Perro sombra

 

El nombre lo puso la suerte
grabado en un collar de brumas
con destellos de galaxias sonámbulas
para que yo lo viera: Noctis
pequeño eclipse canino sobre la noche
afelpada de nuestros ojos negros

¿cuánto cuesta el collar?

una mueca de desperdicios dentales
que contrasta con las bengalas de gelatina
derramándose desde un ombligo subterráneo
y desde las cavernas ópticas del cristalino Noctis
dice: ciento cincuenta pesos

y yo pago confiando en que la lengua
con sus pliegues de rumiantes aturdidos
cambiará de tono en poco tiempo y será rosa
será roja será una danza de minúsculos insectos
eclipsando la cuerda floja de la que cuelga
el pescuezo de un perro negro de un perro gris
de un perro rosa de un labrador vestido de
Xoloitzcuintle

Escapistas A.C. Una asociación civil en Manzanillo

Conformada por artistas y gestores culturales, Escapistas A.C. es una organización creada en 2002 en Manzanillo, Colima. Sus labores abordan principalmente la literatura y el arte, sin dejar de lado la promoción y difusión.

Uno de los foros más importantes del Festival de Poesía Manzanillo es el Buque Escobedo. Foto: Escapistas A.C.

Náufraga flor, exiliada víscera, Malagua
a merced del oleaje,
blando cristal que el mar expulsa como a un cáncer.
‘Tal un beso de muchacha
núbil, es la quemadura de Malagua’.
Jorge Esquinca

A más de nueve años de estar conformada legalmente, la asociación civil Escapistas se ha consolidado como un colectivo de difusión y promoción cultural en el que convergen la literatura, el cine, la música, las artes plásticas y la danza. Tratando de hacer honor a su nombre, Escapistas intenta poner en acción lo que parece una hazaña imposible: hacer realidad la presencia de la cultura en el municipio de Manzanillo sin ningún recurso fijo para ello.

La idea surgió de un grupo de amigos que decidió inaugurar una “casa de citas”; lugar en el que se podría “citar” a la ciudadanía para que asistiera a eventos culturales gratuitos. Entre los soñadores detrás de este proyecto se encontraban escritores y artistas como Víctor Manuel Cárdenas, Avelino Gómez, Carlos Ramírez Vuelvas, Guillermina Cuevas, Rafael Mesina, Martha Gutiérrez, Sergio Contreras, Horacio Archundia, Memo Huerta y Horacio Silva, entre otros.

Escritores y gestores culturales en el cierre del Festival de Poesía Manzanillo 2012. Foto: Escapistas A.C.

Con el tesón de sus integrantes, Escapistas logró fundar el espacio cultural al que se le llamó Casa Malagua, llamado así en honor a un poema de Jorge Esquinca (“Criaturas para la recién casada”), porque como la malagua del poema, los escapistas también están “a merced del oleaje” del mar de Manzanillo.
Casa Malagua se inauguró en 2003 en la calle Colhuas. Luego la sede se trasladó a la calle Allende, ambas el centro de Manzanillo; a pesar de los cambios de domicilio, los escapistas han realizado diferentes actividades.
Entre las actividades organizadas están los espacios de creación literaria como el Taller escapista; las muestras de cine de arte nacional e internacional en la Cartelera Cine Club Casa Malagua; la promoción de círculos de lectura, como la Sala de lectura Punta de Agua; los talleres de pintura; las exposiciones pictóricas, los talleres de grabado y el desarrollo de la Trivia escapista, en la que se obsequian a la comunidad, libros, boletos de cine o cualquier otro regalo en especie.

Una situación peculiar de la asociación es que enfatiza sus actividades en presentaciones de libros y revistas culturales, ya que considera que la promoción de los impresos es ineludible e importante para que la población de Manzanillo acceda a las maravillas que ofrecen los artes de la escritura y la lectura.
Con regularidad, Escapistas gestiona cada una de las presentaciones; en varios casos los autores son los que solicitan que se les organice el evento, sin que Escapistas cobre ningún tipo de comisión por papelería, sonido, promoción o por la renta del espacio. Es así como la asociación trabaja: no cobra el acceso a los eventos ni los talleres que ofrece; mucho menos devenga una remuneración por las actividades que realiza dentro del colectivo. Hay que destacar que Escapistas ha sido beneficiada por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Colima en las ediciones 2004 y 2010; sin embargo, en principio, la asociación se mantiene gracias a los recursos de los miembros activos y a las donaciones de otros artistas o de la iniciativa privada. Con estas formas de trabajo y sostenimiento sui generis, la asociación ha logrado permanecer y romper con el estancamiento en el que se encontraba la cultura en el municipio de Manzanillo.

