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Max Ernst encarnó la rebeldía y la experimentación del arte vanguardista

  • Artes plásticas y fotografía
Información: JLB
Comunicado No. 1244/2010
13 de agosto de 2010

***La novela-collage del artista suerrealista Una semana de bondad se exhibe en el Muse Nacional de Arte

***El artista alemán desarrolló varias técnicas, “poemas visibles” llamaron los surrealistas a sus collages

“Yo sólo tuve que reproducir obedientemente aquello que se hizo visible dentro de mí”, escribió alguna vez el artista alemán Max Ernst, para explicar la fuente de su inagotable inspiración. Figura central de dos de los movimientos artísticos más relevantes de principios del siglo XX: Dadá y Surrealismo, Ernst participó activamente tanto del espíritu rebelde como de la experimentación técnica que cambiaron para siempre la concepción y expresión del Arte.

Nacido en Brühl, Alemania en 1891, Max fue hijo de un maestro de sordomudos, después de concluir su bachillerato en 1909, se inscribe en la universidad de Bonn en clases de filosofía e historia del arte y evitando aprender algo que “degenerara en un modo de ganarse el pan de cada día”. También estudió psiquiatría lo que le permitió acercarse a las obras realizadas por enfermos mentales.

Pintor desde muy joven, Max imita a los impresionistas sin imaginar el sismo interior y exterior que está por vivir. Estalla la Primera Guerra Mundial, “la gran marranada” en palabras del artista en cierne. Participa como artillero y resulta herido. En 1916, el alemán Hugo Ball funda en el Cabaret Voltaire de Zurich (Suiza) lo que será el movimiento Dadá, que inicia con un espectáculo poético-musical libérrimo que va contra todos los convencionalismos.

       Harto del corsé del arte, Ernst se suma al año siguiente a las ideas de Dadá, siguiendo los pasos de su amigo Hans (Jean) Arp, y donde ya milita el rumano Tristan Tzara, a la postre el más importante poeta del movimiento.

       Tratemos de imaginar por un momento la energía creadora y rebelde en estado puro liberada por Dadá, sus postulados iban en contra del imperio de la razón y el positivismo imperantes, poniendo por delante el azar, el juego, la inacción. Dadá propugna, en cambio, la desenfrenada libertad del individuo, la espontaneidad, lo inmediato, actual y aleatorio, la crónica contra la intemporalidad, la contradicción, el no donde los demás dicen sí y el sí donde los demás dicen no; defiende el caos contra el orden y la imperfección contra la perfección.

       Max, que ya había comenzado a trabajar con el collage (técnica que sobrepone recortes o pedazos de cualquier material en un sólo plano), participa en la segunda exposición del grupo; en 1919 acompaña a J.T. Baargeld en la apertura de la “sucursal” Dadá de Colonia, que más tarde se convertiría en la Zentrale W/3 Stupidia, tras unírseles Hans Arp. En 1920 participa en la primera Feria Internacional Dadá en Berlín, en la galería de Otto Burchardt, donde destaca la participación de Otto Dix y Georg Grosz.

       Los primeros collages de Ernst (a los que llamaba “Fatagaga”) se muestran en la trastienda de una cervecería de Colonia, llamada Winter, a la que se accedía después de pasar por los baños. En la inauguración, una niña pequeña vestida de primera comunión abría la puerta y decía poemas obscenos. Max colocó un pedazo de madera del cual pendía un hacha, la obra invitaba al público a tomar el hacha y destruir la madera. Ante la irritación y las quejas del público, la policía clausuró la muestra bajo el cargo de obscenidad.

       La época de París

       Tanto Arp como Ernst participarán también, a principios de los años veinte en la incursión Dadá en París. André Breton, que conoce sus collages, lo invita a exponerlos en 1921 en la librería Au Sans Pareil. Así, tres años antes del primer Manifiesto surrealista, Ernst se instala en el centro mismo de la ola vanguardista que se dará cita en la Ciudad Luz. Tarde o temprano se cruzarán en su camino artistas de la talla de Tzara, Breton, Picasso, Aragon, Éluard, Crevel, Desnos, Soupault, Artaud, Dalí, Miró, Buñuel, Man Ray, Magritte y un largo etcétera.

       Con Breton como principal ideólogo y líder (aunque no el único) se rebasó la revuelta dadaísta y se sentaron las bases del Surrealismo, cuyos manifiestos dieron dirección y sentido a la nihilismo Dadá, sumando también los postulados de Sigmund Freud (los sueños, el subconsciente), de Carl Marx (la crítica del sistema de explotación capitalista) y el comunismo a su propuesta artística (literaria, de arte visual, escénico y cinematográfico, etcétera).

       No hay que olvidar que los surrealistas propusieron ejercicios artísticos, los llamaban “juegos”, que buscaban desentrañar la “verdad” de la realidad sin pasar por el filtro de la lógica racional, como la escritura automática, el cadáver exquisito (escritos o dibujos realizados entre varios participantes), y la creación de imágenes que expresaban emociones y no ideas preconcebidas.

       Dentro del Surrealismo, Ernst se sintió como en casa y comenzó a experimentar para expandir su arte, desarrollando técnicas como el frottage (que consiste en calcar en una hoja o lienzo las formas sinuosas de un objeto —por ejemplo, una corteza de árbol— mediante el uso de carboncillo) y, posteriormente, también el grattage (técnica por la que se raspan o graban los pigmentos ya secos sobre un lienzo o tabla de madera), para reproducir el efecto de la escritura automática en el ámbito de las artes visuales.

