Retrata la novela Nos veremos en el infierno, Kurt Cobain los vacíos existenciales de una década
Comunicado No. 2157/2011
11 de octubre de 2011
***El libro escrito por Rubén Don es editado por el Fondo Editorial Tierra Adentro de la Dirección General de Publicaciones del Conaculta
***La obra, que narra las vivencias de un grupo de adolescentes, se presentará este miércoles 12 de octubre en el Museo del Estanquillo

Con el objetivo de escribir una novela sobre la adolescencia, Rubén Don comenzó en 2005 Nos veremos en el infierno, Kurt Cobain. Aún sin saber exactamente cómo iba a ser la historia, poco a poco un grupo de adolescentes en su último año de prepa, durante la década de 1990, fueron tejiendo sus vivencias en la mente del también periodista.
En un principio pensó titular esta novela como Rabia, porque era una palabra que relacionaba con la adolescencia, pero al recordar sus propias experiencias durante esta etapa de la vida fueron llegando más elementos: “me di cuenta que de pronto eres un mar de sentimientos confusos donde en un momento te puedes sentir aburrido, de pronto te puedes sentir muy enojado y después muy enamorado”.
Sin embargo, uno de los ejes esenciales, no sólo en esta novela sino en toda su obra, es el vacío existencial que experimentan los personajes, tema que le interesa mucho al autor.
“Mis novelas en general suelen tener protagonistas muy melancólicos, me gusta mucho jugar con personajes que de pronto caen en un sin sentido de la vida, que evidentemente es lo que le ocurre a Santander y a su grupo de amigos”, comentó Rubén Don, quien también ha sido corresponsal en México de la Agencia Internacional de Noticias Literarias Librusa.
En Nos veremos en el infierno, Kurt Cobain los personajes son jóvenes desenfadados, sin ninguna responsabilidad o preocupación por lo que Rubén Don los dibujó con un estilo de juniors, pertenecientes a una clase acomodada, por lo que sus angustias se relacionan con vacíos existenciales.
“Mi personaje lo que busca es huir, primero simbólicamente pero luego quiere huir literalmente y quiere largarse a otro país. Pensé que esto solamente lo puede hacer alguien que tiene lana”.
Sin embargo, el colaborador de los portales Homines y Espiral añadió: “Independientemente de la clase social, me parece que la adolescencia tiene elementos muy similares sin importar a que estrato pertenezcas. Estaba la rebeldía, estaban las decepciones amorosas, estaban los excesos con las sustancias… lo único que yo hice fue imaginarlas y transportarlas a una clase alta y eso me dio oportunidad inclusive de burlarme e imaginar. Hay una escena de la novela donde el personaje se va a echar un viaje al Metro de forma lúdica porque evidentemente él no viaja en Metro”.
Además de los excesos, uno de problemas de los que apenas se comenzaba a hablar en la década de 1990 es la anorexia, enfermedad que padece el personaje llamado Sandra. “Este personaje tiene una inseguridad tremenda, desea ser como sus compañeras, desea lo que ellas tienen por falta de identidad propia.”
Otro de los protagonistas principales de esta novela es la música, la cual toma mucha relevancia al servir como estampa de la atmósfera que se vivía en aquella década y que, desde el título, hace referencia a una de las figuras icónicas del movimiento grunge: Kurt Cobain, líder de Nirvana.
“En mi escritura hay mucha influencia de la música. Entonces empecé a retomar mucho de lo que a mí me gustaba en los noventa y que quedó plasmado en la historia. Este rollo de Nirvana se fue metiendo poco a poco, no es que deliberadamente dijera el grunge, Nirvana. No, de pronto se me ocurrió un personaje, que es el Kurt, amigo del protagonista (Santander), quien es muy fan de Nirvana y que imitaba mucho a Kurt Cobain”.
Durante esa época, recuerda, se percibió un desencanto, un tipo de sentimiento apocalíptico por la llegada del año 2000, que no auguraba nada esperanzador. Esto se reflejó en el tono de los libros; de la música, que era muy melancólica, con grupos como Radiohead; en las películas.
En cuanto a la forma de narrar esta novela, “ciertamente hay unos pasajes en donde se van intercalando las voces y se van intercalando un poco los tiempos narrativos.” Esta influencia la atribuyó a autores como William Faulkner y Mario Vargas Llosa, ya que buscaba experimentar la forma de intercalar diálogos con narraciones.
Otro recurso estilístico que maneja el personaje principal es el uso de una bitácora. Esto le sirvió al autor como un elemento narrativo para que Santander pudiera reflexionar, dar sus impresiones como adolescente y, al final, contar un hecho que permanece oculto a lo largo de la historia.
Para el escritor de libros como Negativos extraviados en el placard, los noventa fueron mucho más aburridos de lo que plasmó en la novela, sin embargo, considera que los adolescentes mexicanos de aquella época fueron afortunados en comparación con otros países. “Aquí a los personajes les da por preocuparse por cosas que hasta cierto punto pueden resultar insignificantes en un momento dado”.
Por otra parte, Rubén Don indicó que actualmente trabaja en el libro de cuentos Perder es cuestión de tiempo, que saldrá a la venta el próximo año bajo el sello español Baile de Sol.
Nos veremos en el infierno, Kurt Cobain se presenta este miércoles 12 de octubre a las 19:00 horas en el Museo del Estanquillo, ubicado en Isabel la Católica #26, esquina Madero, Centro Histórico. Acompañarán al autor con sus comentarios Bertha Alicia Esparza Reyes, Jesús Alejo y Arturo J. Flores.