Victor Manuel Cárdenas, Carmen Villoro y Guillermina Cuevas. Foto: Escapistas A.C.

Con un estilo escapista, ha presentado una gran cantidad de libros y revistas de temas y sellos editoriales diversos como PuertaAbierta editores, Mantis editores, Secretaría de Cultura de Colima, Conaculta, Comisión de Biblioteca y Asuntos Editoriales del Cámara de Senadores y el Fondo Editorial Tierra Adentro. Con estos esfuerzos Escapistas logra conformar una plataforma para que los artistas (consolidados o no) den a conocer sus trabajos. Por ejemplo, durante el taller de creación literaria dirigido por el poeta Carlos Ramírez Vuelvas, Escapistas logró reunir una buena cantidad de textos de narrativa y poesía, con los que se publicó el libro Manual para escapistas, a través del poeta Avelino Gómez, entonces director del Instituto de Cultura de Manzanillo.

A raíz de su creación, la asociación ha buscado tener impacto en la ciudadanía. Con esto en mente, organiza anualmente el Festival de Poesía Manzanillo, durante tres jornadas, siempre en los últimos días del mes de noviembre. Sin saber en lo que se habían metido, por tres temporadas, Escapistas ha logrado hacer crecer el Festival, que este 2013 contará su séptima edición. Y es la tercera vez que la asociación lo lleva a cabo.
Al día de hoy, la asociación no tiene un domicilio fijo para realizar las asambleas y se encuentra itinerante; sin embargo, sesiona una vez por semana en diversos locales, para tratar asuntos de logística de los diversos eventos a futuro. A pesar de no contar con un espacio de trabajo definido, Escapistas realiza jornadas laborales permanentes, que se llevan a cabo en lugares establecidos en el puerto de Manzanillo. De sus actividades destaca el taller En corto o en largo, encaminado a la elaboración de guiones; el Taller Escapista de creación literaria, el taller CineArte en el que se proyectan películas de expresión artística y Lectureando, una tertulia literaria de numerosas temáticas. A casi una década de actividades, Escapistas A.C. encara vicisitudes, y aunque con desventuras, continúa al pie de la batalla.

Durante el Festival de Poesía Manzanillo, la poesía llegó a las calles. Foto: Escapistas A.C.

Escribir desde otro lado

 

Nombrar y documentar son tareas que el periodismo ha ejercido durante años. Saúl Hernández y Pablo Rojas hablan acerca de un género que no es nuevo, pero que por su valor creativo y político escapa a las convenciones del género: la poesía documental.

Ilustración: elcerezo

 

Escribimos desde la edición independiente. Desde aquí, entendemos el periodismo como un ejercicio eminentemente político, que se ha trastocado en los últimos años. Años aciagos de un país en guerra: lleno de dolor e injusticia, pero también de lucha y resistencia. En ese contexto, algunos escritores y periodistas han sido interpelados a redefinir su práctica. A abandonar los soportes autorizados, para trabajar más allá de filiaciones y de convenciones dictadas por el mercado y la academia. Se trata de una acción política del decir y del nombrar. Una escritura estética y políticamente relevante. Una acción política fincada en el lenguaje, aquí, y por supuesto, ahora. No hay novedad, pero sí una necesidad de abandonar la jurisdicción de los géneros, y de problematizar algunas ideas asociadas al periodismo: objetividad, neutralidad, etcétera. En este periodismo siempre se escribe desde un lugar específico. Asumiendo una postura. Estando expuesto. Afectado, de una u otra forma. Forzado a repensar para qué y para quiénes se está escribiendo. Y, en todo caso: qué es y para qué sirve el periodismo.

Podríamos decir que la importancia del periodismo radica en la posibilidad de nombrar, ofrecer palabras y metáforas que más tarde nos ayudarán a dolernos y condolernos con los otros. En Dolerse: Textos desde un país herido, Cristina Rivera Garza escribe: “Cuando la gravedad de los hechos rebasa con mucho nuestro entendimiento e incluso nuestra imaginación, entonces está ahí, dispuesto, abierto, tartamudo, herido, balbuceante, el lenguaje del dolor.” La escritora oriunda de Tamaulipas continúa: “De ahí la importancia de dolerse. De la necesidad política de decir tú me dueles y de recorrer mi historia contigo, que eres mi país, desde la perspectiva única, aunque generalizada, de los que nos dolemos. De ahí la urgencia estética de decir, en el más básico y también en el más desencajado de los lenguajes, esto me duele.”

