En la primera de sus dos presentaciones –la segunda es hoy domingo- la Orquesta Escuela Carlos Chávez (OECCh) brindó este sábado un concierto en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, donde reconfortó el alma de un público que agradecido premió con intensos y prolongados aplausos el talento y entrega de los jóvenes músicos dirigidos por Luis Samuel Saloma.

La agrupación interpretó una serie de obras emblemáticas de la música clásica de Wolfgang Amadeus Mozart y Johann Sebastian Bach de vocación sacra, con la participación de las voces del Ensamble Escénico Vocal y el Coro Sinfónico, agrupaciones del Sistema Nacional de Fomento Musical (SNFM), y los flautistas Marcos Nicolás Sosa y Alfonso Sánchez Betanzo.

El programa estuvo integrado por los conciertos No. 3 y 4 de Brandemburgo, de Johann Sebastian Bach y la Misa de Coronación, de Wolfgang Amadeus Mozart.

Los asistentes pudieron escuchar y ver sobre el escenario a jóvenes instrumentistas en su proceso de formación con un muy alto grado de profesionalización. Su serenidad y pasión musical contagian, elementos que un público experto o no agradece.

Incluso el maestro Luis Samuel Saloma aplaudió y distinguió a sus músicos al concluir cada pieza para recibir la admiración de la audiencia.

Samuel Saloma dijo que el repertorio elegido fueron tres grandes obras de la música clásica musical, relevante para su interpretación en la orquesta, además de ser un apasionado admirador de Mozart. Por ello calificó de un gusto y de un gran honor ser el director invitado para estas dos presentaciones con la orquesta, la cual dijo, quedó sorprendido con el trabajo de los músicos.

“He dirigido la orquestas en varias ocasiones y siempre encuentro que los muchachos conservan un magnífico nivel técnico, son muy receptivos y nos llevamos los bien”.  Los jóvenes flautistas Marco Nicolás y Alfonso Sánchez acompañaron a la OECCh en la interpretación de dos de los seis conciertos de Brandemburgo compuestos por el genio de Eisenach, entre 1718 y 1721.

El crítico musical Francesco Milella expone que estos dos conciertos, más allá de la fama que los ha caracterizado., son un ejemplo interesante de ese Bach laico, un Bach que fuera de las iglesias y de sus hieráticos (impasibles) coros, logra igualmente escribir música espiritual con la belleza que la caracteriza.

“Los conciertos prevén, además del tradicional grupo de cuerdas, un altísimo número de solistas (oboe, cornos, violín y fagot en el primero, trompeta, en el segundo, dos flautas y violín, en el cuarto), a los cuales Bach exige un virtuosismo de altísimo nivel transformando estas obras en verdaderos conciertos para solista y orquesta.

“Pero más allá del virtuosismo musical, la armonía, la fantasía en las melodías y el gusto en el ritmo, después de casi 300 años, sigue encantado al público”, agrega.

En el programa de mano Mario Ricardo Rodríguez Guerra indicó que estos conciertos permanecieron archivados hasta 1734, cuando a la muerte del marqués de Brandenburgo salieron a la luz.

El tercer Concierto de Brandeburgo es quizá el más popular de toda la serie, fue escrito originalmente para cuatro violines, tres violas, y tres cellos, pero fue arreglado a solo tres violines, tres violas, tres cellos; tiene una estructura de tres movimientos (rápido-lento-rápido) y a diferencia de los dos primeros, que son conciertos grosso, éste es orquestal.

El Concierto No, 4 es uno de los más luminosos en cuanto expresión y de los más modernos en cuanto a concepción, pues anuncia claramente el modelo de concierto que florecerá en el estilo galante y más tarde en el clasicismo.

Aquí Bach combinó un concierto para violín solista con un concierto grosso con el violín en competencia con dos flautas dulces.

Para la segunda parte del concierto se integraron el Ensamble Escénico Vocal con las voces de Norma Daniel Rico Vega, Teresita de Jesús Fuentes, Ricardo Estrada Espino y Marco Herrera y el Coro Sinfónico, agrupaciones del Sistema Nacional de Fomento Musical (SNFM) de la Secretaría de Cultura.

La Misa de Coronación de Mozart, escrita en 1779, es una obra sacra para órgano, coro, solistas y orquesta en el que destaca el movimiento titulado Agnus Dei, una de las célebres piezas religiosas de Mozart.

Según Joaquín Valdeón, director del Coro de la Universidad de Oviedo, la música “en esta misa solemne se manifiesta brillante, lujosa, quizá de un Mozart menos intimista, y se ha convertido en la más popular de entre las compuestas por Mozart y de las composiciones de su género”.

Para Rodríguez Guerra, las misas de Salzburgo expresan las naturales habilidades en contrapunto y una fluidez melódica en obras de gran elegancia y encanto que reúnen las fortalezas particulares del compositor con el lenguaje de la música para la iglesia austriaca de la época.

Información: AAD

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