Los ojos de la milpa

Los teléfonos celulares son también vehículos para conservar nuestra memoria y, desde luego, para transmitir conocimiento. Ojo voz es una aplicación desarrollada por Eugenio Tisselli, quien ha trabajado proyectos de arte social en distintos lugares del mundo. Ésta es la memoria de dos poblaciones de la sierra Mixe, en el corazón del estado de Oaxaca, de su vida cotidiana, su lengua y sus cultivos, que se hace presente en el sitio web: http://ojosdelamilpa-net.

Todas las fotografías pertenecen a 'Los ojos de la milpa', y están bajo licencia CC BY-NC-ND 3.0 Unported

*

“Así es el trabajo, va uno de poco a poco, no aprende uno de golpe sino que es de a como vayamos trabajando, y pues así es como vamos aprendiendo, así es como desarrollamos nuestro trabajo aquí”. 10 de abril de 2012.
Rancho Juquila, Santa María Tlahuitoltepec, Sierra Mixe, Oaxaca. Fragmento de una conversación grabada.

*

Encuentro en estas palabras dichas en la milpa la riqueza de lo simple, que se parece mucho a la riqueza de lo complejo. Y contrapongo ambas a la medianía gris del lenguaje cotidiano, tan lleno de automatismos, tan vacío a la vez.

El proyecto Los ojos de la milpa es una memoria comunitaria creada por familias de los ranchos Juquila y Santa Ana, en la comunidad de Santa María Tlahuitoltepec, ubicada en el corazón de la Sierra Mixe de Oaxaca. Es un sitio web que se despliega como la memoria, hay imágenes y voces, capturadas a través de teléfonos celulares usados por los pobladores de la Sierra Mixe, quienes narran con sus propias voces en sus propias palabras y eligen de acuerdo a su propio parecer, imágenes que documentan lo que sucede en las milpas y sus alrededores. Así, vemos que allí crecen maíz, frijol y calabaza, y también árboles frutales: duraznos y manzanos, que juegan un papel muy especial.

En Tlahui, como lo nombran afectuosamente los que están familiarizados con el paisaje, casi todas las milpas se siembran en laderas, y por ello son vulnerables a la erosión causada por las lluvias, que suelen caer con fuerza. Los árboles, plantados en hileras, forman lo que se conoce como “barrera viva”, que ayuda a detener los escurrimientos y protege la tierra. Los duraznos y los manzanos ayudan también a capturar carbono de la atmósfera. Y, si se cuidan bien, dan sus frutos cada temporada. ¿Por qué usar teléfonos para documentar todo esto? Porque plantar árboles en la milpa es algo nuevo, y hay que aprender cómo hacerlo bien. Hay que probar y observar. Hay que podar, hay que hacer el raleo. Este conjunto de técnicas, conocido como MIAF (Milpa Intercalada con Árboles Frutales), fue desarrollado por agrónomos del Colegio de Posgraduados, en Chapingo. Desde hace algunos años se propuso a la comunidad de Tlahui, y algunas familias decidieron adoptarlo. Los ojos de la milpa es un testimonio de cómo se trabajan estas nuevas técnicas, de cómo se aprenden. Es una forma de dar ojos y voz a quienes, desde la milpa, nos cuentan su quehacer.

*

“Aquí estamos trabajando. Así lo requieren los duraznales, hay que estar aflojándoles la tierra y revisarlos, trabajar constantemente. Sólo así los duraznos se darán bien y sólo así podremos obtener dinero de ellos. Ha quedado constancia (por medio de la fotografía) para que todos trabajemos así, aunque esté haciendo calor; ¿qué podemos hacerle?”
21 de febrero de 2012. Transcripción de un mensaje grabado en Rancho Juquila.

*

*

Ante el auge de la agricultura industrial, los pequeños productores no pueden competir contra la mecanización de la producción de alimentos a gran escala, razón por la que muchas veces se ven forzados a migrar, a abandonar sus tierras y a ver cómo se desintegran sus comunidades.
No cabría todo lo que hay que decir al respecto en este artículo, pero creo que estas terribles externalidades sociales y económicas, que algún día pagaremos, son motivo suficiente para querer acercarse a la tierra, a la raíz de nuestro alimento, y a las manos que saben hacerlo crecer. Acercarse pues, para juntar nuestras fuerzas y defender.

