La nostalgia de lo inexistente. El cine rural de Roberto Gavaldón, libro que ahonda en un director clave de nuestra cinematografía

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Información: HBL
Comunicado No. 398/2012
24 de febrero de 2012

***El investigador Fernando Mino Gracia, es el autor de este volumen editado por el Conaculta a través del Imcine y la Cineteca Nacional

Como una investigación que desmenuza el lado simbólico y el perfil cinematográfico de ocho películas de Roberto Gavaldón, define Fernando Mino García a su más reciente libro editado por el Conaculta a través del Instituto Mexicano de Cinematografía y la Cineteca Nacional.

A través de sus 270 páginas La nostalgia de lo inexistente. El cine rural de Roberto Gavaldón, desvela las claves de la obra de un cineasta vital de nuestra cinematografía, centrándose en las producciones La barraca, Rosauro Castro, El rebozo de la soledad, Aquí está Heraclio Bernal, El rayo de Sinaloa, La rebelión de la Sierra, Macario y El gallo de oro, cintas que en opinión del investigador, refrendan al campo como territorio recurrente del séptimo arte.

A través de los diversos capítulos del volumen, Fernando Mino García, afirma que en nuestro país la industria cinematográfica se fundó prácticamente en el campo y sus temáticas, mostrando la vida cotidiana de los pueblos, los movimientos sociales y los personajes arquetípicos del ser mexicano.

En el volumen menciona que Roberto Gavaldón se inició de hecho como director en 1944, dirigiendo La barraca, reconstruyendo postulados clásicos del género, abordando el desarraigo, las pasiones, el poder y la muerte.

Curiosamente menciona que el cine del campo es también un cine de antihéroes y antiheroínas, donde los personajes suelen ocultar festividades y muestran un profundo vínculo con la fatalidad y la nostalgia.

En este sentido, el investigador afirma que el cine de Gavaldón es el mejor ejemplo de la gran aportación que hicieron los guionistas nacionales al género del campo, planteando una noción de historia progresiva y esencialista, donde en el territorio alejado de la ciudad se funden los valores nacionales sacudidos por la Revolución.

Ilustrado con bellas fotografías, tanto de las cintas como de los elencos y equipos técnicos, el libro retrata ese microcosmos campesino en el que, de acuerdo al autor, la transformación se escenifica bajo la guía de los hombres de razón que por lo general son maestros rurales, curas, médicos y militares.

En este contexto la idea fílmica de la Revolución como fuerza de cambio y progreso coexiste con la que la considera un rompimiento con la paz y la tradición de los pueblos.

“En esta ensoñación del México rural del celuloide todos tuvieron algo que decir y al igual que Roberto Gavaldón, casi no hubo cineasta que tomara como escenario alguna de las regiones y se involucrara, vía la exaltación de los tipos y tradiciones locales, en la construcción épica del México multicultural.

Aseguró que en el cine de Gavaldón la representación de lo rural comparte con lo urbano la misma vocación melodramática y mismo acento en la construcción de los personajes.

“Gavaldón evadió lo establecido, quizá por eso fue tardío su inicio en la dirección. Esperó a que pasara la moda de la comedia ranchera y volvió cuando estuvo listo para aplicar la estética del claroscuro en obras como Rosauro Castro”.

En este sentido, Mino García en el libro plasma su convicción de que el campo es para Roberto Gavaldón escenario en movimiento, entorno transitorio como lo fue Torreón en su niñez.

“Para él es el espacio amenazado, nunca idílico, pero todavía no contaminado y vacuo como la ciudad. Lo suyo es la antítesis del pueblo festivo y abstracto explotado por la comedia de charros cantores, serenatas y chinas enamoradas”.

Y agregó: “El campo es también la injusticia del poder que rompe con la esperanza y el idilio campirano, la imposibilidad de comerse un guajolote sin verse presionado por la muerte, el diablo o Dios en persona”.