Este libro, asegura la lingüista Yásnaya Elena Aguilar Gil, “llama no sólo a dolerse con ella sino a condolerse con todos y para eso es necesario sentir el dolor del otro, entrañarlo y sentirlo como propio. Pero para eso se necesita reconocerlo”. Y para reconocerlo se necesitan esas metáforas, palabras y explicaciones para “entrañarlo luego”. Por eso, sigue Yásnaya Elena Aguilar Gil, este libro, pero también muchos otros escritos desde la guerra, escritos con el cuerpo expuesto y la voz entrecortada, “se erige como una gran metáfora que enuncia y explica el dolor de un país lastimado, los detalles de cómo duele, arde o punza”. Sólo así, después de todo, podemos condolernos “estableciendo ese pacto de saber que nuestro dolor, el mío y el tuyo, son de la misma naturaleza”.

Así, la generación de Marcela Turati, Daniela Rea, Daniela Pastrana, Sandra Rodríguez, Vanessa Job, Diego Enrique Osorno, Alejandro Almazán, Óscar Martínez y John Gibler, por mencionar a algunos, está marcada por una realidad que duele, y siempre interpela; y entonces, por la necesidad de decir a pesar del miedo a hacerlo. En este contexto, escritores y periodistas han arrojado propuestas que apelan a la documentación, la tarea de nombrar, y la lucha por la memoria. Cuando Alma Guillermoprieto pensó en 72 Migrantes (Almadía/Fronterapress) dio por hecho la colindancia entre investigación periodística y creación. El resultado es desigual, como en muchas antologías, pero hay que leer el texto de Martín Solares y su dispositivo con leones (“Migrante aún no identificado”), o las “72 palabras”, de Alfonso López Collada. Las fronteras, en muchos sentidos, fueron reducidas para crear un libro que más allá de sus propias contradicciones, es, acaso sobre todo, una acción política.

El resultado, por supuesto, no es una certeza ni un híbrido bien acabado; sino la búsqueda de una escritura política y pública, en sus muchas manifestaciones. Una acción periodística. Y política. Decir desde otro lado. Y ese otro lado, ya no será la objetividad, sino el dolor; no la posición, sino la yuxtaposición; no lo alternativo, sino lo subalterno; no lo lineal, sino lo de abajo. Además, este periodismo aboga por la vigencia de la memoria colectiva, a partir de registros, documentación, y trabajo de campo. Se trata, entonces, de no olvidar, denunciar y tomar postura. Los proyectos de la escritora mexico-catalana Lolita Bosch están afincados en el mismo territorio, en el lenguaje y la palabra.

Si pensamos en las líneas anteriores, quizá sería mejor hablar de escrituras políticas y poéticas, más que de géneros bien delimitados. Estas escrituras intentan perforar las categorías y al lenguaje mismo. Explorarlo desde adentro. Pensar que el lenguaje, como el sentido (poseído en) común, puede enmascarar ciertos problemas asociados al poder, envueltos entre palabras y argumentos culturales. Sólo hay que pensar, por ejemplo, en todo el lenguaje asociado al género y a la preponderancia del patriarcado. Estas escrituras apelan, por supuesto, sin duda alguna, a la voz del otro. En éstas la voz de quien escribe siempre es y será la de otro.

Eso lo tienen claro quienes parten de la crónica, pero no quienes lo hacen desde la poesía. En Antígona González, Sara Uribe investiga y escarba sobre los desaparecidos en México, retomando a Judith Butler, Harold Pinter o Sófocles, pero también a familiares y víctimas de la violencia. Su propuesta está llena de voces de los de abajo, de la gente que vive la desesperación cotidiana de saber desaparecido a uno de los suyos. Lo que hace Uribe no es poco: a Butler, sin mencionarla más que en las notas finales, le otorga la misma voz que a las personas cuyos testimonios extrae de notas periodísticas. Todos son Antígona: Porque les tocó. Antígona es la recreación de una voz colectiva y también pública.
No nos es útil preguntarnos si lo que hace Sara es periodismo o poesía. Sabemos que es una escritura política, en el linde, basada en la investigación rigurosa, y en la “apropiación y reescritura”.