Durante un año y medio, en Los ojos de la milpa se capturaron imágenes y grabaciones que narran la siembra, la fertilización, las podas de invierno y de verano. Encontramos trabajo, problemas, plagas, remedios, cosechas y, sobre todo, un conocimiento vivo que crece fuera de los “centros del saber”. No podemos ignorar los saberes de aquellos que han trabajado y cuidado la tierra durante generaciones. No es lícito seguir pensando que la única fuente legítima de conocimiento son los sabios y sus aparatos: la mujer y el hombre común también tienen derecho a entablar un diálogo directo con el mundo.

Desde Tlahui, este diálogo se escucha y se lee en lengua mixe. Para preparar la página web de Los ojos de la milpa se hizo un gran esfuerzo por transcribir y traducir las grabaciones hechas por la gente de Juquila y Santa Ana. Lo considero un logro importante de los lingüistas del colmix y, a pesar de que aún no se establece como institución, el Colegio Mixe congrega a personas que, con su trabajo diario, estudian y documentan la lengua mixe. Lo que nos muestran los participantes de Los ojos de la milpa es la tensión silenciosa que hay entre una cultura ligada a la tierra y la llegada intempestiva de lo moderno, en forma de tecnologías como fertilizantes o pesticidas químicos. O el propio teléfono celular. No se trata de rechazar estas tecnologías, sino de usarlas de manera recíproca con el antiguo conocimiento, ser críticos ante su uso. Tener los ojos bien abiertos ante lo que llega y, si es necesario, resistírsele. Existir es resistir, y se existe de diferentes maneras. Los ojos de la milpa es también una forma de existir de cara a un mundo conectado, y de darle a conocer lo que crece en las tierras altas de la región mixe.

*

“…que el maíz germine y se dé bien, que las condiciones climáticas sean favorables para el crecimiento del maíz; esto es lo que yo pido, hermanos, hermanas, compadres, reciban este tepache. ¡Salud! … hemos venido a darles nuestras manos y nuestros pies, en la medida en la que el Dador y Creador de vida nos lo permite, y así le pedimos que nos brinde su ayuda y su protección…”
3 de abril de 2012. Fragmentos de la ceremonia de la siembra, transcripción de una ceremonia grabada en Rancho Juquila.

“Puedo ver lo que haces”

El  pasado 4 de agosto se dio a conocer el fallo del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo 2013*.  Mujeres sin cuello es la obra ganadora. Compartimos una charla con su autor, Carlos Iván Córdova** (1982), lingüista, poeta y dramaturgo originario de Hermosillo, Sonora.

Cortesía de Cárlos Córdova

Qué fue primero ¿el lingüista o el escritor?
Escribía poesía antes de la lingüística, y ésta me hizo enamorarme de las cuestiones dialógicas. Resultó muy inquietante conocer el peso, los actos de palabra dentro de la interacción y la comunicación humanas… la ironía, el doble fondo, indagar en cómo el poder se da a través del lenguaje y de cómo se da, también, el ejercicio espiritual a través del lenguaje. Me impresiona mucho lo que dice la gente en su cotidianeidad y cómo se forjan los juegos de poder a través de lo que hablan. Me interesa extraer ese comportamiento humano, el cómo se construye la realidad a través del diálogo.

¿Podríamos decir, entonces, que tu decantación por la dramaturgia viene de este interés por el diálogo?
Sí, en mis textos, prefiero como cualidades el lenguaje y el diálogo, más que la anécdota. Trato de ser muy sobrio… Me gusta escribir de forma minimalista, pero cuidando mucho la contundencia.

¿Cómo influyó esta preferencia la escritura de Mujeres sin cuello?
Me impuse el reto de escribir una obra con muy pocos personajes, que se desarrollara en un solo lugar. Así se redujo a dos: una niña-tronco, nacida sin brazos ni piernas, y su enfermera, quien tiene pocos días cuidándola. Es en su interacción, en su forma de conocerse, donde arranca un juego de poder, el cual transcurre, digamos, en tiempo real. Mujeres sin cuello no tiene correspondencia con la narraturgia, digamos que no está en boga; me interesa más dialogar con la tradición de autores como Edward Albee, Bernard-Marie Koltès, David Mamet, Mike Bartlett, Cutberto López… Obras que indagan en el estado del alma manifestado en los diálogos. Me interesa entrar en diálogo con lo humano, no con las formas: con la oscuridad del ser humano.

