La postura del hijo, cinta perfecta y maravillosa de principio a fin

  • Cine
Comunicado No. 0/2014
23 de enero de 2014

 

 


La postura del hijo es, de principio a fin, una obra perfecta y maravillosa. Trazada con filigrana, no desmerece en ningún momento. Su ritmo nunca decae, nunca mengua ni pierde significación y profundidad. No es un divertimento fácil; es un trabajo realmente humano.


Todo lo anterior es esta cinta que se exhibe dentro de la 55 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, en la Cineteca Nuevo León del Centro de las Artes.


La  55 Muestra-que se proyecta del 8 de enero al 28 de febrero en Monterrey- es organizada por el CONARTE, a través de la Cineteca Nuevo León y en colaboración con CONACULTA.


Al inicio, la cámara encuadra a Cornelia como si se le estuviera entrevistando o tomando encuesta para un programa de televisión. Así, el director rumano Calin Peter Nezer, nos introduce al personaje principal, dibujándola con algunos cuantos datos que ella misma arroja. Entonces comenzamos a barruntar su situación familiar: el caldero en que se cuecen todas nuestras patologías y cualidades.


“Te lo dije, debiste tener dos, así tendrías a cual preferir”, le dice su hermana, al respecto de su hijo Barbu. Cornelia está olvidada por su hijo y sufre esa distancia como si fuera el abandono de un amante.


Conocemos entonces el principal rasgo de su carácter: es una obsesa de su hijo. Después, en una conversación con la sirvienta de la casa de su hijo, intenta, a través de ella, enterarse de los menores pormenores de la vida de su hijo, como por ejemplo: ¿qué está leyendo? Cuestiona todo, si hay un libro sobre una superficie y el estado de éste: “le regalé un libro de Herta Müller, otro de Pamuk…son premios Nobel”, menciona con extrañeza. En este guiño, el director pareciera señalar lo falso de que la cultura ostensible derive humanidad. De un hogar burgués y abúlico como el de Cornelia y su hijo, puede resultar la peor insensibilidad.


La acción toma forma cuando, durante un recital, Cornelia es enterada a través de su hermana de que su hijo ha participado en un accidente. La madre azorada se pregunta en qué hospital está, y la hermana le responde que él está bien, su participación es haber atropellado a un niño de catorce años. Tía y madre van a buscar al joven a la estación de policía.


Barbu no es un adolescente, es un adulto de más de 30 años, que se muestra como en un estado de marasmo, incapaz de articular palabra o tomar una decisión por sí mismo. Por él habla su madre, que protectora se enfada con los agentes de policía que no quieren cooperar: “quieren lanzarse como hienas sobre mi hijo”.


Ese será el otro nudo de la historia: el intento de la madre por sobornar cielo, mar y tierra para rescatar  su hijo y la poca cooperación de éste, que más bien odia a su madre. La cinta oscilará entre una problemática y otra mostrándolas con toda su intensidad: la crueldad y sobre todo, frialdad a que puede llegar un testigo, un jefe de la policía o un investigador, la madre misma, por sacar el mejor provecho para sí; y por otra parte, el odio que el hijo ha acumulado frente a la madre opresora, no consciente de la tiranía que significa tanto amor.


El nudo parece desatarse cuando van a visitar a los padres del niño asesinado, que velan a su hijo. La intensidad dramática de este momento es realmente virtuosa. Nunca cae en la manipulación barata ni en la cursilería, es realmente impresionante cómo, Peter Nezer ha logrado mantener un justo equilibrio.