Algo parecido sucede con John Gibler en 20 poemas para ser leídos en una balacera. No sabemos si John considera que sus poemas son parte de su trabajo periodístico, pero sí queda claro que está interesado en esos espacios liminales, en perforar las categorías y explorar el leguaje.

La acción periodística y la escritura política acercan. Van más lento en un mundo compelido por la vorágine virtual, las teorías y sus metáforas. No que el periodismo o su acción las desprecien, a veces al contrario, sino que la acción periodística tiene su base y fundamento en otras acciones, concretas y que apelan a una realidad cotidiana, de a pie. A pie vamos irremediablemente más lento que el capital financiero. Los periodistas que se asumen desde esta contraparte activa pero lenta, descubren otro cariz en el entrevistado. El tren de los migrantes, las bodegas donde deben vivir los desaparecidos, los ojos y cicatrices. Todo va más lento visto desde abajo. La velocidad no es valorativa ni puede adjetivarse, pero le otorga cualidad de ser, desde el punto de vista de la acción periodística, política. Correr el velo lentamente nos da un sentido de aproximación no exenta de misterio. También da el tiempo justo para la retrospección, evaluación y para la empatía. Esta acción periodística no busca la inmediatez, busca ante todo la complicidad con los involucrados, y la puesta en marcha de un pensamiento ético. Posicionarse desde el ámbito de lo público también ayuda a configurar y hacer reflexionar a quienes llevan una libreta o grabadora en mano.
O de quien desde otro ejercicio de escritura, trabaja por documentar, decir, gritar, acercar. La guerra nos cambió a todos, y al ejercicio periodístico posiblemente lo renueve desde muchas esquinas: desde la poesía, desde el teatro, desde el pastiche, desde donde haga falta. Sin estridencias, la escritura política tal vez ayude a contar desde otro lado, de abajo y de a pie, nuestras historias. Los editores debemos estar atentos.

Rubén Bonifaz Nuño. Donde todo empieza en cada punto

A Rubén Bonifaz Nuño le debemos, entre otras cosas, la colección de clásicos Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana (UNAM). Él unió, como pocos, el mundo grecolatino, la cultura mesoamericana y las formas del decir popular. Claudia Hernández Valle Arizpe y Roberto Cruz Arzabal hablan sobre la vocación humanista e intelectual del autor de Albur de amor.

"A la muerte la veo sin temor, sin emoción, como una cosa completamente natural que me llegará, como me llega todavía la respiración." Rubén Bonifaz Nuño

 

Rubén Bonifaz Nuño (RBN) es un autor realmente singular en el panorama de la poesía mexicana de la segunda mitad del siglo XX y de principios del siglo XXI. Erudición y originalidad definen su obra poética y ensayística, en las que la iconografía azteca y la cultura grecolatina amarran lazos en textos que sintetizan una nueva conciencia sobre la identidad del mexicano de nuestro tiempo. En lo anterior radica parte de la fuerza pero, también, de la utilidad de sus versos y ensayos; un auténtico abanico de significados e interpretaciones.

A través de la valoración poética del arte delos antiguos mexicanos, RBN nos acerca de otra manera a nuestro pasado. Con ojos nuevos, alejado de los prejuicios heredados por siglos, y de lo que Mircea Eliade llamó “la infantilización del mito”, su posición frente a la realidad humana vista como fuente de belleza y de verdad, pero también como inagotable lucha de contrarios, lo hacen trascender las divisiones tajantes entre lo carnal y lo espiritual. Con su obra —también la de traductor, Rubén Bonifaz Nuño contribuye a la creación de una voluntad de rescate ecuménico, de la cual forma parte su propuesta de la universalidad de lo mexicano.

No puede entenderse a RBN fuera de su tiempo. Es heredero tanto de los poetas del Ateneo como de los del grupo Contemporáneos y de los escritores reunidos en torno a las revistas Taller y Tierra Nueva. Lo es, también, de las vanguardias europeas, semilla de ese “tránsito de la reverencia a la ironía, del estremecimiento a la malicia” (como lo escribió Carlos Monsiváis en sus “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX”), tan presente en poetas como Efraín Huerta, José Carlos Becerra y Eduardo Lizalde. El pensamiento humanista de Alfonso Reyes es importante para la vida cultural de México. Como muchos otros autores, Bonifaz lo dejó claro en el artículo “Una lección de humanismo…”: “Años antes de que yo comenzara a leer a Virgilio, Alfonso Reyes orientó mi amor hacia ese poeta con quien él ejemplificaba la significación de la latinidad, una de las copiosas raíces de nuestro humanismo.”

