Cientos de visitantes hicieron fila este domingo para conocer e interactuar con las piezas de realidad mixta, realidad aumentada y realidad virtual, resultantes de la residencia que realizaron jóvenes artistas mexicanos durante el Laboratorio Inmersivo, organizado por la Secretaría de Cultura, a través del Centro de Cultura Digital (CCD), con el apoyo de la Fundación BBVA Bancomer.

La muestra, conformada por las cuatro piezas producidas por talento 100 por ciento mexicano, y dos piezas internacionales muy reconocidas en el campo de las artes inmersivas, impactó tanto a jóvenes estudiantes de artes gráficas y programación, como a personas de la tercera edad interesadas en conocer y adentrarse en el mundo de lo virtual, a través del arte y la tecnología.

Como eje del Festival Internacional Inmersiva, llevado a cabo del 27 al 30 de septiembre en el CCD, la exposición dio la bienvenida a los visitantes con la obra Tulpa. El libro de los sueños, del artista híbrido Julián Bonequi, en la que a través de una “caja libro” con tarjetas de realidad aumentada y aplicaciones precargadas en dispositivos, como smartphones y tablets, los usuarios pudieron convivir con personajes oníricos, espíritus y ensoñaciones, que se desbordaron del libro para habitar el vestíbulo del recinto y más allá.

A diferencia de otros ejercicios de este tipo, dónde los personajes son muy infantiles, “estos tienen Emotion Capture y un montón de referencias culturales, como máscaras de chamanes, pintura africana, indígena, plumas… la gente se mete mucho a detalle en los personajes”, explicó su creador.

Luego de una breve plática introductoria sobre el recorrido, los visitantes fueron pasando en grupos de cinco al Memorial de CCD, para para interactuar con la pieza de los artistas checos Mária Júdová y Andrej Boleslavský, Camouflage, que a través de visores de realidad virtual interna a los múltiples jugadores dentro en una sesión de “escondidillas” experimental de realidad mixta, que explora lúdicamente la disparidad dentro de los espacios real y digital.

El recorrido continuó con Lo humano después, de la artista visual, Anni Garza Lau, pieza basada en las filosofías post y transhumanistas, que según explicó la especialista e tecnología, “fue pensada en un futuro distópico, en el que las tecnologías artificiales ya tomaron el control y ya no existen los seres humanos; sino sólo sus conciencias almacenadas. Entonces, lo que hace esta inteligencia artificial, es crear una ciudad única para cada usuario, quien obtiene un cuerpo con agenciamiento, a través de sensores para todas las extremidades, incluyendo los dedos”.

Lo humano después permitió a los visitantes experimentar cambios en sus cuerpos dentro de un escenario ficticio, sorprendiéndose de la vulnerabilidad de su percepción del entorno, a través de sus sentidos, ya que sin moverse llegaron a sentir todo lo que pasaba en ese mundo virtual creado por la inteligencia artificial.

Otra de las piezas de interacción con el arte y la tecnología fue la titulada La inmortalidad del cangrejo, del dúo mexicano Flaminguettes, conformado por Mara Soler y Daniela Villanueva, quienes explicaron cómo a través de un visor de realidad virtual, se entra al santuario del cangrejo para hacer un recorrido guiado por la voz de un oráculo y al seguir las instrucciones de éste, va superando ciertas temporalidades.

“la idea es que la gente esté dispuesta… es una pieza contemplativa, es una pieza de relajación y meditativa. A lo largo del recorrido, si tú no estás dispuesto a seguir las instrucciones del oráculo, no podrás llegar al final, que es distinto para cada persona”, explicó Daniela Villanueva, sobre la obra que también cuenta con una gran teatralidad, pues al participante se le caracteriza para convertirse en un espectáculo para quienes contemplan desde fuera.

La última pieza creada en el CCD, Tip 3.0, del doctor en tecnología Roberto Cabezas Hernández, fue realizada con base en entrevistas a pacientes de centros de rehabilitación, que fueron analizadas para “buscar una manera de comprender la gestualidad de la voz a través de un medio digital inmersivo, que permite conceptualizar el movimiento y otros estímulos corporales, para lograr una gran empatía con los visitantes, quienes se ponen en los zapatos de personas con algún tipo de discapacidad, desde los estímulos emocionales que su voz transmiten”, detalló el joven dedicado a la investigación y a la educación.

Además de visores, “esta pieza utiliza un complejo software que permite que el sonido también se experimente de manera táctil, dando una interpretación material a cada una de las emociones”, explicó Cabezas.

El recorrido por la exposición, que cerró sus puertas luego de tres días en los que recibió a cientos de visitantes, culminó con La máquina de ser otro del colectivo internacional multidisciplinario Be Another Lab. Se trata de una instalación participativa y de performance, donde dos participantes intercambian sus perspectivas y coordinan sus movimientos, teniendo una experiencia multisensorial de ser el otro o un conjunto con el otro, a través de recursos narrativos, interacciones y diálogos verbales y, por supuesto, tecnología de realidad virtual.

Información: FAC

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