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Vicente Leñero, entre la literatura y el periodismo

  • Libros, revistas y literatura
Información: JLB
Comunicado No. 855/2010
09 de junio de 2010

***Sus novelas, obras de teatro, guiones y adaptaciones cinematográficas han recibido premios y reconocimientos

***Conaculta rinde un homenaje a este autor en el 77 aniversario de su nacimiento

“El escritor trabaja sobre sus propias obsesiones, la posición del escritor frente al mundo; a diferencia de otras profesiones, otras vocaciones, otras actividades, es la de dar testimonio de la realidad”,  ha dicho Vicente Leñero (Guadalajara, Jalisco, 1933), quien ha forjado su carrera literaria entre dos mundos a veces opuestos, a veces complementarios, con un pie en el periodismo de investigación y otro en la literatura.

     Conaculta desea rendir homenaje a este prolífico autor, quien este 9 de junio cumple 77 años, y acaba de ser elegido para ingresar a la Academia Mexicana de la Lengua, donde ocupará la silla que dejó el dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda. Vicente Leñero se ha destacado tanto en periodismo (domina la crónica y el reportaje, así como la descripción novelada de la realidad, a la manera de Truman Capote), pero también como dramaturgo, novelista, cuentista, autor de guiones cinematográficos y maestro de periodistas y narradores.

     Vicente Leñero tuvo que optar por su verdadera vocación: la de escritor y abandonar la carrera de ingeniero civil, que estudió en la UNAM, pero detestaba. En busca de herramientas para la escritura, cursó periodismo en la escuela Carlos Septién García.

     “Viví al margen, no encajaba: entre los ingenieros era escritor; entre los periodistas, novelista; y entre los escritores, ingeniero”, le confió a la entrevistadora Silvia Cherem, en una larga conversación publicada en la Revista de la Universidad de México.

     Para Leñero la clave de escribir está en el desarrollar un estilo: “Uno piensa escribir bien. Hay una preocupación por la estética. El placer estético es un valor muy sublime. La narrativa pocas veces toca los linderos del arte, en comparación con la música, la pintura, la poesía… El estilo es algo muy difícil de conseguir, consiste en decir las cosas y decirlas bien, y es muy importante para mí. El escritor internamente sabe lo que tiene que decir, el problema es cómo lo dice. Debajo de un estilo bien definido hay mucho trabajo, como una construcción arquitectónica. El trabajo del escritor es de mucho empeño, tiene que hacer que las palabras fluyan y no parezca que dio esfuerzo construir la obra”, declaró a la Revista Peninsular.

     Los inicios

     Aunque su padre, quien construyó muchas casas en la colonia San Pedro de los Pinos quiso que su segundo hijo varón fuera ingeniero, desde muy niño Vicente mostró aptitudes para las letras. Junto con sus hermanos, gustaba montar pequeñas obras de teatro para títeres y se leyó todos los volúmenes de la biblioteca paterna.

     A la par que hacía la carrera de ingeniería, optó por el periodismo. Sin embargo, sus primeras entrevistas las hizo para revistas de la preparatoria. Después incursionó en la escritura de radionovelas para la marca Palmolive. También colaboró en El Heraldo de México y la revista Claudia, de la que posteriormente sería director de 1969 a 1972.

     Sus primeros éxitos llegaron cuando obtuvo, en1958, los dos primeros lugares en el Concurso Nacional del Cuento Universitario, con los cuentos La polvareda y ¿Qué me van a hacer, papá?, lo que le permitió conocer a Juan Rulfo y Juan José Arreola, dos de los jurados. Arreola lo invitó a su taller de narrativa y, posteriormente, lo impulsó a obtener la beca del Centro Mexicano de Escritores (1961-1962, 1963-1964), donde fungía como tutor.

     En 1959, Leñero se tituló como ingeniero e intentó trabajar en la construcción; también la editorial Jus publica su primer libro de relatos: La polvareda y otros cuentos. Para 1961 escribe la novela La voz adolorida (publicada por la Universidad Veracruzana) y en 1963, Los albañiles, por la que recibe el premio Biblioteca Breve Seix Barral, en España. Leñero ha dicho que este libro es bastante autobiográfico y una especie de venganza contra el ambiente de la construcción, del que sólo tiene malos recuerdos. Después vendría su beca de la Fundación Guggenheim (1968). Una adaptación de Los albañiles fue llevada al teatro y Leñero obtuvo el Premio Juan Ruiz de Alarcón a la mejor obra de teatro estrenada en 1969.

     El golpe a Excélsior

     Por invitación del periodista Miguel Ángel Granados Chapa, Leñero comenzó a dirigir la nueva época de Revista de Revistas de Excélsior, entre 1972 y 1976, esto lo puso en contacto con el director del diario, Julio Scherer García, que a la postre fue una poderosa influencia que llevaría a Vicente Leñero a no abandonar el periodismo y dedicarse exclusivamente a la literatura. Así prosiguió su carrera con un pie en el periodismo de investigación y otro en la escritura de ficción.

     Gracias a Revista de Revistas, Leñero conoció a otros escritores como Jorge Ibargüengoitia, Eduardo Lizalde, Luis González de Alba e Ignacio Solares, y además publicó en las páginas editoriales del diario.