Y la anécdota en sí es peculiar ¿de dónde surge?
Cuando era niño vivíamos en el ejido de San Pedro El Saucito, (Sonora). Había una telesecundaria cerca, donde trabajaba un maestro en silla de ruedas que pasaba las tardes en una especie de casita de cartón. Mi mamá me mandaba a llevarle la cena. Una vez llegué con el hombre –tendría yo unos 8 años– me dice: “yo puedo ver cosas aunque no me mueva de la silla, por ejemplo, si miro este televisor apagado, puedo ver ahí lo que haces”. Entonces lo puse a prueba y salí, tomé una piedra y la arrojé hacia los huertos. Cuando le pregunté qué había hecho me respondió: “tomaste una piedra y la arrojaste hacia los huertos”. Me asusté tanto que salí corriendo… Ya después, en perspectiva, pensé: este hombre compensa su incapacidad física con posibles y extrañas posibilidades de poder mental, y se me hizo sugerente a más no poder… Años después me plantee cómo podría escribir una historia de una niña-tronco, sin que ella fuera la víctima sino la victimaria, de qué manera se podría corresponder un ser así, frente a alguien que es más bien minusválido emocional.

Ahora radicas en ciudad de México gracias a una beca de la Fundación para las Letras Mexicanas pero ¿cómo describirías el panorama teatral de Hermosillo?
El Norte en general, en materia teatral, siento que no tiene, en comparación con DF, una producción dramatúrgica profusa; allá lo que importa es la ganadería y el comercio, escribir teatro no goza de fama ni de prestigio. El panorama teatral no es tan rico como quisiera, pero existe. En Sonora las compañías de teatro que conozco sufren muchas tribulaciones y no hay muchos montajes. Me parece que tiene que ver con el hecho de que la gente no está acostumbrada a acudir al teatro; hay poco público, muy poco. Y es un círculo vicioso: el teatro necesita compromiso y colaboración colectiva y correspondencia con el público.

Eso no suena muy alentador ¿qué te convenció para, en ese contexto, animarte a escribir teatro?
Es un misterio, es algo que no está claro ni para mí, es casi instintivo, es algo que me duele pero que disfruto muchísimo. Trabajo con el pasado extraño, con la huella del dolor. Escribo por una necesidad de corresponder, de hacer lo mismo que otras obras hicieron por mí. Mi tarea es proponer, mostrar una parte de la realidad de una manera en la que nunca antes se haya presentado… porque todas las historias se han contado mil veces: lo importante es proponer una cierta perspectiva, un ángulo, que dé a estos eventos un nuevo color, o un nuevo sentido.

***

**Carlos Iván Córdova (Hermosillo, Sonora, 1982). Estudió la Licenciatura en Lingüística en la Universidad de Sonora. Desde 2011 forma parte del programa de becas para jóvenes escritores de la Fundación para las Letras Mexicanas (f,l,m). Colabora en Enciclopedia de la Literatura en México, proyecto impulsado por la f,l,m y CONACULTA. Su poemario Ánimas mínimas fue ganador del Concurso del Libro Sonorense 2011. Autor de la obra L’instant de Guerlain, publicada por la editorial Paso de Gato y Toma Ediciones en la Antología de Teatro Breve para Formación Actoral, la cual formó parte de las lecturas dramatizadas realizadas en la FIL Minería en 2013.

*En 2001 fue creado en el Centro Cultural Helénico (CCH) el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo, como una forma de impulsar a dramaturgos menores de 35 años. Su dinámica incluye un taller en el que participan los finalistas. Sólo después de este taller se elige al ganador. El premio para la obra ganadora consiste en $120 mil pesos, mientras que el CCH ofrece uno de sus foros para presentar en temporada la obra ganadora, en un plazo no mayor a un año a partir del fallo, con cobertura de gastos técnicos y de difusión, toda vez que la obra recibe un apoyo económico de producción de $200 mil pesos. Las obras ganadora y finalistas se publicarán en la antología Teatro de la Gruta XIII, a editarse el próximo año.

