Rinde la Academia Mexicana de la Lengua homenaje a Ernesto de la Pea 13/septiembre/2013 00:00 Libros, revistas y literatura La obra potica, su faceta como traductor y su exquisitez como ser humano, fueron los aspectos sobre Ernesto de la Pea a los que los miembros de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, Concepcin Company Company y Eduardo Lizalde se refirieron al recordar al traductor y polglota, a un ao de su fallecimiento. En sesin pblica, Eduardo Lizalde dijo que poco se ha estimado lo que realmente represent la obra potica de don Ernesto de la Pea, quien conoca la poesa de todas las lenguas y pocas, y hablaba muchas de ellas con diccin, conocimiento y sensibilidad.   “Por sus enormes capacidades y dotes, Ernesto de la Peña (ciudad de México, 21 de noviembre de 1927 – 10 de septiembre de 2012) era visto como el sabio, el expositor, el hombre con bonhomía e ingenio inagotables, que exhibió en conferencias personales, la televisión, la radio y sus propios escritos”, manifestó el poeta Eduardo Lizalde al conmemorarse un año de la desaparición del maestro de la pluma y la traducción.En sesión pública solemne, realizada en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes, la Academia Mexicana de la Lengua (AML) rindió homenaje al escritor, filólogo, políglota y difusor cultural.El autor de El tigre en la casa dijo que poco se ha estimado lo que realmente representó la obra poética de don Ernesto de la Peña, quien conocía la poesía de todas las lenguas y épocas, además de que hablaba muchas de ellas con dicción, conocimiento y sensibilidad. “Ernesto tenía un sentido agudo de los textos históricos, filosóficos, mitológicos, lingüísticos o poéticos que leía. Poco se ha apreciado lo que representaron las publicaciones de sus textos poéticos. Si los hubiera publicado en los años 60 habría sido calificado como un de los grandes poetas de la mitad del siglo XX”, aseveró.Jaime Labastida, actual director de la Academia Mexicana de la Lengua, se refirió a la tarea de traductor de quien fue Premio Nacional de las Ciencias y Artes 2003; en especial de su traducción del griego al español de Los evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.“La traducción marcó un hito sin duda excepcional en México por varias razones. Por primera vez en la historia de nuestro país un escritor laico y agnóstico por añadidura logró traducir el texto del griego al español. No fue miembro de ninguna iglesia, ni profesó credo alguno, fue sin embargo un estudioso de las religiones para las que mostró siempre un enorme respeto”.El doctor Honoris causa por las universidades de Michoacán y Sinaloa, recordó que Ernesto de la Peña empezó a estudiar la lengua griega desde niño. “A los seis años ya conocía las letras de su alfabeto, con extrema avidez inició pronto la lectura de La Biblia, al igual que del Antiguo que del Nuevo Testamento; esa lectura le abrió las puertas a un mundo fascinante: a la historia de las religiones”.En el acto, en el que estuvo presente María Luisa Tavernier, viuda de Ernesto de la Peña, la lingüista Concepción Company Company recordó así al autor de Las estratagemas de Dios.“Era un gran señor, un filólogo, un sabio en lo profesional y en la vida. Junto al gran profesional había un gran ser humano comprometido. En la persona que conocí había un profesional de excelencia, un hombre ilustrado, un humanista en todo el sentido de la palabra”.Indicó que en 1993 fue designado miembro de número de la AML, distinción que desempeñó de una manera absolutamente institucional, activa y con constante trabajo colaborativo, hasta su muerte.“Fue gran conocedor de literaturas europeas medievales tardías, un agudo lector y conocedor de la literatura española aurea. En el tiempo que conocí a don Ernesto su exquisitez y goce de la vida eran rasgos inherentes de su personalidad. Era un poeta con elevado sentido vital y erótico; gran difusor de la cultura, hombre del radio y la televisión”.Recordó que el galardonado en 2007 con la Medalla de Oro otorgada por Bellas Artes empleaba su conocimiento de lenguas para contar anécdotas de errores lingüísticos e indicó que por encima de su trabajo, obra y conocimientos fue un maestro, ser humano generoso y a cabalidad.“Los grandes son normales, sencillos y generosos. En el caso de Ernesto de la Peña era un octogenario siempre jovial. Su compañía académica fue un privilegio y su amistad un honor”.