Sin honestidad, sin valor, sin imaginación y sin pasión no se puede trabajar en esto: Cristina Pacheco
Comunicado No. 2480/2011
11 de noviembre de 2011
***La escritora y periodista recibirá un homenaje este domingo 13 de noviembre en el Palacio Bellas Artes

Cristina Pacheco pregunta. Se acerca a un vendedor callejero, echa un ojo dentro de una ventana, se cuela en las viejas vecindades; todo para tratar de entender la realidad que suele no conocerse, que se escapa entre lo cotidiano de ciudades como la capital mexicana.
Preguntar es el verbo fundamental del periodismo. Quien pregunta con tino y trabaja con honestidad y pasión puede forjar una carrera que, como en el caso de Cristina Pacheco, sea reconocida y valorada por generaciones de lectores o televidente que disfrutan su trabajo a través de la pantalla de Canal Once o las páginas de La Jornada, entre otros.
Pacheco, nacida hace 70 años en San Felipe Torresmochas, Guanajuato, es una inagotable entrevistadora de cualquier personaje que, ante sus ojos, tenga algo que contar. Ella se encargará de convertirlo en un vocero oficial de su historia, la de su gremio, tal vez la de su vecindario. “Yo lo único que quiero es escribir la realidad que no existe, porque nada de lo que está ahí existe. Todo es una invención a raíz de algunas cosas que veo, que oigo, que encuentro, que me suceden”.
¿Se siente cómoda ante las preguntas, le gusta que le hagan entrevistas?
No, no me gustan porque no me gusta ser la primera persona, estoy acostumbrada a ser la otra persona, me encanta oír lo que la gente me cuenta, lo que me dicen, lo que me descubren de su mundo; es que es fascinante.
Me encanta oír y ahí estoy muy bien. Es como si detuvieran el camión y escuchara a una persona que algo me cuenta para hacerme más grata la vida.
No quiero ser la protagonista. Soy una persona que contribuye para que el protagonista se sienta bien para darnos todo lo que pueda en una charla.
¿Qué entrevistas le han sido complicadas, cuáles sencillas durante su carrera?
Que yo sepa, ninguna entrevista es sencilla. Toda entrevista exige una atención, entrega, por supuesto, exige verdadero interés y que el entrevistador esté pensando un poco más de prisa que el entrevistado para ir organizando su cuestionario. Yo no uso cuestionario, todo se va improvisando, por eso debo estar muy atenta a todo lo que pasa en la entrevista. Sólo tengo el conocimiento previo que hago sobre la persona a la que entrevistaré.
¿Entonces un cuestionario estorba?
No, no. Que cada quien haga su trabajo como quiera. A mí no me gusta que mi entrevistado se sienta interrogado, no quiero que sienta que está contestando un interrogatorio obligado. Esto es un juego de dos, estamos en las mismas condiciones en la conversación. Para mí una entrevista es una conversación, un viaje al mundo de la otra persona.
Y en esos viajes, ¿usted qué recupera de sus entrevistados?
Con todo lo que me han enseñado. No puedo hacer un inventario, pero cada persona, de verdad, me ha dado una noción, por lo menos de su actividad, que muchas veces empecé a conocer a partir de esas personas. Te dan puntos de vista, te dan visiones del mundo. Una entrevista es de una riqueza inmensa.
Y ante una situación de desconfianza generalizada por la violencia creciente en nuestro país, ¿usted sigue haciendo entrevistas en las calles de la ciudad?
Hasta hoy, sólo he tenido el caso de una persona que, por la inseguridad (se trata del propietario de una empresa que tiene cierto éxito), rechazó volver a charlar conmigo. Su empresa no es muy grande, pero tiene éxito, y aunque ya habíamos hablado hace algún tiempo, se negó. Le llamé, le pregunté si se acordaba de mí, si recordaba nuestra charla. Su respuesta fue “no me acuerdo, no sé nada, no sé quién me habla”. El señor ya no puede dar una entrevista porque casi siempre trabaja solo y no quiere arriesgarse. Ocurrió hace como un año.
Pero en el resto de las ocasiones, las personas que he entrevistado han sido muy amables, muy generosas, me han abierto su casa, me han contado su historia, y esa es una generosidad grandísima.
¿Qué planeaba preguntarle a este empresario?
No sé, de su trabajo, porque hace algo relacionado con la artesanía y a mí me gusta mucho la artesanía.
¿A quién le falta entrevistar?