Perro sombra

 

El nombre lo puso la suerte
grabado en un collar de brumas
con destellos de galaxias sonámbulas
para que yo lo viera: Noctis
pequeño eclipse canino sobre la noche
afelpada de nuestros ojos negros

¿cuánto cuesta el collar?

una mueca de desperdicios dentales
que contrasta con las bengalas de gelatina
derramándose desde un ombligo subterráneo
y desde las cavernas ópticas del cristalino Noctis
dice: ciento cincuenta pesos

y yo pago confiando en que la lengua
con sus pliegues de rumiantes aturdidos
cambiará de tono en poco tiempo y será rosa
será roja será una danza de minúsculos insectos
eclipsando la cuerda floja de la que cuelga
el pescuezo de un perro negro de un perro gris
de un perro rosa de un labrador vestido de
Xoloitzcuintle

Fábulas monterrosianas

Tres narradores: José Luis Zárate, Héctor Cortés Mandujano y Armando Alanís Canales retoman la fábula como espacio para dialogar con Tito Monterroso en un ejercicio lúdico que compartimos con nuestros lectores.

"Dinosaurio", dibujo de Augusto Monterroso.

*

EL DINOSAURIO QUE NO PODÍA DORMIR
José Luis Zárate

Érase un dinosaurio que llegó a la fama no por méritos propios, sino porque despertó al lado de la persona equivocada que, para colmo, se tomó el asunto a lo trágico, lo comentó a todo el mundo, y lo publicó en su Facebook.
El dinosaurio no entendía cómo un hecho estrictamente íntimo podía obtener 7,500 likes y 1,355 comentarios en sólo unas horas.
Lo peor, claro, fueron las fotos en Instagram y el video en YouTube que fue retirado por contravenir las normas morales del servicio, pero que para entonces había sido clonado y ubicado en mil sitios distintos.
Vio a quien había iniciado la tormenta mediática llorar en tres noticieros distintos, un par de programas de variedades y un talk show. En todos ellos decía, llorando, con lágrimas de furia, de resignación, de asco, de vergüenza, de odio: “Y cuando desperté…”
Con qué horror el dinosaurio vio al público entero corear el remate de la frase: “… todavía estaba ahí”.
Lo peor fue el meme, la canción (reggaeton, además), los llaveritos.
De alguna manera apareció en su Linkedin y en su entrada en la Wikipedia aclaraban que él era ese dinosaurio.
La gente con quien dormía hacía siempre el mismo chiste al despertar (“¿Sigues ahí?” ) y escuchó tantas variaciones malas sobre el tema que dejó de acudir a fiestas y se planteó seriamente las ventajas de la vida célibe y solitaria del anacoreta.
Tomó demasiado café y las noches le parecían pobladas de risas y se negaba a dormir porque era lo que había empezado todo.
La zorra (que había sido difamada en más de una ocasión —no siempre falsamente—) le recomendó que tuviera paciencia. La memoria de la masa, dijo, es un conejo que corre buscando siempre otro agujero.
El dinosaurio no entendió la metáfora, pero agradeció el consejo y se resignó a esperar a que se cansaran de atormentarlo.
Pasó tiempo (incluso la zorra se sorprendió) pero al fin la tormenta empezó a amainar. El dinosaurio ya no fue tan popular y su imagen dejó de aparecer en diarios amarillistas y sitios XXX.
Y entonces pasó algo raro. El dinosaurio se sintió menos real después, hubo un vacío y un ahogo cuando los reflectores se alejaron y alguien no supo cómo completar el estribillo: “Y cuando despertó…”
El dinosaurio hizo un álbum de recuerdos, guardo los souvenirs y bibelots creados con su imagen, se encontró tarareando la canción y los chistes rancios le parecían increíblemente ingeniosos.
Ahora, cuando se rasura frente al espejo, cuando un funcionario le pregunta su nombre, cuando alguien duerme a su lado, el dinosaurio añora la fama y se pregunta si él en realidad sigue ahí.

