mucho más intensa, casi inexorable y su circulación social lleva la huella de ser producida por un invidente, con una densidad que no se difumina como ocurre con otras imágenes.

      Lizarazo hizo notar que la fotografía invidente, como cualquier otra, es una acción social que implica diálogo, pone en juego una conversación. Y en ese sentido, refirió que detenernos en la experiencia del mundo de sentidos desde el cual se produce o en su cristalización plástica, es minar su debilidad, pues esa imagen se insufla, se llena de valor en la fruición vidente o invidente.

      A decir del investigador, La fotografía invidente muestra los límites de la visibilidad. Es un tipo de fotografía que propicia la sorpresa y eso, significa que su poética tiene la capacidad de convocar un enigma social; produce una gran pregnancia social, una escucha, tiene un magnetismo simbólico que puede iniciar con una negación o con una interrogación casi infantil, pero esas preguntas despliegan una inquietud intelectual y también un estado imaginario.

      “Es una interrogación impregnada de cierta cualidad mágica cuando menos en un doble sentido: el enigma de la imagen y el enigma del imaginario, esta poética fotográfica organiza una doble experiencia de percepción y de interpretación simbólica, por la perplejidad ante el acto fotográfico extraordinario y por el sentido que ese acto está buscando”, concluyó.