Con su obra, el fotógrafo Lázaro Blanco ha obsequiado al espectador un festín de los sentidos: Raquel Tibol
Comunicado No. 761/2010
21 de mayo de 2010
***La especialista participó en la conferencia previa a la clausura de la exposición Temporarios del fotógrafo mexicano en el Centro de la Imagen de Conaculta

Como un fotógrafo de enfoques limpios, suaves, afectuosos, que evita los efectos pintorescos, definió Raquel Tibol a Lázaro Blanco durante la conferencia en torno a su obra, previa a la clausura de la exposición Temporarios, el próximo domingo 23 en el Centro de la Imagen de Conaculta.
“Es una muestra deslumbrante de imágenes, capturadas por un creador que a lo largo de las décadas ha obsequiado a su público un festín de los sentidos”, afirmó la especialista.
En la conferencia estuvieron presentes Lázaro Blanco, Alejandro Castellanos, director del Centro de la Imagen; Georgina Rodríguez, responsable de la investigación de la muestra y Julieta Giménez Cacho, quien fundó junto con Blanco el Centro Mexicano de Fotografía.
Raquel Tibol recordó que Lázaro Blanco es uno de los fotógrafos que participó en 1980 en la Primera Bienal de Fotografía convocada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, mostrando ya desde entonces un estilo único, alejado de los convencionalismos.
“Lázaro fue en ese primer encuentro un ejemplo del fotógrafo que no labora su material con fines profesionales sino exclusivamente artísticos y que por su dedicación, conciencia estética y sabiduría técnica, sobrepasan largamente la categoría de aficionados. Entre los 65 autores seleccionados él destacó con una muestra de imágenes colmadas de profundidad y ambigüedad”.
Dijo que es precisamente este último término es el que enaltece la obra de Blanco, permitiendo que el espectador resuelva con su imaginación esa misma ambigüedad planteada por las luces y sombras.
Mencionó que el fotógrafo comenzó a trascender con su obra en una época cuando los museógrafos mexicanos no dominaban los específicos requerimientos museológicos de la fotografía.
“No obstante existía una excepción con Lázaro, quien había demostrado sensibilidad y sabiduría para exhibir material fotográfico como director de la galería de la Casa del Lago, donde organizó en los años setenta extraordinarias muestras de fotógrafos consagrados y también de novatos”.
Al hacer un recuento de las exposiciones que desde 1973 montó Lázaro Blanco, Tibol recordó la del Panorama Histórico de la Fotografía Cubana, que a través de más de 300 fotografías abrió una nueva perspectiva a los mexicanos sobre el trabajo creativo que se realizaba en esa isla.
Aseguró que esta cualidad comunicativa para armar exposiciones de gran trascendencia se refleja también en la obra del fotógrafo, quien en cada imagen muestra una textura anímica común, producto del abordaje por ciclo de temas nacionales mexicanos.
“A través de su visión se elude lo folclórico y lo pintoresco de un panorama geográfico vistoso y colorido, descartando la frivolidad, quedando en su obra la alusión directa y el planteo sutil”.
En el extenso análisis que la célebre crítica hizo de la obra del artista, afirmó que una de sus preocupaciones como fotógrafo ha sido el traducir en imágenes tanto el espacio como al hombre propiamente mexicano, además de mirar dialécticamente la pluralidad de estos elementos.
“Lázaro ha querido reflejar sin urgencias periodísticas una realidad compleja y rica, además de dar en plazos menos perentorios su interpretación de aquello cuanto vemos o de lo que sus imágenes habrán de revelarnos al reinterpretar las apariencias”.
Evocó cuando en 1990, Lázaro Blanco presentó en el Museo Mural Diego Rivera 54 fotografías realizadas desde 1967 sobre los músicos populares, abarcando diversas poblaciones del país y sorprendiendo nuevamente con la magia de las imágenes que mostraban a intérpretes en plazas, calles, cantinas, festivales y bodas.
Visiblemente emocionado, Lázaro Blanco se limitó a agradecer a los presentes y el respaldo del Conaculta y el INBA a través del Centro de la Imagen para el montaje de esta exposición que reúne cuatro décadas de trabajo.
“Lázaro Blanco además de ser físico de profesión, un profesor muy importante de escuela superior, de ser un notable museógrafo, fotógrafo y escritor, es una figura con una gran virtud: la humildad, pero entendida como la de alguien que reconoce que hay otros que pueden ver las cosas”, concluyó Raquel Tibol.