*

LA OVEJA NEGRA II
José Luis Zárate

En un lejano país hubo una oveja negra.
Fue fusilada.
Su imagen se hizo famosa.
Era un símbolo de injusticia, de rebeldía, de lucha.
La camiseta con su efigie se vendió muy bien.
Mil ovejas negras son sacrificadas diariamente para usar su lana oscura en las camisetas.

*

LA FÁBULA QUE TUVO UNA CRISIS DE FE
José Luis Zárate

Existió una fábula que empezó a dudar de sí misma.
0Creció con sus hermanas en los establos de famosos satíricos y fabuladores. Veía cómo crecían llenas de confianza y a sus amos afilar por horas el aguijón que toda fábula posee.
Pero ella empezó a preguntarse sobre la certeza que representaba, encontró grietas importantes en el duro principio que le fue confiado, empezó a preguntarse si su forma era la apropiada, y al dudar de la pertinencia de cada una de sus partes, de la roca que debía asestar contra alguien se perdió a sí misma, se llenó de dudas, se volvió borrosa e indigna de las aristas perfectas de las fábulas satisfechas de tener toda la verdad de su parte.
Se dijo, para consolarse en su soledad, que era una metafábula, estudió ontología y deslices freudianos, y sospechó, con miedo, que de aparecer en algún texto no tendría un remate digno.

*

EL RATÓN FILÓSOFO
Héctor Cortés Mandujano

La isla era de queso, de queso completamente. Los árboles y sus frutos, las plantas y sus flores eran de queso. Y era una excepción, pues otras islas cercanas y lejanas eran de tierra simple, de tierra simplemente. Por qué era de queso es algo muy difícil de explicar ya que tampoco es posible explicar por qué todas las demás son de tierra; incluso, sigue siendo un misterio de dónde han llegado los hombres, los animales y las plantas que pueblan el globo terráqueo.
Durante mucho tiempo, y ésta es una historia que ha pasado de generación en generación, la isla fue un punto blanco en el inmenso océano. La orografía de queso, durante las sucesivas etapas históricas por las que fue atravesando, se transformaba con lentitud y aparecía una montaña, algún valle, una hondonada. El movimiento del mar circundante achataba un flanco o, luego de persistentes oleajes, arrancaba un fragmento minúsculo del lechoso elemento. Así, hasta que un día, afirmaba la antiquísima versión, apareció sobre la superficie blanquecina algo semejante a un minúsculo cabello, traído por un viento que podía venir de cualquiera de los puntos cardinales, y se fue multiplicando con una magia que es, también, como varias de las cosas que parecen cotidianas, inexplicable.
Lo raro del asunto fue que el puñito de pelos no era levantado por el viento, el mismo que lo había traído, como si su peso fuera suficiente para continuar posado en el piso, entre el pasto de queso; como si el puñito de pelos hubiese enraizado en esa superficie por decisión propia.
Dicen las viejas consejas que en algún momento pareció cobrar vida, moverse. Y ahí nació, así, sin más ni más, el primer ratón de la isla. Éste, como una lección aprendida de la nada, de donde procedía, encajó los dientes en lo primero que halló, que no podía ser otra cosa que queso, movió sus pequeñas mandíbulas y decidió que aquello era un alimento perfecto para alguien de su raza. Que naciera luego otro y otro más y muchos después no pareció tan raro.
Cuando la isla ya estaba habitada con una comunidad que se reproducía y moría con un balance más inclinado a la proliferación constante, hubo algún ratón filósofo que se preguntó sobre el origen de su raza.
No creía en lo que los demás daban por sentado, porque era una posición, desde su punto de vista, conformista. Creer en algo no comprobado ni comprobable les daba a los ratones la comodidad de disfrutar el instante; de vivir para adelante, como decían, y no para atrás. Lo que no conocimos ya no tiene importancia, repetían, lo importante es lo que nos deparará el día de mañana, el futuro. “Nacimos de un pelito que trajo el viento”, decían las viejas explicaciones nunca contradichas.
—El asunto no es ése —replicaba el ratón de biblioteca (había leído los fugaces libros de queso, antes que los ratones ignorantes, principalmente los más chicos, se los comieran, como se comían todo)—, sino de dónde vino ese pelito.
—De donde ha venido todo —le contestaban— de un lugar ignoto, de donde sea, da lo mismo. El ratón, desdeñoso de esa fácil palabrería, se enrollaba en pensamientos tan profundos, que en uno de ellos, luego de darle vueltas a lo mismo, se quedó dormido para no despertar.
—Pobre —dijeron cuando lo arrojaron al mar, en la ceremonia fúnebre—, nunca disfrutó de comer queso, sólo por andar pensando en tantas cosas que no lo hicieron feliz; no tuvo una ratona que lo acompañara, ni ratoncitos que conservaran el recuerdo de sus reflexiones.
Pensar, en lugar de vivir, no tiene caso, concluyeron.