       Para 1929 realiza la primera de sus novelas-collages La Femme 100 têtes (La mujer de 100 cabezas), ese mismo año participó en un pequeño papel en La edad de oro, de Buñuel. En 1930, dio a conocer Rêve d’une petite fille qui voulut entrer au Carmel (Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo). Cinco años más tarde, publica Une semaine de Bonté ou les sept Eléments capitaux (Una semana de bondad o Los siete elementos capitales), su mayor novela-collage.

       También incorporó a su trabajo pictórico la técnica de la decalcomanía, inventada por Óscar Domínguez, otro pintor surrealista, que utilizará en sus pinturas realizadas en Estados Unidos, después de 1941. Un año más tarde desarrolló el dripping (goteo), que será utilizada por pintores como Jackson Pollock.

       Las novelas-collage

       Para realizar sus novelas-collage, Ernst utilizó la técnica de recortar de viejos manuales y catálogos del siglo XIX imágenes que vuelven a ser colocadas de manera azarosa, creando nuevos y misteriosos significados, más cercanos a la irracional composición-narrativa de los sueños.

       Desde 1919 Ernst había advertido el poder transgresor del collage: “[...] su propia absurdidad provoca una intensificación repentina de mis facultades visuales, una sucesión de alucinantes imágenes contradictorias [...] Para pintar o dibujar basta añadir a las ilustraciones un color, una línea, un paisaje ajeno a los objetos representados [...] Estos cambios, nada más que unas representaciones dóciles de lo que es visible dentro de mí..., transforman las banales páginas de anuncios en unos dramas que revelan mis deseos más secretos”.

El propio Breton tenía en alta estima dichas obras de Ernst, a las que consideraba el ejemplo más acabado del “humor negro” surrealista: “Dentro de las limitaciones inherentes a un libro, nada hay, a este respecto, más logrado, más ejemplar, que sus tres novelas de ‘collages’.”

Durante un viaje al palacio de Vigoleno, en el norte de Italia en 1933, Max creó Une semaine de Bonté, su tercera novela visual que hizo recortando viejos folletines de novelas francesas del siglo XIX, ilustradas con grabados (algunos de Doré), para transformar el entretenimiento popular de aquella época en subversión.

       El doctor Werner Spies, máxima autoridad en la obra de Ernst y otros surrealistas, comisario de la exhibición mundial de Una semana de bondad, ha escrito que las obras de Max “escapan, sin cesar, a una intervención lógica, a una explicación definitiva, liberadora. Sólo podemos intentar definiciones, interpretaciones, y eso es lo que resulta irritante: un material en el que se perciben claramente los detalles originarios y que designa cosas realmente existentes, pierde, como consecuencia de algunas manipulaciones, toda razón de ser aparente, hasta el punto de verse privado de su ser primigenio en la nueva unidad de la que participa. La interpretación de los contenidos, su comprensión concreta, no ha sido posible hasta ahora.”

       Las 184 láminas originales que integran Una semana de bondad pocas veces han sido exhibidas (aunque cientos de veces reproducidas). Se mostraron por primera vez poco antes del inicio de la Guerra Civil Española, entre marzo y abril de 1936, en los bajos de la Biblioteca Nacional, entonces sede del Museo Nacional de Arte Moderno.

       Al huir de la Segunda Guerra Mundial, los originales llegaron con Ernst a Estados Unidos, donde quedaron en poder de su viuda, la pintora estadounidense Dorothea Tanning, quien los vendió al coleccionista Daniel Filipacchi. Así, permanecieron guardados por casi 70 años. En 2008, dicho coleccionista, accedió a exhibir los originales de Una semana de bondad, en una gira mundial que tocó museos de Viena, Brühl —ciudad natal de Ernst—; Hamburgo, así como la Fundación Mapfre de Madrid y el Museo de Orsay, para culminar en el Munal, de la ciudad de México.

       Spies externó que los collages de Ernst tienen “algo de crimen perfecto, pues no hay indicios del lugar donde usó las tijeras”. De acuerdo con el especialista, que escribió el texto del catálogo de la exposición, las novelas-collage “forman parte de las más importantes creaciones producidas por el surrealismo en su rechazo de los convencionalismos literarios y de la omnisciencia del narrador que opera con argumentos psicológicos”.

       A decir de Spies, la publicación Una semana de bondad fue la respuesta del artista del ascenso al poder de Hitler en Alemania. El título hace una alusión irónica a los siete días de la Creación del relato bíblico y los siete pecados capitales, pero también a La semaine de la bonté, emprendida en París en 1927 para promocionar la acción social.

       Heidi Ellison, en Paris Update, describe algunas de los sueños creados por el artista alemán: “El asesinato, la mutilación y el misterio abundan en estas deliciosas creaciones. Bestias con trajes pomposos y medallas clavadas en el pecho. Las mujeres languidecen en la cama, dichosamente ignorantes de que están a punto de ser violadas por inundaciones intempestivas o criaturas con cabeza de pájaro. Un dragón alado se asoma a través de una dama, como si fuera una puerta rota, mientras que una serpiente se esconde a sus pies. Pinturas en las paredes de las habitaciones victorianas representan un derrumbe de rocas o las patas de un caballo en lugar de los retratos o bodegones de costumbre”.

       La exposición Max Ernst: Una semana de bondad. Los collages originales podrá verse en el Museo Nacional de Arte (Tacuba 8, Centro Histórico).