“Octavio Paz profesó una ideología subversiva, identificada con la filosofía poética”

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Información: AMS
Comunicado No. 817/2010
02 de junio de 2010

***La idea de revuelta y revolución recorrió  el pensamiento de Octavio Paz, siempre vinculada con su universo familiar, afirmó Adolfo Castañón

Si bien al final de su vida Octavio Paz no tuvo una filiación definida, se podría decir que profesó una ideología muy subversiva identificada con la filosofía poética más que con cualquiera otra, llámese capitalismo o marxismo, afirmó el poeta, ensayista y editor Adolfo Castañón, durante la conferencia Octavio Paz. Revuelta, revolución y rebelión, en la que habló de lo que el movimiento de 1910 significó para el autor de El laberinto de la soledad.

     En esta tercera charla del ciclo La Academia Mexicana de la Lengua ante los Centenarios de las Revoluciones, organizado conjuntamente por Conaculta, el Instituto Nacional de Bellas Artes y la propia Academia Mexicana de la Lengua, Castañón refirió que ideológicamente la juventud de Octavio Paz estuvo teñida inicialmente por las corrientes anarquistas y después por el marxismo (ver Sor Juana o las trampas de la fe), para luego centrarse en la filosofía del poeta que tiene que ver con el cuidado del lenguaje, de los valores que están insertos en esa sustancia densa y a la vez transparente que es el idioma.

     “La filosofía del poeta es la filosofía del hombre que sólo tiene su propio lápiz y su propia capacidad de contemplación; en ese sentido, Octavio Paz al igual que Camus y otros intelectuales de la época, dan constancia de una idea del artista en el mundo contemporáneo que si bien llegan al espacio público, tienen una gran desconfianza de su propio nombre como marca”, observó.

     De ahí, dijo, que no vio con buenos ojos que se le inhumara en la Rotonda de las Personas Ilustres, como tampoco que se hiciera una moneda de 20 pesos que tuvo que quedarse guardada hasta su muerte. “El proceso de institucionalización a que se vio obligado, le produjo más sufrimiento que gozo; al igual que Samuel Becket y Doris Lessing, para Octavio Paz el Premio Nobel si bien fue una bendición, también fue un desastre”.

     A decir de Adolfo Castañón, cuando Octavio Paz habla de revolución, revuelta y rebelión, de alguna manera se abre el corazón, porque para él la palaba revolución tenía un peso muy fuerte y era el peso de la ausencia de su padre, Octavio Paz Solórzano, quien fuera uno de los hombres de confianza de Emiliano Zapata y para quien la Revolución del Sur primero y después la política, implicaron el abandono de su familia.

     Indicó que El Laberinto de la soledad es un intento por explicar al país a través de figuras históricas o simbólicas, atrás de las cuales está su propia biografía, pues cuando habla del mexicano que derrocha su energía en ebriedades iluminadas por los fuegos artificiales, está pensando en la figura de su padre y sus amigos, en las fiestas a las que asistía; siempre tuvo clavada la espina de la presencia del padre y en distintos textos a lo largo de toda su obra, aparece de una manera u otra este universo familiar.

     Para ejemplificarlo, Castañón dio lectura a un texto que Paz escribió al historiador del periodismo mexicano Felipe Gálvez, quien compiló 35 textos de Octavio Paz Solórzano sobre el zapatismo y la revolución agraria en el libro Hoguera que fue, en el que le habla de la relación con su padre y donde Paz Lozano le dice que después de su muerte lo confinó al olvido, aunque siempre lo tuvo presente como un recuerdo doloroso.

     Sin embargo, le aclara que no hubo desamor a pesar de que casi le fue imposible hablar con él, pero asegura que lo quería y siempre buscó su compañía. “La falla de mi padre conmigo, si es que la tuvo, es que no se dio cuenta de ese afecto que yo le daba y es muy probable, que tampoco se diera cuenta de que yo escribía. Pero nada le reprocho, mi padre fue siempre para mí una figura amada y distante a un tiempo. Circunstancias que marcaron su vida, la Revolución del Sur primero y la política después, lo mantuvieron alejado de su familia y yo nunca pude hablar con él. Lo encuentro ahora en sueños, en esa borrosa patria de los muertos”.

