Aborda en un libro la complejidad y sencillez de la vestimenta de las poblaciones originarias de México 06/octubre/2014 00:00 Libros, revistas y literatura Volumen de Carla Fernández La vestimenta que usan las comunidades originarias de México es más compleja que muchas de las piezas de la moda que se produce en el mundo, son diseños que hablan de cosmovisiones, que no tienen que ver con una moda, o temporada o con lo efímero, pasajero y desechable, un lienzo que de día es una falda, bien puede servir de cobija en la noche.  Esta es la historia que nos va relatando Carla Fernández a retazos para ser fiel al objeto del que habla en su libro El manual de la diseñadora descalza y a la par describe el Taller Flora A.C.   Cuadrados, rombos y rectángulos; la vestimenta indígena es geometría pura.  Pliegues, pinzas y dobleces; la vestimenta indígena es movimiento puro. Telas creadas a mano, confeccionadas al ritmo del cuerpo en los telares de cintura; el vestido indígena es vida. Manufactura que no requiere tijeras ni cintas métricas, ni máquinas de coser, porque se mide con los dedos con cuartas y con los codos. La tela tiene una historia que se va haciendo conforme se teje, y nada se desperdicia, de ahí que no se corte. La vestimenta que usan las comunidades originarias de México es más compleja que muchas de las piezas de la moda que se produce en el mundo, son diseños que hablan de cosmovisiones, que no tienen que ver con una moda, o temporada o con lo efímero, pasajero y desechable, un lienzo que de día es una falda, bien puede servir de cobija en la noche. Esta es la historia que nos va relatando Carla Fernández a retazos para ser fiel al objeto del que habla en su libro El manual de la diseñadora descalza y a la par describe el Taller Flora A.C. El huipil triqui de San Andrés de Chicahuaxtla es una alegoría bordada que así se explica: "con el huipil puesto la mujer asemeja a una mariposa. Así, la cabeza de la mujer es el centro del universo, los triángulos formados por listones son los rayos y los que cuelgan por la espalda representan la lluvia o la serpiente de lluvia". Mítico es el origen que señala que cuando la gente surgió en el mundo descubrió el malacate, y entonces las mujeres comenzaron a hilar el algodón. El  huipil fue la prenda que  los primeros pobladores del mundo usaron, de acuerdo con la leyenda. Esta prenda tiene siempre un espacio en blanco en el que se teje un gusano que simboliza el final o la muerte. Acompañan al relato imágenes de las diversas figuras que se bordan, éstas permiten al lector perderse en la apreciación de cada estilo de vestimenta. A esto le sigue una variedad de ilustraciones que enseñan los estilos del enredo, falda prehispánica que se coloca alrededor de la cadera y se sostiene con una faja,  conforme a las diferentes culturas que lo usan: otomí, tzotzil, nahua, etc. Tilmas, tápalos rebozos, son el complemento del vestido indígena, en El manual de la diseñadora descalza se ilustra un catálogo de esta prenda tan característica en la cultura mexicana. Le siguen las fajas, morrales y huaraches, accesorios también imprescindibles para comprender la historia de vestido. "Un manual es solo un punto de partida, pues la única forma de conservar la tradición es por medio de la innovación", refiere Carla Fernández en la segunda parte de su libro, cuyo punto de partida es crear un puente que permita reinterpretar los oficios rurales. Así pues, la esta parte está dedicada a dar a conocer cómo se estructura un método de trabajo con las distintas comunidades, cómo se comparte el saber, y cómo se organiza un taller de estas características. Se divide en cinco etapas el taller: preparando el viaje, el método de la raíz cuadrada, taller de diseño, organización y producción y por último comercialización y mercadotecnia. El taller ha tenido varias subvenciones, ha trabajado para la Dirección General de Culturas Populares del Conaculta y para el Fonart, también lo ha hecho con ONG’s e instituciones privadas que se interesan en el desarrollo sustentable, comercio justo, diseño y programas dedicados a la mujer. Taller Flora se concibe como un laboratorio móvil de diseño, porque es muy importante conocer a los artesanos en sus comunidades y en sus lugares de trabajo. Resulta relevante aclarar que el 90 por ciento de los artesanos textiles en  México son mujeres, y la mayoría de ellas son cabezas de familia y proveedoras, además de cuidar a la familia, el hogar, sembrar, mantener las tradiciones, y reciben un  ingreso muy bajo, de 20 pesos diarios. Ante estas condiciones es que Taller Flora propone un cambio. Un diario de las actividades que se desarrollan día a día, ilustra cómo se trabaja con las artesanas, haciendo que este libro sea una guía, un catálogo, una fuente de acercamiento y conocimiento de un hacer que pasa la más de las veces por ser una actividad frívola. Este libro da testimonio de que para la cultura del país, la vestimenta es un asunto de profundas raíces y una actividad que necesita un mayor impulso. Carla Fernández, nació en Saltillo, Coahuila. Es diseñadora de moda e historiadora de arte. Recibió el Premio Príncipe Claus en Ámsterdam por su labor en favor del legado textil de diversas comunidades. Promueve el desarrollo económico de los artesanos indígenas a través de su Taller Flora A.C. Carla Fernández,  El manual de la diseñadora descalza, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, 2013, 248pp.