*

CERVATILLO
Héctor Cortés Mandujano

El venadito se apartó de la manada para probar, por primera vez, la sensación de libertad. Se detuvo al llegar a la laguna, se miró en el espejo tembloroso del agua y bebió largamente. Su nervio joven y su ojo veloz detectaron un reflejo de sol sobre una superficie luminosa. El venado inexperto no conocía a los hombres, por eso, a pesar de descubrir a uno de ellos detrás del montículo, lució ante él su belleza. Un nuevo brillo llegó a sus ojos. Provenía de la mira telescópica del rifle desde la que el hombre preparaba con cuidado el disparo perfecto.

*

LA OVEJA BLANCA
Héctor Cortés Mandujano

Le hubiera gustado ser rebelde, revolucionaria, desafiante de todo lo establecido. Pero nació blanca y no negra, de modo que por más que buscara pertenecer a los grupos extremistas se le desdeñaba, se le hacía a un lado. No iba a ceder en su decisión de volverse un peligro para el status quo, así que se metió en un salón de belleza y pagó el mejor tinte para lucir ante los demás, con la frivolidad de siempre, su nuevo look de oveja negra.

*

TIGRE
Armando Alanís Canales (AAC)

Se sintió un tigre en medio de la selva y lanzó un rugido… pero le salió maullido. El gatito, que había visto con su amo demasiados programas de televisión, dormitaba en el afelpado tapete de la sala.

*

RUEGO
AAC

—Déjenme solo —les rogó.
Pero no se fueron. Esa cabeza era su casa.

*

DOCE NÁUFRAGOS
AAC

En la lancha a la deriva, a los doce náufragos les dio de pronto por reír a carcajadas. Pelaban los dientes. Estaban todos muertos.

*

EL PRESO
AAC

Cuando la puerta de la cárcel se cerró a sus espaldas, tanto los muros altísimos como el patio desolado le parecieron familiares: los había visto muchas veces en sueños.

*

UNA TARDE EN LA PLAYA
AAC

Enterraron al padre en la arena, dejando la cabeza fuera. Una ola más alta que las otras lo cubrió. Ahora los hijos cavan en su busca, mientras la tarde cae y la marea crece.

*

DESGRACIA
AAC

Al abrir el grifo del lavabo una mañana, salió con el chorro una sirenita que se coló entre mis dedos y se fue por el remolino.

*

DAVID
AAC
A veces le da por creer que es un hombre de carne y hueso, y actúa como tal. El verano pasado violó en tres tardes consecutivas a tres bellísimas turistas. Pero no se le pudo probar nada.

 

Una tarántula inofensiva

Ilustración: elcerezo

 

Hace unos años mi mujer recibió una herencia que nos permitió adquirir una antigua quinta con un jardín bastante grande y, por si fuera poco, en el centro de Xalapa. Desde luego, el jardín estaba bastante descuidado. “¿Jardín?”, me dijo alguien, “yo veo maleza”. La casa había estado desocupada durante varios años, pues el propietario se trasladó al Distrito Federal y se la rentó a unos franceses, pero luego no sé por qué estuvo vacía. Hubo que hacerle algunas reparaciones y pintarla de nuevo, pero logramos instalarnos poco antes de que empezara la temporada de lluvias. Todo iba muy bien. La cocina, por ejemplo, tenía un ventanal hacia el jardín, así que nos podíamos dar el lujo de ver las alocasias y unos árboles mientras preparábamos el café o lavábamos los platos. Además, la casa de junto también tenía una especie de huerto con naranjos; esta casa limitaba con otra propiedad de las mismas dimensiones y de la que emergía un árbol inmenso.