     “Que Octavio Paz Lozano tuvo siempre presente a su padre es para mí un hecho incontestable y confirmado por él mismo. Y cómo no admiraría el hijo del revolucionario a ese hombre que formó parte del Estado Mayor zapatista, del compacto y brillante grupo de intelectuales que ayudaron a consolidar el aparato logístico de la Revolución en el sur. Buena parte de la odisea intelectual y poética del poeta, desde Cántaro roto, Piedra de Sol, El laberinto de la soledad hasta Pasado en claro y El ogro filantrópico, cabe ser leída a la luz o la sombra de un vertiginoso diálogo con esa figura poderosa, magnética y atormentada, como un personaje de novela rusa que fue su propio padre”, enfatizó Castañón.

     El poeta, ensayista y traductor dijo que Revuelta, revolución, rebelión, es uno de los apartados del libro de ensayos breves, fragmentos y pensamientos que Paz publica en 1967 a los 53 años de edad, con el título de Corriente alterna, en cuya primera parte habla de los límites o las imposibilidades del ateísmo y la segunda, aborda los temas de la política, elementos que compondrían este mecanismo de la corriente alterna paciana.

     Añadió que ahí, Paz da vida a una de sus preocupaciones centrales: los móviles de la historia. “Su reflexión crítica desde un país subdesarrollado como México, la filosofía de la historia como un ejercicio arriesgado de comprensión histórica y poética, política e historiográfica que ya se practicaba por el impulso de una revolución en parte agraria, pero institucionalizada. Y este tema de la revolución agraria es precisamente una de las ideas fijas del abogado Octavio Paz Solórzano a lo largo de sus escritos; y también, es una de las ideas con las que el  poeta va a dialogar continuamente”.

     En opinión de Adolfo Castañón, la idea de revuelta y revolución recorre el pensamiento de Octavio Paz, quien no deja de reflexionar sobre este tema que da pauta su obra y le imprime una sintaxis conceptual como muestran muchos textos, como es el caso de Itinerario, Las dos caras de la revuelta o Bohemia Revolución, incluido en El ogro filantrópico, donde se habla proféticamente de la violencia en el campo y del terrorismo urbano.

     Desde su punto de vista, a Paz le interesa comprender más allá de los nombres y de las etiquetas, el proceso mismo de la historia, su sustancia en movimiento y en particular de la historia mexicana a la que pertenece y de la que es un exponente contradictorio y paradójico.

     En este sentido, consideró a Corriente alterna como uno de los libros clave de Octavio Paz en su segunda época, una de las obras secretamente orientadoras de su cartografía intelectual, pues conviven y dialogan ahí el Paz anterior al 68 y el posterior a la fecha. Por tal motivo, lo calificó como una especie de libro intertestamentario, donde el antiguo y el nuevo testamento en la obra de Paz, encuentran correspondencias y convergencias.

     Castañón indicó que en sus últimos años, Octavio Paz escribió con vehemencia, valentía y probidad, una serie de artículos en contra del EZLN, recogidos en obras completas con el título Chiapas: nudo ciego o tabla de salvación. A él, agregó, no le importaba pasar por reaccionario ante los ojos de la opinión pública, al expresar sus opiniones en torno a la fascinación de los intelectuales por un movimiento cuyas raíces admitía como justas, pero cuya instrumentación, alianzas y montaje mediático le parecía por demás vidrioso y peligroso.

     “Pero esas manifestaciones generosas y definitivamente juiciosas como podemos ver a unos años de distancia, se pueden observar más allá del análisis político, como un signo de ese doloroso e infatigable diálogo que Octavio Paz supo sostener con la figura de su padre”, concluyó.