El cuerpo como paisaje, exposición de Jorge Marín, se exhibe en el Museo José Luis Cuevas

  • Artes plásticas y fotografía
Información: RGT
Comunicado No. 1570/2010
09 de octubre de 2010

***Trato de que no impere la frialdad del metal en mi obra, expresa el artista

Con 17 piezas de bronce que recuerdan a las esculturas de la antigua Grecia fue inaugurada en el Museo José Luis Cuevas la exposición El cuerpo como paisaje, del artista michoacano Jorge Marín.

     Con 20 años de vida profesional y con más de 200 exposiciones colectivas en México y otros países, Marín señaló en entrevista que el título de la exposición “me parece muy adecuado; además de poético, sonoro, con mucha presencia, mucho peso, porque el tema fundamental de la exhibición es el cuerpo, la figura humana”.

     Durante la inauguración de la obra, Beatriz del Carmen Cuevas, directora del Museo José Luis Cuevas, destacó que las esculturas expuestas en las salas Marta Traba, José Gómez Sicre y Fernando Gamboa “son un desafío entre la dureza eterna del bronce y las emociones y sensibilidad eterna de los seres que habitamos en el planeta; las máscaras, las alas, las figuras geométricas se unen al espacio con un balance perfecto”. 

     Por su parte, el curador de la exposición y subdirector del Museo de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Alfonso Rafael Pérez y Pérez, destacó que en la obra de Marín se encuentran referencias de la escultura clásica, pero debidamente asimiladas hacia una contemporaneidad que nos permite entender la figura humana como una evolución.

     La exposición El cuerpo como paisaje que se mantendrá abierta hasta el 18 de noviembre próximo, cuenta con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBA), la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal y el Museo José Luis Cuevas.

     El público asistente a la exposición pudo apreciar en la Sala Marta Traba las piezas en bronce: Mujer con listón en Balsa (2009), Ángel en Balsa (2009), Daniela en Balsa (2005) y Victoria arrodillada en balsa (2009).

     “Desde hace seis o siete años estoy exclusivamente trabajando el bronce porque he descubierto que es un material que tiene muchísimas más posibilidades de lo que me imagine; entonces estoy en la exploración de este material”, declaró Marín.

     En la Sala José Jiménez Sicre se pueden observar obras cautivantes por su riqueza estética y grado de complejidad en la forma porque las esculturas son dinámicas. Allí se encuentran: Gimnasta I en cubo (2009), Gimnasta en cubo II alado (2009), Caballo con trenza (2009), Paternidad ecuestre (2010), Flechador ecuestre II (2004), Clavadista 33 (2007), Flechador ecuestre I (2004), y Clavadista 21 (2006).  

     En contraste con la estética de las figuras mencionadas anteriormente, en la Sala Fernando Gamboa se hallan en tamaño natural cuatro figuras desnudas de dos hombres y dos mujeres, seres que se pueden hallar en cualquier parte, pero cuya presencia impacta: Don Javier, Isaías, Tere, y Chayo (2002).

     Al respecto, Marín indicó que “con estas cuatro últimas piezas quise hacer el contraste temático. Yo no soy una gente que únicamente hable del ser humano como plenitud. También me interesa muchísimo que se vea la figura humana en su cotidianeidad, es por eso que trabajé esas figuras”.

     En una de las salas puede leerse una cita de Jorge Marín: “He encontrado en el bronce una fuerza intrínseca que me permite construir cuerpos dinámicos, llenos de movimiento que retan a la gravedad porque giran en el espacio y se balancean apoyándose, apenas, en un punto.

     “Hay sin embargo una contradicción: La sensación que provoca el bronce es de frialdad y dureza, algo que no va con mi obra, no obstante, trato de que no impere su esencia sobre mis esculturas. Al tensar o distender las formas, los volúmenes y los tendones pretendo que mis piezas triunfen en esa lucha y hablen por sí mismas y, al coordinar los cuerpos, parte por parte, trato de que adquieran una voz propia que comunique algo distinto a cada espectador.

     “Considero que una obra plástica semeja un espejo donde cada observador encuentra una imagen diferente pues, él mismo se proyecta, en cuanto corresponde a sus deseos, inquietudes o frustraciones.”

     Con 47 años de edad, Marín realizó estudios académicos en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Culminó su práctica como estudiante con la licenciatura de conservación, restauración y museografía, en la Escuela Manuel del Castillo Negrete del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y de la Secretaría de Educación Pública.

     El artista ha realizado una extensa labor como restaurador de obras de arte. Su obra plástica ha obtenido múltiples reconocimientos tanto a nivel nacional como en el extranjero.