Ernesto de la Torre Villar utilizó las palabras para construir y modelar, hacer del mundo un lugar más habitable: Vicente Quirarte

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Información: JLB
Comunicado No. 616/2010
23 de abril de 2010

***Conaculta rinde homenaje al “Bibliófilo de México” e historiador, en el aniversario 93 de su natalicio

***Publicó casi 100 obras históricas e historiográficas por su “profundo amor a México y su cultura”


Hace poco más de un año falleció el historiador y bibliófilo poblano Ernesto de la Torre Villar (1917-2009). Este 24 de abril se cumplen 93 años su nacimiento, motivo por el que Conaculta rinde homenaje con el presente trabajo especial que recoge opiniones de amigos y colegas cercanos quienes recuerdan su legado como autor de textos clásicos de la historia y la historiografía mexicanas, además de su ininterrumpida labor docente que contribuyó a la formación de decenas de investigadores.

     Nacido en Tlatlauqui, Puebla, siendo niño Ernesto de la Torre Villar se trasladó con su familia a la ciudad de México. Ávido lector, estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y se matriculó en la Escuela de Jurisprudencia y en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM. Donde tuvo como maestros a Manuel Toussaint, Rafael Heliodoro Valle y Antonio Caso, entre otros.

      En una breve Autobiografía, publicada en De la vida y trabajos (UNAM, 2005), con motivo del homenaje que le brindó la Universidad Nacional por sus 80 años de vida, De la Torre Villar resalta algunas claves de su intensa preparación. Recuerda que no estuvo “suficientemente a gusto con el postulantado” de los maestros Luis García y Carlos Franco Sodi, en Filosofía y Letras, por lo que pasó al recién creado El Colegio de México, donde se sumó al rigor que imprimía al estudio de la historia el doctor Silvio Zavala. Ya con una maestría del Colegio partió a Francia, becado por el gobierno de ese país.

      “Estudié en la Sorbona con sabios maestros, en la Escuela de Altos Estudios y en el Colegio de Francia. Alcancé en sus últimos cursos a Lucien Fabvre y seguí lecciones de Marcel Bataillon, Robert Ricard y Fernand Braudel, en cuyo seminario trabajé y aprendí métodos y reflexiones valiosas”, recuerda en su Autobiografía.

      A su regreso de Francia, tanto el Colegio de México, como las facultades de Ciencias Políticas y Filosofía y Letras de la UNAM le abrieron las puertas. Pudo así proseguir una de sus dos pasiones: enseñar. Algunas de las materias que impartió son historia de las ideas políticas, historia económica de México y América Latina, historia social y cultural colonial, y la guerra de Independencia.

      Como investigador, archivista e incansable historiador de México, De la Torre Villar se desempeñó con honestidad y pulcritud como subdirector del Archivo General de la Nación y director del Archivo Histórico de Hacienda, la Biblioteca Nacional de México y el Instituto José María Luis Mora, entre otros cargos.

      De la Torre señala en su Autobiografía que “en 1957 me incorporé al Instituto de Investigaciones Históricas… En 1967, fui designado director de la Biblioteca Nacional y colaboré con la administración del rector Barros Sierra, que planteó la creación regular de los Institutos universitarios. Así se creó el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, el cual dirigí de 1967 a 1980, que contó con la Biblioteca y la Hemeroteca Nacionales”.

      Vida docente

      Sobre quien fuera conocido como “el gran bibliófilo de México”, Vicente Quirarte, quien también dirigió el Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB) de la UNAM, recuerda a De la Torre como “don Ernesto, pues no fue mi maestro sino de mi papá, Luis Quirarte”.

      Y refiere una anécdota sobre la atención “personalizada” que “don Ernesto” tenía para con sus alumnos: “El maestro me hizo entrega de un grupo de hojas, sujetas por uno de esos legendarios y heroicos broches marca Baco, reconocí el grosor y la marca del papel National Ledger, así como la inconfundible mecanografía, pulcra y pareja, de su alumno Martín Quirarte. A lo largo de los años, don Ernesto había conservado el trabajo y me lo entregaba…”

      También el doctor Álvaro Matute, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, en el citado De la vida y trabajos evoca sus “asesorías de pasillo”, esas lecciones que sólo es capaz de proporcionar el auténtico maestro, que en el breve trayecto desde la puerta del salón de clases hasta su siguiente destino inmediato, traza directrices, genera inquietudes, provoca desafíos.

      Otro investigador, Arturo Gómez, del IIB-UNAM, señala que De la Torre “nos recibió en su clase de investigación histórica con la revelación de que los libros no son sólo vehículos de placer y conocimiento, sino que con ellos y con documentos antiguos y publicaciones periódicas es posible escribir otros libros”.

      También recuerda que “seguía los trabajos de cada uno de nosotros, no sólo proporcionándonos bibliografía, sino también haciendo correcciones de redacción, sugiriendo otras líneas de investigación, lecturas complementarias, etc.” Aunque la clase era los viernes de 6 a 8, sus alumnos sacrificaban el reventón “con tal de asimilar lo que para nosotros era una revelación”.

      Ya como miembro del IIB-UNAM, Gómez puedo aprender con De la Torre “el trabajo bibliográfico en la edición de libros y revistas…, aunado a ello, la fascinante y casi inagotable historia de los libros, la imprenta, las bibliotecas”.

