Al cumplirse 25 años del descubrimiento de la Tumba de Tiro, en el sitio arqueológico de Huitzilapa, Jalisco, la exposición muestra los avances alcanzados en el estudio de su contenido, es decir, de sus ocupantes y las ofrendas que les fueron colocadas. Dicha tumba, es un excelente ejemplo de una práctica funeraria que se desarrolló durante el Preclásico tardío y Clásico temprano (300 a.C.-450 d.C.), en el Occidente de México.

La Tumba de Tiro de Huitzilapa, consta de un tiro vertical de 7.6 m de profundidad y dos cámaras funerarias al fondo del mismo, las cuales contenían seis individuos -tres en cada cámara-, enterrados con ricas ofrendas que contenían ornamentos de piedra verde, cuarzo y concha, trompetas de caracol, espejos de pirita, figuras de barro, entre otros. Para estas sociedades, la muerte no se entendía como la destrucción total e inmediata de la vida del individuo. Las prácticas rituales, marcaban la separación del cuerpo muerto y ayudaban al difunto a desplazarse a través de diferentes mundos, para ingresar en la condición estable de ser un ancestro.