El imaginario literario de Juan Rulfo sigue vigente

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Información: JRA
Comunicado No. 29/2012
07 de enero de 2012

***Conaculta lo recuerda en ocasión del 26 aniversario luctuoso del autor de El llano en llamas y Pedro Páramo

***Falleció el 7 de enero de 1986

Juan Rulfo no lo sabía, pero en pleno siglo XXI, los recursos tecnológicos como Internet, serían el medio ideal para difundir y mantener vivo su imaginario literario, al tiempo de compartir con las nuevas generaciones la biografía sobre su vida, incluida su creación fotográfica y la relación creativa e influencia que tuvo con el cine.

Textos del escritor, su biografía, historia, anécdotas, su incursión en la fotografía y desde luego reproducciones de sus cuentos y libros, pueden ser encontrados con facilidad y de manera abundante en la red, lo cual establece una relación contemporánea con su obra. Conaculta lo recuerda en ocasión del 26 aniversario de su fallecimiento.

Juan Rulfo, escritor apasionado del séptimo arte

La relación de Juan Rulfo con el cine surgió en su más temprana edad, para continuar posteriormente en su vida adulta y como escritor consolidado. Además  sus dos libros fundamentales, Pedro Páramo y El llano en llamas, están desarrollados en términos absolutamente visuales.

La cinefilia del escritor comenzó en los años 40, cuando consiguió trabajo como supervisor de las salas cinematográficas de la ciudad de Guadalajara, lo que le permitió ver todas las películas que se exhibían en esa capital.

La fama que recibe Rulfo con la publicación de sus dos obras, abrió la posibilidad de incrementar su relación con el cine, por lo que en 1955, participó como asesor histórico para la filmación de La Escondida (filmada por Roberto Gavaldón), además de que se encargó de tomar fotos fijas durante el rodaje de esa película.  

Durante los años sesenta, el director Alberto Isaac, incluyó a Rulfo como extra y con una parte hablada muy pequeña en la película En este pueblo no hay ladrones (1964), basaba en un texto de Gabriel García Márquez, quien también ayudó con el guión. El reparto incluyó a Alfonso Arau, Carlos Monsiváis, Arturo Ripstein, José Luis Cuevas y Luis Buñuel.  

Como escritor, su mayor aporte al cine

Con los quince cuentos que integran El llano en llamas, Juan Rulfo ofreció una prosa breve y concisa,  llena de expresividad, cuya principal intención es la de retratar la realidad de los campesinos  y la vida rural en México.

Mientras que en Pedro Páramo, empleó los mismos recursos narrativos para desarrollar ahora un universo en el cual coexisten al mismo tiempo lo misterioso y lo real; sus personajes representan las tradiciones, así como sus grandes problemáticas sociales, entretejidas con el mundo fantástico.

Además de esos escarceos con el cine, Juan Rulfo tuvo una gran influencia en la creación fílmica a través de su producción literaria, que fue tomada como punto de partida por diversos cineastas; él mismo es el autor de los guiones de las cintas El despojo (de 1960, dirigida por Antonio Reynoso) y La fórmula secreta (de 1964, dirigida por Rubén Gámez).

Ayudó en largometrajes como Paloma herida (1962, de Emilio Fernández) y escribió El gallo de oro, una narración que Rulfo ideó para la pantalla grande, adaptada por Roberto Gavaldón y filmada en el año de 1964; trabajó con Arturo Ripstein en El imperio de la fortuna, de 1985.

Su obra también ha sido adaptada al cine, la primera de ellas en 1955, cuando Alfredo B. Crevenna filmó Talpa. Pero Rulfo no estuvo satisfecho con los resultados de esta cinta ni de varias otras adaptaciones tempranas de su ficción. El rincón de las vírgenes (1972) de Alberto Isaac y ¿No oyes ladrar los perros? (1974) de François Reichenbach, por ejemplo, se basaron en textos de El Llano en llamas, pero sin lograr representar del todo el mundo rulfiano.  

Otros cineastas han tenido más éxito con la ficción breve del escritor jalisciense, como Mitl Valdez, que filmó Tras el horizonte en 1984 y Los confines, en 1987.  La segunda cinta, es una adaptación que combina los cuentos Talpa y ¡Diles que no me maten! y un fragmento de Pedro Páramo.

Algunos directores que han ofrecido visiones interesantes de la ficción breve de Rulfo son al venezolano Freddy Sisso (¡Diles que no me maten!, 1985) y los mexicanos Roberto Rochín (Un pedazo de noche, 1995, Paso del Norte, 2002) y Carolina Rivas (Zona cero, 2003).

Además, su hijo Juan Carlos Rulfo ha desarrollado una sólida carrera como documentalista, con propuestas que reflejan el mundo rural mexicano, que su padre transformó en ficción.

El despertar de la inocencia

Juan Rulfo nació en Sayula, en el estado de Jalisco, en 1918. Creció en el poblado conocido como San Gabriel, donde predominaba la superstición y el culto a los muertos; en medio de la Guerra Cristera su padre fue asesinado. Poco después y sin haber dejado la niñez,  perdió también a su madre, situación que lo obligó a ser internado en un orfanato de Guadalajara.

En 1934, viajó a la ciudad de México donde comenzó a desarrollar su primeros trabajos literarios, marcados desde luego por la dura experiencia de la infancia y el ambiente rural que lo rodearon; colaboró con textos en la revista América.

En esta etapa de su vida, el contacto con la vida rural de Rulfo continuó de otra manera, pues en 1938 comenzó a trabajar para Secretaría de Gobernación, con un cargo que lo llevó a viajar por varias regiones del país.

A la par de esta labor, publicó sus cuentos más relevantes en revistas literarias; hasta que en 1953 apareció El llano en llamas (al que pertenece el cuento Nos han dado la tierra) y en 1955 publicó Pedro Páramo.

La fotografía, otra de sus pasiones

En octubre de 2010 apareció el libro 100 fotografías de Juan Rulfo, obra de gran formato y de larga gestación, que inició diez años antes, por el impulso del curador inglés Andrew Dempsey; la edición se hizo simultáneamente tres idiomas: español, inglés y portugués.

A este proyecto, en 2006, se sumó el historiador italiano de la fotografía Daniele De Luigi, quien colaboró en el establecimiento de la selección de las 100 imágenes que integran esta publicación,  planeada para convertirse en algún momento en exposición.

Los autores decidieron agrupar las fotografías en cuatro apartados relativos al acercamiento de Rulfo a la realidad mexicana: los edificios, los pueblos, los paisajes y los retratos, para así lograr dar coherencia e individualidad a los principales temas abordados por el autor.

Se incluyen dos textos de Rulfo mismo dedicados a la fotografía: uno sobre Henri Cartier-Bresson y sus fotografías mexicanas y otro donde analiza la obra del fotógrafo mexicano Nacho López, con quien mantuvo una amistad. En estos escritos Rulfo arroja, de manera indirecta, una importante luz sobre su propio trabajo fotográfico.