Reconocimiento y difusin de expresiones populares ofrece el Diccionario de modismos mexicanos 18/enero/2012 00:00 Libros, revistas y literatura En general, las palabras de uso cotidiano están alejadas de los cánones y reglas que imponen los diccionarios de la lengua española. Sin embargo, el ensayista, editor y traductor especialista en los escritores beat en México, Jorge García-Robles, se dedicó a compilarlas para dando forma al Diccionario de modismos mexicanos, que fue presentado en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. En la presentación participaron Miguel Capistrán, Guillermo Samperio, Alberto Vargas y el propio autor; el texto es coeditado por Conaculta, a través de la Coordinación Nacional de Literatura del INBA, y editorial Porrúa. El texto reúne más de 11 mil palabras de uso cotidiano, que generalmente no se encuentran definidas en otras ediciones pero que poseen un valor específico por la aceptación que tienen entre la población; algunos de ejemplos son “acalambrarse”, “chido”, “güey”, “madruguete” y “picudo”. García-Robles realizó está compilación durante nueve años, tiempo durante el cual identificó los modismos a través de películas, periódicos, regionalismos, canciones y del habla cotidiana de los diferentes estratos sociales de la sociedad mexicana. Para Alberto Vargas los modismos mexicanos reunidos por el autor son una radiografía del habla cotidiana de la sociedad, con lo cual se genera un interesante aporte a un tipo de conocimiento que es desdeñado por las academias de la lengua. “Estas palabras provienen del caló, pero son también las que dieron forma al armazón de nuestro lenguaje cotidiano, pues todos conocimos desde niños con vocablos que no entendíamos en su momento pero que sirven para expresarnos, los cuales nos quitan de tajo en la escuela. “El autor de este diccionario habla de los modismos como una sublengua, pues se aleja de la que impone la academia, el discurso oficial de las escuelas que se reproduce en todo el país; ese es su principal aporte, pues le otorga por primera ocasión un lugar central, que por su relevancia, es necesario darle y que nuestros jóvenes conservan y les dan vigencia”. El diccionario define “chido” como a la persona, cosa o situación buena y agradable; “buey” o “güey” es la persona tonta o zonza; “mocharse” es otorgar o compartir; “de pelos”, algo o alguien excelente o maravilloso; “picudo”, alguien que se destaca y ejerce algún tipo de poder sobre los demás. Miguel Capistrán, en su oportunidad, comentó que este diccionario “le cuachalanga”, y que admira a los escritores que domina el lenguaje cotidiano, que no se someten a las reglas de la academia, que se niegan a aceptar aquellas palabras que no se pueden definir ni entienden todos. “La academia se equivoca con una frecuencia sospechosa. Por ejemplo no registra la palabra ‘chido’, que sustituyó a ‘chiro’, que duró apenas unos cuantos años en nuestra sociedad y que a su vez ocupó el lugar de ‘chicho’, las cuales son representativas de varias generaciones de nuestro país, pues en los años 30 era una costumbre decir ‘el muchacho chicho de la película gacha’. “Ese es un ejemplo de cómo sobrevive el lenguaje coloquial al tiempo y las modas, al mismo tiempo demuestra cómo el leguaje está vivo, a diferencia de lo que ocurre en los ‘tumbaburros’ de la academia; de esta manera García-Robles pone en relieve la importancia del habla cotidiana, que es a fin de cuentas la que impera en nuestra sociedad”. Jorge García-Robles dedicó cerca de nueve años para lograr reunir alrededor de 11 mil voces, entre palabras y frases usadas comúnmente por los mexicanos. Aseguró que en este trabajo enfrentó dificultades como la falta de interés por clasificarlo, la escasez de fuentes de referencia y los escrúpulos morales de muchos autores que consideran impropias algunas palabras. Detalló que los modismos incluidos en el diccionario poseen un cierto grado de informalidad y que entre más sean aceptados socialmente, tendrán menos espacios en las compilaciones que realiza la academia, pues su convencionalismo radica en la agresividad con que se expresan. “Agradezco los comentarios de quienes me acompañan esta noche, sobre todo en el sentido de resaltar los aportes de mi trabajo, pero estoy lejos de querer convertir este trabajo en algo similar a lo que realiza la academia. “Me refiero a que no pretendo definir y señalar el uso de las palabras, mi interés se centra en generar una compilación de palabras de uso cotidiano que simplemente no contaban con un texto dedicado a ellas y que a pesar de ello, son uso cotidiano, todos las entendemos y empleamos para expresarnos, una relevancia que es innegable”.