En las décadas de los años treinta y cuarenta, los integrantes de Taller y Tierra Nueva entendieron la poesía, el ensayo y la crítica desde su valor literario y universal y subrayaron sus diferencias ideológicas con autores anteriores, como cuando Octavio Paz escribe: “Para los poetas Contemporáneos el poema era un objeto que podía desprenderse de su creador; para nosotros, un acto.” (En Las peras del olmo). Las correspondencias entre la generación de Paz y la de Bonifaz Nuño, inmediatamente posterior, encuentran sus causas en factores de orden histórico, ideológico y estético. Con afán de buscar una línea de continuidad que domine el pensamiento y la obra del mexicano del siglo XX, ocuparía un lugar preponderante la de su relación compleja con el nacionalismo, reflejada en los libros de Samuel Ramos, Edmundo O’Gorman, Leopoldo Zea y Octavio Paz. RBN asimila todo eso y reelabora lo nacional —muy particularmente lo prehispánico— descubriendo, a través de su poesía, que el acto de creación es tan universal como los propios mitos.

"La poesía ha sido el único acto libre de mi vida. Lo demás es trabajo pagado para sobrevivir" Rubén Bonifaz Nuño

¿Dónde colocar a este poeta creador de ritmos? Porque se trata de un autor que combina en uso alternado eneasílabos con decasílabos [El ala del tigre (1969), La flama en el espejo (1971), El corazón de la espiral (1983)], o que emplea el eneasílabo polirrítmico (herencia del romanticismo y considerado popular hasta la fecha) y el eneasílabo trocaico (marcado en la cuarta sílaba, y muy usado en el modernismo): “Desencordado y sin guitarra, / hago segunda a tus adioses / con mi desgracia. Estás conmigo”, remitiéndonos a otras épocas pero situándonos también en un presente mexicano que incluye giros idiomáticos propios y hasta acordes de canción ranchera.

En buena medida es gracias a esas formas métricas y rítmicas, que afloran en Bonifaz la expresión enfática, la elegancia y la riqueza en el diálogo, elementos con los que crea un modelo personal armónico que refuerza el sentido de las imágenes y de los conceptos. Esa diversidad rítmica lo distingue, lo hace reconocible, si advertimos su uso del encabalgamiento suave y abrupto, con el que abre paso a una ambigüedad necesaria, además de a una entonación distinta cercana al lenguaje coloquial: reminiscencia o intertexto de refranes, dichos populares y corridos: “Ya no sufras, corazón, a nadie / le va importando lo que alumbras; / fuera mejor que te apagaras, / mejor se acabara esta querencia”. (Albur de amor)

En mi opinión, no es difícil equiparar a RBN, el poeta, a un arquitecto. El constructor de ritmos es también el que concibe estructuras. Analizar bajo diversas ópticas sus libros, desde La muerte del ángel (1945), su primer poemario, hasta Calacas (2003) nos revela que poco es gratuito en su orden y en su distribución. La estructura, por ejemplo, de Albur de amor (1987) corresponde, por la disposición y frecuencia de los números sagrados de los mexicas: 2, 4 y 5 —y que por su carga simbólica definen formal y temáticamente al poema— a la mal llamada Coatlicue.
Bonifaz es, digamos, un poeta de correspondencias. Hay correspondencia entre lo interno y lo externo, casi de una manera gráfica. Hay correspondencia entre Tláloc y Albur de amor, a partir de la concepción dualista del mundo. “La imagen de Tláloc sólo se constituye cuando las cabezas de serpientes se combinan, formando unidad, con la figura humana”, escribe RBN en Imagen de Tláloc (1986), un libro en torno a la comprensión del verdadero significado de esa deidad, y que para él fue clave para entender mejor la filosofía de los antiguos mexicanos sobre el origen y la creación del universo.

Erudición y originalidad definen la obra completa de Rubén Bonifaz Nuño.