A todos, a todos los que están aquí a nuestro alrededor, si pudiera los entrevistaría. Bueno, tal vez no a todos, pero a lo mejor algunas personas tienen una actividad fantástica y uno no sabe. Por ejemplo, la señora [una mesera que le trae una taza de té] por qué trabaja aquí, desde dónde viene, qué piensa de esta casa y qué piensa cuando llega a su casa y la compara con esta, todo esto es muy interesante. Cada persona es un mundo, es una historia.
¿Cómo es que surge el Mar de historias?
Uf... Pues porque siempre he pensado que la realidad es sumamente compleja, somos muchos, es muy difícil que nos entendamos como individuos. Si no tenemos tiempo de rozarnos como individuos, no tenemos tiempo de conocernos, ¿me entiende? Siempre quise resumir la realidad en un personaje, es decir, individualizar la historia de todos los días.
Es muy difícil imaginarse qué significan 58 millones de pobres. 58 millones es una cifra que me aplasta, pero si escribo una historia de una persona que está padeciendo la pobreza quizá, en esa historia, se resumen todas las demás.
Me gusta que sea en los periódicos porque me parece que en sus páginas debe haber una versión fantástica de la realidad, un punto donde confluyan todas las cosas.
Yo no soy socióloga ni antropóloga ni historiadora ni nada de eso, pero quizá pueda entender el fenómeno de la migración si me imagino a un muchacho que se está despidiendo de su familia y que dice “me tengo que ir”, o a aquel que mejor ya no se va porque las cosas están de la patada en Estados Unidos.
Es una manera de entender la realidad, y yo lo único que quiero es escribir la realidad que no existe, porque nada de lo que está ahí existe. Todo es una invención a raíz de algunas cosas que veo, que oigo, que encuentro, que me suceden. Todo es ficción.
Los periódicos son colecciones de ficciones, ¿no le parece? Las declaraciones de algunos políticos son eso, ficción.
Son maravillosas, sí, aunque yo lo que trato es que parezca verídico, eso es escribir, hacer que la ficción parezca realidad, si no, no tendría chiste.
Yo quiero que mi ficción parezca realidad. Me ha pasado que gente me dice “¿usted de dónde conoció a mi tío?” ¿Cuál tío? “Mi tío, del que escribió el domingo”. Yo no conozco a su tío.
Esto es muy bonito. La gente se involucra. Mucha gente en la calle me ha dicho “a mí me ha pasado algo así”.
Hay una conexión entre esas personas y...
Es muy complicado escribir estas historias. Muchas veces los personajes se resisten, y entonces hay que reiniciar, y terminar el sábado a fuerzas, pero es muy grato pensar que después de trabajar muchas horas en la semana y todo el sábado, llega al mundo algo que no existía la semana anterior. Es como una pequeña máquina de precisión en la que todas las piezas deben estar justificadas y deben tener un sentido.
Para el caso del Mar de historias, ¿cuál es su punto de partida?
Hay cosas que me llaman la atención, que me gustan, por ejemplo, las ventanas. Si me gusta una ventana, soy muy curiosa, quiero ver qué hay adentro, pero no siempre puedo.
Hace poco fui a una casa en Santa María la Ribera. La vi por fuera y alguien me comentó que por dentro es muy hermosa, pero el dueño nunca está.
Un día que fui a trabajar por ahí estuve tóquele y tóquele y tóquele, y resultó que tiene uno de los patios más raros que he visto en mi vida, porque la escalera no está en el centro, sino que va caminando por la orilla... no se la puedo describir.
Me meto a las vecindades, pido permiso, me dejan entrar para buscar material para mi trabajo periodístico, pero es evidente que algo de esos lugares se me va quedando, y un día que necesito una vecindad, pues me acuerdo de esa, pero no la copio, es imposible, pero me acuerdo que olía a tal cosa, que la luz entraba de tal forma.
¿Recuerda a quién y cómo fue su primera entrevista?
No, es algo remoto y maravilloso. No es que no lo recuerde, es que... Fueron muchas cosas en un momento determinado. Me invitaban de un lugar, de otro, hacía esto, lo otro, iba armándose lo que ahora es mi vida de periodista de una manera muy especial, no sé cómo decírselo. Pero desde la primera que hice me encantan. Me gusta mucho escribir crónicas, reportajes, pero lo que más disfruto es la entrevista, me encanta.
Y si pudiera recomendarle a los nuevos periodistas que van llegando a los medios...
Mire, yo no quiero hacer recomendaciones porque yo no soy maestra de nadie, pero sin honestidad, sin valor, sin imaginación y sin pasión no se puede trabajar en esto, yo no podría.