      “Si hubiera que resumir en una fórmula el secreto de su obra rica y generosa, ésta se hallaría en su capacidad de verdadero maestro que utiliza las palabras para construir y modelar, para hacer del mundo un lugar más habitable”, agrega Quirarte.

      “Doy gracias al Señor que me ha permitido dedicar, ya cerca de 70  años, a esparcir saber y experiencias en la juventud estudiantil. Me siento satisfecho de mi labor docente”, dijo en su homenaje De la Torre Villar.

      Obras destacadas

      Ernesto de la Torre —consigna su ficha biográfica del IIH— siempre será recordado por sus esfuerzos para comprender el periodo de la independencia mexicana. Son muchos los libros que escribió acerca de diversos temas que nos permiten entender la complejidad del proceso que dio origen a nuestro país como nación independiente. No escaparon a su mirada los esfuerzos que, desde dentro y fuera de la Nueva España, hicieron diversos individuos para emancipar el virreinato. Dos proyectos para la Independencia de América (1961) fue uno de sus primeros acercamientos al tema. Los Guadalupes y la Independencia (1966, reeditado en 1985) es un trabajo pionero sobre la participación de las sociedades secretas en el proceso de emancipación.

      No obstante, su obra más destacada es La Constitución de Apatzingán y los creadores del Estado mexicano (1965, 2a. edición en 1979). En ella abordó, como puede apreciarse desde el título, a aquellos individuos que, en condiciones difíciles, pero con una formación recia y un sentido heroico, contribuyeron de manera decisiva a la orientación republicana de este país. No resulta extraño, pues, que sus obras más recientes, Documenta insurgente (2003) y La inteligencia libertadora (2004), vuelvan a revisar el periodo emancipador y, en particular, a Miguel Hidalgo.

      En la Constitución de Apatzingán…, asegura el docto Miguel Soto Estrada, de la FFyL-UNAM, “el maestro realiza un rastreo pormenorizado de muchas de las instituciones que se adoptaron en las nuevas repúblicas y el origen de las mismas”, como el triunvirato romano o las Cortes de los antiguos reinos españoles.

      El propio Ernesto de la Torre señaló como “instrumentos de trabajo para los estudiantes”, su Metodología de la investigación: bibliográfica, archivística y documental (McGraw-Hill, 1981); Historia de México, en colaboración con Ramiro Navarro (México, Mc Graw-Hill, 2 vs., 1987) y los cinco volúmenes de la antología Lecturas históricas mexicanas (Empresas Editoriales 1965-1969), que arroja una clara visión de México y su historiografía.

      Este último título, recientemente reeditado por la UNAM, condensa 357 autores, sobre temas como cultura prehispánica (42), descubrimiento (10), época colonial (122), independencia (37) y de los siglos XIX y XX (140).

      Otra faceta de su producción fue la historia del periodo colonial: La Biblioteca Mexicana de Juan José de Eguiara y Eguren (México, UNAM, 1986, 4 vs.), así como Instrucciones y memorias de los virreyes de la Nueva España; que nos hablan de la cultura novohispana y su trascendencia en el México colonial. Además el rescate de los documentos valiosos de dicho periodo (Catálogo de incunables de la Biblioteca Nacional), entre otros.

      En el terreno de la bibliografía destacan Bibliografía en México (UNAM, 1975), Elogio y defensa del libro de Juan Bautista Valenzuela Velázquez (UNAM, 1977) o su Breve historia del libro en México (UNAM, 1987).

      El trabajo de De la Torre en la academia, la producción bibliográfica y la investigación le valió los premios Elías Sourasky (1965) y Nacional de Artes y Ciencias en Historia (1987). Su amor por los libros es el mismo que sintió por la historia patria, a la que tantos años dedicó y que, en el fondo, no era otra cosa que amor por México.

      Últimas batallas

      El doctor Ernesto de la Torre Villar falleció a los 91 años, por complicaciones resultado de una caída. Entre sus últimos deseos pidió ser enterrado con un volumen de poemas de San Juan de la Cruz.

      De los muchos reconocimientos que recibió a lo largo de su vida fue su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua (AML), el 13 de marzo de 1970, ocupando la silla XXIX (2º), el que le dio mayor satisfacción.

      En su sepelio, miembros de la AML, los escritores Ramón Xirau y Carlos Montemayor, y su director, José G. Moreno de Alba, realizaron una guardia de honor. En esa ocasión Moreno de Alba dijo a la prensa que “era un amigo entrañable, yo era su admirador y discípulo. Era un hombre con dos características fundamentales: sabio y bueno” (Reforma, 8/01/09).

      También el poeta Carlos Montemayor externó su admiración por el historiador: “Su legado es de imparcialidad, integridad moral y científica y de una ininterrumpida labor de investigador, recolector, analista y editor”. Y citó como sus lecturas favoritas El triunfo de la República liberal (1857-1860) (FCE, 2006) y Testimonios históricos guadalupanos (Primera ed. 1982, última reimpresión FCE, 2005), que realizó en colaboración con Ramiro Navarro de Anda.

      De la Torre Villar fue distinguido como investigador Emérito de la UNAM en 1994, recibió la Medalla 1800 del gobierno del Distrito Federal y fue homenajeado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en 2007. También fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Academia Mexicana de Historia; actualmente su silla en el AML la ocupa el destacado periodista Miguel Granados Chapa.