El carácter reflexivo, las sentencias, los niveles de oposición en sus poemas hablan de una dialéctica cuyo movimiento también recorre en fuerzas contrarias que se reconcilian en un tercero armónico (el hombre), las esculturas de los aztecas que tanto le interesaron. Se puede decir que las relaciones entre el mundo prehispánico y el occidental (de los pueblos indoeuropeos y semíticos) se dan a través de la oposición que conduce a la unidad. Por otra parte, la búsqueda del reconocimiento de lo divino en el hombre, la búsqueda del centro místico es, muchas veces, el motor de sus poemas.
Buscar adjetivos sencillos para encasillarlo: decir que es el poeta de la soledad, del amor y el desamor, de la ironía frente a la muerte, o de la ciudad, resulta, probablemente, demasiado fácil. En su caso, esos y otros muchos temas conviven transformándose inagotables (como la energía de la mal llamada Coatlicue) bajo el dominio de su ritmo silábico y binario que da permiso al susurro, al reclamo, a la acusación, a la sentencia que es ruego por lo necesario, como cuando escribe “Que el amor sea con nosotros / errantes en círculos perpetuos / donde todo empieza en cada punto.” (Albur de amor).

Mucho pero poco se ha escrito sobre el poeta veracruzano. Han sido tema su personalidad, su infatigable vida académica, y hasta su forma de vestir. Faltan, sin embargo, más trabajos críticos sobre su obra, y una mayor divulgación de su trabajo. Que nadie cuestione, en su caso, la utilidad de sus libros. Porque útil es entender mejor de dónde venimos y hacia dónde vamos. Hace casi treinta años escribió: “Tenga la tecnología su lugar de herramienta para obtener deseables utilidades secundarias; cese en su pretensión de regir, y sea gobernada, desde arriba, por la voluntad y la conciencia construidas en la verdad de los valores más altos”. Creo que esa fue una de las consignas que guió su trabajo intelectual que hoy nos hereda para su estudio y su más pleno disfrute; un trabajo atemporal que concilia opuestos y que nos obliga a interpretar símbolos y a descubrir grafías; a conocer para estar de acuerdo o para disentir; a conocer para transmutar, como alquimistas, la materia que nos es dada o las ideas dominantes que se repiten hasta el cansancio. Una obra, concluyamos, que rebasa modas o tendencias, justamente, porque es atemporal y valiosa. Si coincidimos con el filósofo alemán Peter Sloterdijk en su análisis de la cultura actual cuando escribe en su obra El desprecio de las masas…, que “[…] lo importante puede lograrse mejor si uno no se deja seducir más por el fetichismo del talento”, quizá también comprendamos de otra manera el recogimiento de Rubén Bonifaz Nuño, su elección por permanecer lejos de los reflectores y de los aplausos.

Teo. A propósito de la luna en Villahermosa

El poeta Teo en su oficina de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Foto de Edmundo Segura.

Con esta crónica, el fotógrafo y reportero cultural Juan de Jesús López retrata los días previos a la muerte de uno de los escritores más importantes de la literatura tabasqueña, el poeta Teodosio García Ruiz (1964-2012), quien con libros como Furias Nuevas y Nostalgia de Sotavento ofreció desde la ciudad de Villahermosa una nueva visión de los territorios del trópico.

Viernes. Son las seis y media de la mañana, y todavía alcanzo a verla por encima del techo de la plaza comercial San Joaquín. Se cuela entre las ramas de las matas de guayaba y naranja agria. Blanca, redonda, como una gran hostia plateada. El sol proyecta tenues sombras definidas de los techos rasantes sobre las paredes de los edificios apenas más altos. Mi vecino, el amarillito, celebra mientras picotea las últimas guayabas maduras. Es hermosa la gran zorra. Me levanté con malos presentimientos. Me acuerdo de mi amigo Teo, y me alegro de haberlo visto en la presentación del libro-homenaje que le dedicó a la cronista Gabriela Gutiérrez Lomasto a través de su editorial Los arqueros del viento.

Para nadie es un secreto que Teo apenas sobrevive a los muchos males que sigue acumulando por la diabetes letal que lo aqueja, pero también, a todos nos sorprende porque —la luna ya casi no se ve— su cabeza sigue llena de proyectos, de poemarios, de humor y de locuras. Anoche, viernes 8 de marzo, el poeta hizo un gran esfuerzo para estar presente en el homenaje; a la ceguera se le han sumado la neuropatía y gastropatía. Casi no come porque hasta las verduras son un gran dolor en el estómago y la incontinencia lo obliga a permanecer alerta y casi siempre en casa. Cada semana pasa dos días en el hospital.

La familia García Ruiz. Teodosio aparece al costado izquierdo de su madre. Archivo de la señora Mireya Ruiz Rivera.

