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Alfonso Reyes fue ante todo el gran civilizador de México: Javier Garciadiego

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Información: AMS
Comunicado No. 2121/2009
16 de diciembre de 2009

***El historiador presentó su libro "Alfonso Reyes. Breve biografía", enfocada a acercar al escritor con los nuevos lectores

Si bien para muchos José Vasconcelos fue el gran educador, para el historiador Javier Garciadiego, presidente de El Colegio de México, Alfonso Reyes “fue el gran civilizador. Tenía una visión más amplia, quería que los mexicanos si bien nacionalistas no se pelearan con el mundo, aspiraba hacer de la literatura mexicana una parte de la literatura universal. Se dice fácil, pero hacerlo es una tarea titánica”.

       Acompañado por Alicia Reyes, Fernando Curiel y Víctor Díaz Arciniega, Garciadiego presentó en la Capilla Alfonsina la segunda edición de Alfonso Reyes. Breve biografía, editado por Planeta para conmemorar el 120 aniversario del natalicio de Alfonso Reyes y el 50 de su muerte, cuyo objetivo, dijo, es contribuir al acercamiento de las nuevas generaciones de lectores con este prolífico autor, mostrar al personaje en su contexto histórico.

       Comentó que para esta edición sólo actualizó la bibliografía, consignó nuevos epistolarios y antologías, e incluyó textos inéditos, como el publicado por Fernando Curiel en torno a la muerte de Bernardo Reyes, padre del escritor, con el propósito de ofrecer las coordenadas elementales, los cortes fundamentales en la vida del más destacado autor de la primera mitad del siglo XX, quien abarcó casi todos los temas y géneros literarios. Pero aclaró que no se trata de una obra de crítica literaria, sino que busca aportar datos para ubicar a qué periodo de su producción corresponde cada obra.

       Luego de manifestar que intentó hacer una obra cabal, una biografía completa, con todos las facetas de la obra de Alfonso Reyes, el también autor de Así fue la Revolución Mexicana.

       “Sin haber sido un escritor de tiempo completo creó una obra monumental y tomó el pulso cultural del mundo. Para ello, le robó tiempo al sueño y a la oficina. En su época de diplomático, decía que solamente pedía tiempo para escribir y dormir la siesta. Por eso hizo maravillas literarias sin abandonar sus responsabilidades de funcionario o jefe de familia”, puntualizó.

       En opinión de Garciadiego, el autor de Visión de Anáhuac e Ifigenia cruel, sólo pudo escribir a sus anchas cuando fue hijo de familia; luego, tuvo una vida intensa y dramática que implicó su ruptura con el legado familiar, su incorporación al gobierno posrevolucionario que en cierta medida fue responsable de la muerte de su padre y del exilio de su hermano. Pero advirtió que esta decisión no estuvo apoyada en el interés sino en una convicción, pues desde 1910 fue activo partidario del cambio.

       Por su parte, Víctor Díaz Arciniega, profesor e investigador en Humanidades de la UAM-Azcapotzalco, señaló que en este libro Garciadiego hace un trabajo de síntesis propio de un historiador muy versado en asuntos culturales. “Encuadra de tal manera la parte literaria que cuando el lector se introduzca por esta vía a cualquiera de los libros, podrá tener la mejor referencia de carácter humano y de servidor público de Alfonso Reyes”.

       Desde su punto de vista, esa es la parte más valiosa de la biografía, pues muestra a Reyes en dos perspectivas: la del hombre de letras que también es un funcionario público, mismo que empieza desde muy joven a mezclarse con el hombre de letras. “Y Javier con una gran delicadeza, va mostrando con un corte finísimo cómo el servidor público va haciendo uso del hombre de letras y cómo el hombre de letras se va montando en el servidor público, según las circunstancias”.

       Díaz Arciniega apuntó que Alfonso Reyes. Breve biografía es un estudio donde se privilegia al hombre público, al político, al hombre de ideas que supo mantenerse en esa delicadísima línea de equilibrio entre tomar o no partido, hacia dónde y con quiénes, pero sobre todo, de ser antes que nada, el hombre de letras que fue como apuesta vital.

       En este punto, resaltó el juicio ponderado de Garciadiego, respecto de cómo valorar al político sin caer en las visiones planas de si es o no de tal partido, tendencia, caudillaje o simpatizante de tal caudillo. El muestra que el hombre de letras toma partido más que por un régimen de gobierno específico ya sea Calles, Portes Gil o Cárdenas, por ese país que s deseaba, un país que tuviera cualidades sociales, humanas y dimensión universal”.

       Otra característica que Díaz Arciniega destacó del libro, radica en cómo Garciadiego pone de manifiesto la manera en que Alfonso Reyes se vinculó y estableció lazos de amistad con intelectuales de todos los países en los que estuvo acreditado como parte del servicio exterior, lazos que le permitieron abrir una línea de comunicación de la intelectualidad mexicana hacia esos países y viceversa.

       En su oportunidad, Fernando Curiel, profesor e investigador de la UNAM y especialista en el tema del Ateneo de la Juventud, manifestó que si la perspectiva documental, la perspectiva de la historia intelectual, cobran enorme brillo en este texto, la perspectiva de las muchas revoluciones mexicanas demuestra la fuerza y la hondura de la revuelta cultural de la época, en la que Alfonso Reyes se recorta con plena nitidez.

       Sin embargo, discrepó con Garciadiego quien sostiene que el interés de Reyes por la tragedia griega estaba íntimamente relacionado con la muerte de su padre y así mantenerse al margen de los temas mexicanos que le parecían menores o le resultaban dolorosos.

       “Los temas mexicanos –observó– están presentes constante y pródigamente a todo lo largo de su vida y de su obra. De otra parte, comenzó a interesarse por los clásicos griegos estando todavía vivo su padre. En su primer libro Cuestiones estéticas (1911), aparece un ensayo de tema clásico y en 1912 publicó un ensayo sobre los brazos de la Venus del Milo; recuérdese también las sesiones de lectura colectiva de libros grecolatinos con algunos compañeros ateneístas; además, leer clásicos griegos estuvo muy en boga a finales del siglo XIX y principios del XX, como consecuencia de las renovadoras propuestas de los filólogos alemanes”.

       A decir de Curiel, otro argumento para desvincular su vocación helenista de la muerte de su padre, es que salvo Ifigenia Cruel que data de 1924, Reyes no publicó páginas de tema clásico sino hasta 30 años después de esa tragedia familiar, lo que cuestionaría su carácter terapéutico.

       Asimismo, puso de relieve que había un ambiente clasicista que rebasaba a Reyes, por lo que desde la Casa de España y el Colegio de México, se intentaron hacer ediciones rigurosas de algunos clásicos grecolatinos, de las cuales sólo se publicaron un par de títulos; luego el proyecto pasó a la UNAM dónde se consolidó.

       “Con esto podría decirse que casi todas las empresas culturales mexicanas iniciadas durante la primera mitad del siglo XX es detectable el influjo de Reyes. Si bien le faltaron los arrestos y el carisma necesarios para ser un caudillo cultural, le sobraron la generosidad y la sabiduría características de un patriarca cultural”, concluyó.