Así, en la última década, el quehacer en favor de nuestra vida cultural, su orientación a partir de una definida política cultural, se han abierto paso a una etapa de búsquedas y de nuevas experiencias y, al igual que otras facetas fundamentales de la vida nacional, de una intensa renovación.

Eje de estas nuevas experiencias lo ha sido el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, concebido precisamente como el punto de convergencia y articulación que reclamaban los notablemente diversos esfuerzos que el país había llegado a desplegar en el prácticamente inabarcable e inagotable ámbito de la cultura.

Creado a fines de 1988, en sus primeros años de labor este organismo se consagró a establecer los principios y las bases de esa amplia etapa de renovación de los conceptos, formas y medios de impulsar el desarrollo cultural en nuestro país. A partir de 1995, iniciaría la consolidación y la profundización de estos cambios y propuestas.

Cómo y en qué medida se cumplieron estos objetivos, es lo que intentan mostrar las siguientes páginas, síntesis de los proyectos, las actividades y los hechos que marcaron la vida del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de 1995 al año 2000. El ánimo de esta publicación es poner en manos de todos los interesados en el quehacer cultural de México, los creadores, los especialistas, los investigadores, los comunicadores y la sociedad en general, la información detallada sobre lo realizado por la Institución y todos los organismos y áreas que la forman.

Esta labor, en su conjunto, es la expresión concreta de una política cultural que tuvo el cometido central de traducir lo más fielmente posible la realidad actual a los principios, las formas, los métodos y las prácticas que hacen posible el trabajo cultural. En su análisis cuidadoso, en la revisión de sus modalidades y resultados, habrá de descubrirse una reformulación de la política cultural acorde con la creciente aparición de una nueva sociedad mexicana, preponderantemente urbana, con mayores niveles de educación, mejor informada y demandante de más espacios de expresión social para la diversidad étnica y cultural que ha caracterizado siempre a la nación. Es decir, de una sociedad mucho más abierta, mucho más crítica y participativa, signo inequívoco de un México contemporáneo intensamente plural.

El compromiso de hacer que la política cultural correspondiera plenamente a este México actual significó profundizar en su estricta pertenencia a la política social y a su responsabilidad de trabajar para todos los mexicanos,

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