Desde el inicio de su trabajo poético el Teo mantuvo o adoptó tres hábitos culturales: Villahermosa y sus villahermosinos, la celebración del día internacional de la mujer cada 8 de marzo, y del día internacional de la poesía cada 21 del mismo mes. Para esta celebración primaveral convence siempre quién sabe con qué mañas o artes a alguna poeta de por los rumbos, a alguna mesera de café y, en algunos intentos no logrados a una puta, para que se conviertan en Señorita Poesía por un día, electa por olfato y oídas. “¿Cómo es?” —pregunta el Teo: “¿Tiene caderas grandes, ta’ buenota?” Dependiendo de la respuesta del lazarillo en turno, elige, decide y corona él solo. También toquetea avalado por su ceguera. Sobre el homenaje a las féminas, hasta ahora ha hecho reconocimientos a manera de exorcismos a dos grandes mujeres a las que debe mucho y con las que ha tenido desencuentros: Bertha Ferrer y Gabriela Gutiérrez. De ambas dijo, cuando era joven y bravo, el poeta irreverente de hueso colorado que no se tentaba el corazón para usar las palabras, que eran una nulidad como escritoras. Ahora las elogia y celebra. Ése es Teo. Con todoslos escritores chocos amigos o no ha hecho lo mismo: los ningunea pero si alguien de afuera intenta venir a decir lo mismo defiende su charco y congéneres con uñas y dientes. Pero lo que realmente me asombra de Teo es su querencia mayor como poeta y como promotor cultural: Villahermosa. Sólo conozco a cinco autores que tienen como pasión constante a esta ciudad: Geney Torruco Saravia, Gabriela Gutiérrez Lomasto, Miguel Ramsés Vázquez Ortiz… y Teo. Desde sus inicios literarios, Teo tiene como tema principal, atrás o delante de su poesía, de sus crónicas, de sus homenajes, de sus querencias, a Villahermosa. Valga una cita que tengo a la mano —el ruidero sube decibeles, la histeria de la televisión:

Con el libro Sin lugar a dudas, de Teodosio García Ruiz, publicado en 1985, se sacude de una vez por todas el tufo bucólico de la poesía sentada sobre las rodillas complacientes de la nostalgia y el paisaje. De manera emblemática, el pequeño poema de cuatro versos irregulares que va del trisílabo al alejandrino y da título al conjunto de más de setenta poemas, varios de ellos con versos prosaicos con aliento de corredor de fondo, marca una nueva actitud poética.

La quietud / es un caso de apuro / no significa paz / sino desgarramiento de conciencia. Para el joven autor de ese entonces, la aparente calma esconde en realidad la urgencia que impone la conciencia desgarrada por el apuro de la vida y la conciencia del lenguaje. Apuro viene a ser un conflicto y un compromiso, y el breve texto un poema consigna, una empresa silogística que convoca a poner al día la conciencia, un llamado de atención para no quedarse —y muchos se quedaron— en la infructuosa calma penitente de la ruina del paisaje tabasqueño para interiorizarse atribulado y doloroso —el desgarramiento— en el nuevo panorama de las masas y la luces de neón, en el espectáculo de imágenes y palabras luminiscentes, en el rumor de la vida que llega con el grito que anuncia la ruta desde el estribo de los camiones de transporte urbano lanzado por el cobrador:
“¡Tamultéee-atasta-centroooo!” En esa primerísima publicación, este poeta-voceador que no se sabe si se invita y a la vez impone, como sea, anuncia los escaparates, las luces rasantes, la novedad citadina, la ciudad como el edén prometido para las esperanzas del día a día. Lejos quedaría el rumor de rumiante domesticado, desde la ribera del río Grijalva. 

Reunión con amigos en Veracruz (Teodosio viste una camisa a cuadros). Archivo fotográfico del poeta Ramón Bolívar.

El poemario Sin lugar a dudas no es el primer libro moderno de la actual poesía que se escribe en Tabasco pero sí es el antecedente más poderoso y sólido por su tono desenfadado, por la coloratura altisonante, y porque se centra en la nueva geopoética: la ciudad.

Nada nuevo para otras latitudes pero sorprendente para la poesía que se hacía en Tabasco ya que según las estimaciones en los años ochenta cumplía medio siglo de rezago.