Todo tiene inconvenientes y poco a poco empezamos a descubrir los de nuestra casa. El cercano Hotel Xalapa tenía un aparato en la azotea que luego averiguamos enfriaba el aire acondicionado y emitía un zumbido intolerable. Los técnicos del ayuntamiento nos informaron, sin embargo, que no rebasaba los límites permitidos, o sea, “no se quejen”. El caso es que una noche me quedé viendo una película en la tele y me fui a dormir al estudio, donde hay un sofá cama, para no despertar a mi mujer, quien se levanta temprano para ir a dar sus clases en la universidad, ni a mi hija que no se levanta tan temprano, pero que prepara un recital y toca el piano todo el día. Yo no me podía dormir y decidí bajar a la cocina para calentarme un vaso de leche y tomarla con un chisguete de coñac. Abajo, en la entrada, hay un medio baño junto a la escalera; después de la leche, entré para orinar, pero en seguida vi una tarántula. Se hallaba en posición de ataque con las patas delanteras extendidas hacia delante, lo que le daba un aspecto impresionante.

Apagué la luz y cerré la puerta, procurando no hacer ruido. Me apresuré a la cocina donde busqué un trapo; lo mojé un poco y volví al baño. Prendí la luz y abrí la puerta. La tarántula no había cambiado de posición. Le arrojé encima el trapo, como si fuera una red y volví a cerrar la puerta. Volví a la cocina y esta vez abrí la puerta que da al pasillo donde se encuentra el lavadero y busqué debajo un frasco de vidrio que había dejado ahí. Volví al baño y le fui quitando el trapo mojado a la tarántula. En cuanto vi sus pelos, le puse el frasco encima y acabé de retirar el trapo. Después, entré al cuarto de la lavadora y le quité la tapa a una revista, que deslicé por debajo de las patas del bicho. Luego le di vuelta al frasco y le coloqué la tapa de rosca. En seguida, busqué la caja de las herramientas y con un martillo y un desarmador le hice agujeros a la tapa para que le entrara aire a la araña. Enseguida coloqué el frasco en una reja de madera que estaba en la cochera y en una hoja escribí “Atrapé una tarántula” y dejé el mensaje sobre la mesa del comedor para que Catherine lo viera cuando bajara a prepararse café. Luego me fui a dormir.

Ilustración: elcerezo

Por la tarde, le mostré la tarántula a un vecino conocido en el barrio por mantener un herpetario en la azotea de su casa. Las víboras escapaban a veces y huían por la calle. “Mátala”, me dijo, “es peligrosísima”. Me aseguró que a un abogado le cayó una tarántula en la cabeza y el veneno le ocasionó una especie de gangrena. “Ha de haber sido otra araña”, le dije. Me acordé entonces de un amigo que vivía en la parte baja de la ciudad y una tarde oyó a sus hijas gritar en el corredor del primer piso. Al salir a ver qué pasaba, vio una tarántula que corría por el piso e instintivamente la echó al patio de una patada. Su esposa también había oído los gritos de sus hijas y cuando salió al patio, la tarántula le cayó en la cabeza. Nos reímos y nunca supe qué pasó luego, pero estas arañas son muy frágiles.

Volviendo a mi tarántula, por la información que encontré en la red calculé que debía tener unos veinte años, es decir que ya era una criatura muy digna de respeto. Mi hija, en todo caso, se opuso a que la matara. “Karel nunca nos perdonaría, si se entera”, me aseguró. Karel es un oboísta que toca con la Filarmónica de Querétaro y tuvo como mascota a una tarántula. Al volver una noche a su apartamento no encontró al bicho en una especie de pecera donde la mantenía encerrada y tuvo que ponerse a buscarla. Finalmente, la encontró en su cama, entre las sábanas y almohadas. “Por suerte no me acosté encima de ella”, comentó, “pues hubiera dejado una nube de pelillos urticantes”. Me aseguró luego que la tarántula era inofensiva y sugirió que la liberara en un parque, Los Tecajetes, que no está lejos de la casa y donde a veces voy a caminar. Me acordé entonces de una película de James Bond donde le echan una tarántula en la cama. “Si fueran inofensivas”, razoné, “¿para qué se la echaron?” Por eso preferí llevarla a otro parque.