María Guerra jugó un papel fundamental en la internacionalización del arte mexicano

  • Artes plásticas y fotografía
Información: AMS
Comunicado No. 1152/2010
29 de julio de 2010

***Al frente del colectivo Atentamente la Dirección, apostó por el performance como medio para romper con las prácticas artísticas oficiales

Tras definir a María Guerra (1957-1999) como una de las principales promotoras de la internacionalización del arte mexicano, una mujer vanguardista y transgresora, quien a través del colectivo Atentamente la Dirección apostó por el performance como medio para romper con las prácticas artísticas oficiales, Guillermo Santamarina y Dominique Liquois, afirmaron tener una deuda de vida con ella.

Participantes en la primera sesión de Diálogos, iniciativa del Museo Tamayo que convoca a reconocidos artistas y personajes culturales mexicanos a invitar a una figura con quien desea sostener una conversación pública; o bien a celebrar “diálogos imposibles” entre personajes disímbolos entre sí o ya fallecidos, Santamarina y Liquois hablaron de la figura y el trabajo de María Guerra, una de las primeras curadoras independientes en México.

       Al hablar de la trayectoria de María Guerra señalaron que se formó como artista visual y como historiadora del arte en Francia, España y Suiza; y a finales de los años ochenta se instaló en Nueva York donde trabajó como curadora en distintas galerías.

       A su regreso a México promovió diversas actividades culturales extraoficiales, a través de las cuales impulsó a una nueva generación de curadores, críticos y artistas tanto mexicanos como extranjeros que se radicaron en nuestro país como José Bedia, Ricardo Rodríguez Brey, Rubén Torres Llorca, Arturo Cuenca, Melanie Smith o Francis Alÿs.

       Guillermo Santamarina, quien actualmente se desempeña como curador del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) y Dominque Liquois, artista francesa quien vino a México en 1982, señalaron como precedente de su práctica curatorial, María Guerra encabezó en los años ochenta, junto con Eloy Tarcisio, el colectivo Atentamente la Dirección,  grupo multidisciplinario creado en 1983, del que también formaron parte Vicente Rojo Cama, Mario Rangel Faz, , Carlos Somonte y la propia Dominique Liquois, entre otros, quienes por el performance como medio para romper con las prácticas artísticas oficiales.

       A su llegada a México, Dominique Liquois conoció de forma azarosa a María Guerra en el Museo de Arte Moderno y con ella formó este grupo, con el que participó en las distintas acciones que emprendieron. En 1985,  volvió a Francia y María se fue a Nueva York. En Francia terminó su tesis doctoral titulada El trabajo colectivo en las artes plásticas del México contemporáneo e inició su carrera como pintora; desde 1988 trabaja en el Musée National d’Art Moderne, Centre Georges Pompidou.

       A decir de Liquois, en un cierto momento María Guerra decidió que no era artista sino que tenía más talento para organizar exposiciones. “Quizás sus cualidades creativas se afirmaban más dentro de un grupo, tenía poder de convocatoria (una energía federativa) y una sensibilidad muy fuerte para detectar y revelar los talentos ajenos. Sin embargo para mí también fue una gran artista”.

       Agregó que esa energía fue el gran poder que María tuvo para armar alrededor de ella un grupo de artistas, curadores, críticos y promotores que fueron parte de ese momento en el que el arte mexicano neoconceptual,  buscó su lugar en un contexto internacional.

       Santamarina, quien en la década de 1990 organizó el FITAC en Guadalajara, foro que invitaba a críticos y curadores a reflexionar sobre las prácticas artísticas contemporáneas, pertenece a la generación de curadores que surgieron durante la década de 1980 junto con María Guerra, como Rubén Bautista y Olivier Debroise, quienes desde distintas posturas, tanto estéticas como políticas, propusieron discursos alternativos a los ofrecidos por las instituciones culturales del Estado.

       Refirió que María Guerra ayudó a configurar los espacios de visibilidad de una nueva generación de artistas, quienes no tenían cabida en el discurso ni los espacios oficiales. Al romper con las políticas culturales del Estado, estos curadores pudieron generar nuevos sentidos en las prácticas artísticas a través de exposiciones como Otro arte mexicano: la ilusión perene de un principio vulnerable.

       Santamarina y Liquois describieron a María Guerra como una mujer hermética en cuanto a su actividad. Visitaba los estudios de muchos artistas, de tal suerte que se convirtió en una descubridora de talentos, a los que impulsó para que crecieran tanto en el ámbito nacional como internacional.

       Un año antes de su muerte, comentaron, se había dado a la tarea de organizar Unhoused, una muestra que pretendía reunir a artistas cuya obra debía más a una cultura urbana globalizada que a una identidad nacional o geográfica. Poco antes de morir encargó a Pablo Vargas Lugo y a Laureana Toledo llevar a buen término la que desde su punto de vista hubiera sido la exposición de arte contemporáneo internacional más ambiciosa producida en México.

       Sin embargo, apuntó Santamarina, por diferentes razones  nunca se concretó. Añadió que a poco más de 10 años de su muerte, quienes estuvieron cerca en este proyecto tienen esa deuda de vida con ella y los convocó a recuperarlo, así como a agotar todas las posibilidades para presentarlo.