Y ahí, cuando se habla de ciudad, por supuesto, se habla de Villahermosa, la antigua San Juan Bautista. Y no puede ser de otro modo porque desde ese libro Teo ya pinta lo que sería uno de sus temas favoritos, Villahermosa. Luego vendría el libro de crónicas Villahermosa, peligro para caminantes, después Villahermosinos, en el que hace una serie de jocosas semblanzas de las que se conocen algunos adelantos publicados en los periódicos locales, y por último, la serie de libros homenaje dedicados a personajes locales como el “ecuamex” Fernando Nieto Cadena, el pintor Rogelio Urrusti y ahora doña Gaba. De acuerdo con lo que ha dicho él mismo, esta colección forma parte de un proyecto para alcanzar su doctorado. Los más mal pensados apuntan que lo hace para asegurarse un lugar en los meandros de la historia de la cultura tabasqueña. Quién sabe. Teo es un poeta y ya tiene incluso un lugar dentro de la literatura nacional: Ahí están sus libros: Yo soy el cantante, Furias nuevas y Nostalgia de Sotavento. Creo que lo que busca es ser amado tal cual, con sus sombras y luces, con sus afectos y encontronazos. Por eso me dio gusto verlo, sabiendo que pese a los pesares “queremos mucho al Teo”. Hace poco, como parte de un documental, el videoasta Alejandro Breck me preguntaba sobre nuestro amigo en común y le comentaba que en el fondo me recuerda aquella parábola evangélica del hijo pródigo. Teo es el hermano que se quedó en casa, cerca del padre y de la madre, viviendo el tufo de las cantinas, soportando la estulticia cotidiana, viendo crecer a las muchachas que se largan con otros, suicidándose lentamente. Es el hermano que se quedó en casa y escribe con todos sus odios y todos sus amores, y da cuenta de lo que pasa en esta ciudad, siempre cambiante, a orillitas del gran río Grijalva cuyas aguas dicen son afrodisiacas manquesea por contagio milenario. Hay dos cosas de las que estoy seguro como de la ausencia de esa luna que ya no está: 1) No sé quién es el hermano que se fue, y 2) esta ciudad, como toda buena mujer, lo abandonó hace mucho. Lo abandonó cuando él ya no pudo mirarla, vivirla ni satisfacerla en sus rincones, aunque la sentía más suya desde su “abierta oscuridad”. Y es normal, es una mujer-ciudad que sigue su vida. Es de otros, es una ciudad de muchísimas personas, pero nadie le cantará como Teo.

Y cuando se habla de ciudad, por supuesto, el autor de ese ensayo se refiere a Villahermosa, la antigua San Juan Bautista. Pues bien, desde ese primerísimo libro, Teo ya pinta lo que sería uno de sus temas favoritos, Villahermosa. Luego vendría el libro de crónicas Villahermosa, peligro para caminantes, después Villahermosinos en el que hace una serie de semblanzas-viñetas de las que se conocen algunos adelantos publicados en periódicos, y por último, la serie de libros-homenaje a personajes villahermosinos de la cultura como Fernando Nieto Cadena, Rogelio Urrusti y ahora doña Gaba. De acuerdo con lo que ha dicho él mismo, forman parte de un proyecto para alcanzar su doctorado. Los más mal pensados dicen que el Teo se asegura de que tendrá un lugar en los meandros de la historia de la cultura tabasqueña. Quién sabe. Teo es un poeta y ya tiene un lugar dentro de la literatura incluso nacional: ahí están sus libros. Yo lo que creo es que Teo busca ser amado tal cual ha sido, con sus sombras y luces, con sus afectos y encontronazos. Por eso me dio gusto verlo ayer, sabiendo que pese a los pesares, comprobé que “Queremos mucho al Teo”. Hace poco un joven me preguntaba sobre el Teo, yo le contesté que en el fondo el poeta me recuerda aquella parábola bíblica del hijo pródigo. Teo no era el hermano que se había quedado en casa, cerca del padre y de la madre, viviendo el tufo de las cantinas, soportando la estulticia cotidiana, viendo crecer a las muchachas que se largan con otros. Es el hermano que se quedó en Villahermosa y escribe con todos sus odios y con todos sus amores, y da cuenta de lo que pasa en esta ciudad, siempre cambiante, a orillitas del gran río Grijalva que dicen es afrodisiaco manquesea por contagio milenario. Hay dos cosas que sé y estoy seguro: No sé quién es el hermano que se fue, y dos, esta ciudad, como toda buena mujer, lo abandonó hace mucho. Lo abandonó cuando él ya no pudo mirarla, vivirla ni satisfacerla. Y es normal, es una mujer-ciudad que sigue su vida. Es de otros.

Teo en cuatro tiempos: enemigo de las complacencias. Foto de Alejandro Breck.