     La expulsión de Julio Scherer de la dirección de Excélsior, junto con sus más allegados colaboradores, así como la fundación del semanario Proceso, le dieron material a Leñero para escribir Los periodistas (1978), en la que utilizó la técnica de la novela de no ficción de los escritores estadounidenses Truman Capote y Norman Mailer. Leñero permanecería más de 20 años al lado de Julio Scherer en la revista Proceso, sin por ello abandonar su carrera como dramaturgo y narrador.

     Volvería a dar cátedra en cuanto a la adaptación de un caso judicial con la novela Asesinato. El doble crimen de los Flores Muñoz, publicada en 1985, donde aborda el crimen del ex gobernador de Nayarit, Gilberto Flores Muñoz y de su esposa, María Asunción Izquierdo, a manos de su propio nieto.

     Escritor anticlerical

     También Leñero se ha distinguido en el panorama literario nacional, por abordar temas relacionados con el catolicismo mexicano, y los entretelones de la jerarquía católica. Lo que siempre molesta a los prelados y alborota a la grey. No obstante, el escritor se ha defendido como un creyente de la religión, pero no clerical: “También los laicos somos Iglesia católica y tenemos el derecho y la obligación de señalar y denunciar, hasta despotricar, lo que ocurre en nuestra realidad religiosa, incluyendo la sucia política eclesiástica… Me obsesioné con los temas católicos y los abordé como me dio la gana”, declaró en entrevista con Silvia Cherem.

     Leñero se ha visto, en diversas épocas, envuelto en el torbellino de la crítica por denunciar diversos excesos.  Muestra de ellos son Pueblo rechazado (1968), Redil de Ovejas (1973), El juicio (1971), que aborda el caso de José de León Toral, asesino del candidato presidencial Álvaro Obregón; Martirio de Morelos (1981) o su adaptación de la novela El crimen del padre Amaro (2002), que José María Eça de Queiroz escribió en 1900. Derivado de la polémica por la historia, la película de Carlos Carrera se convirtió en la más taquillera del cine mexicano de los últimos años.

     Leñero también ha explorado periodísticamente temas religiosos como la teología de la liberación y la presencia de figuras incómodas para la jerarquía católica, como el padre Gregorio Lemercier, quien renunció al sacerdocio para crear la comunidad de “Emaús” o el polémico obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, de quien Leñero trató, infructuosamente, de escribir su biografía.

     Reconocimiento unánime

Además de múltiples reconocimientos como narrador, periodista y dramaturgo, Vicente Leñero ha sido reconocido con el Premio Salvador Toscano (2008) por sus guiones, adaptaciones y aportaciones al cine nacional.

Entre los múltiples reconocimientos que ha recibido destacan: el Premio Seix Barral por Los albañiles, en 1963; el Premio Mazatlán de Literatura por Puros cuentos, en 1987; el Premio Xavier Villaurrutia, en 2001, por su antología La inocencia de este mundo; y el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en el área de Literatura y Lingüística, en 2002.

     Por la obra de teatro La mudanza (1979), obtuvo los premios de la Asociación Mexicana de Críticos y de la Unión Nacional de Críticos y Cronistas Teatrales, así como el trofeo “El Heraldo” del diario El Heraldo de México y el trofeo “Máscaras” a la mejor obra mexicana presentada en la ciudad de Morelia; y el premio otorgado por la Asociación de Periodistas Teatrales de México por Nadie sabe nada, en 1988.

     En el campo del periodismo recibió el Premio Manuel Buendía por su trayectoria periodística, en 1994; el Premio Fernando Benítez al Periodismo Cultural, en la Feria del Libro de Guadalajara, en 1998, entre otros.

     Ha escrito los libros de cuentos Cajón de sastre (1982), Puros cuentos (1986) y Gente así (2008). Las novelas Estudio Q (1965), El garabato (1967), El evangelio de Lucas Gavilán (1979), La gota de agua (1983) y La vida que se va (1999), entre otras.

     En su amplia producción dramatúrgica destacan: Los hijos de Sánchez (adaptación de la novela con el mismo nombre, de Oscar Lewis, 1972), Alicia tal vez (1980), La visita del ángel (1981), Pelearán 10 rounds (1985), Jesucristo Gómez (adaptación de la novela El Evangelio de Lucas Gavilán, 1986), Señora (1989), Magnicidio (1991), La noche de Hernán Cortés (1992) y Todos somos Marcos (1995).

     Son múltiples sus guiones y adaptaciones para cine, entre los que se pueden mencionar:  El llanto de la tortuga (1974), Los de abajo (1976), Los albañiles (1976), premiado con el Oso de Plata del Festival de Berlín; Cadena perpetua (1978), Misterio (1979), que recibió los Arieles por mejor historia original y mejor guión (1987), Mariana, Mariana (1987) adaptación de la novela de José Emilio Pacheco Batallas en el desierto, con Ariel al mejor guión; El callejón de los milagros (1994), adaptación de la novela de Naguib Mahfuz; La Ley de Herodes (1999), que recibió el Ariel por el mejor guión original; La habitación azul (2001) guión basado en la novela de Georges Simenon y El crimen del padre Amaro (2003), que recibió el Coral al Mejor Guión y el Ariel al Mejor Guión Cinematográfico.

     Actualmente, Vicente Leñero imparte talleres de dramaturgia y guiones cinematográficos; escribe artículos para diarios y revistas. Hace apenas unos días, el 21 de noviembre pasado, recibió por el Instituto Sinaloense de Cultura el primer Premio Letras de Sinaloa, en el marco de la Feria del Libro Los Mochis 2009, por su trayectoria y su legado en el campo de la literatura.