Sin
embargo, cantidad y calidad son elementos limitados para valorar
la cultura. Observando el panorama internacional damos cuenta
de que no existen aún en el mundo indicadores eficaces
para ponderar el desarrollo cultural como los que recientemente
están aplicando algunos organismos internacionales
para evaluar el desarrollo humano. Por ello, es necesario
sopesar, adicionalmente los criterios cuantitativos y cualitativos
de la obra artística y cultural, los valores que se
pusieron en juego: fomento de la creatividad en todos los
niveles, apoyo al desarrollo del país, participación
democrática, solidaridad y cooperación nacional
e internacional, profesionalización del trabajo directivo,
fortalecimiento de la identidad, aprovechamiento de los recursos
humanos. Estamos convencidos de que este último nivel
de evaluación resulta el más importante. La
política cultural no tiene más fin que el de
mejorar la convivencia social,elevar la calidad de vida y
contribuir al desarrollo de la sociedad. Confiamos en que
a través de las acciones emprendidas hemos logrado
avanzar en esta dirección.
Una
reflexión particularmente importante es la de valorar
si el trabajo del sector cultural ha corrido paralelo al sentido
de los cambios emprendidos por la sociedad mexicana en los
últimos años. Durante este periodo, numerosos
individuos, grupos e instituciones a todo lo largo del país
han realizado importantes esfuerzos para acercar la nación
a un modelo de democracia moderna sin renunciar a las particularidades
históricas y culturales que la han acompañado
por décadas. La cultura, como el espacio privilegiado
de realización de los anhelos individuales y colectivos
más positivos, ha tratado de constituirse en un factor
fundamental. Estamos convencidos de que sin un sector cultural
dinámico y participativo, es decir, sin los instrumentos
para que los más amplios grupos sociales canalicen
su creatividad y deseo de conocer y apreciar el arte nacional
e internacional, estaríamos lejos de una sociedad plenamente
democrática y libre. Esta certeza acompañó
el trabajo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
a lo largo de todo este periodo a través de acciones
que favorecieran la participación y la descentralización
culturales. No está de más recordar que desde
la formulación del programa 1995-2000 quedó
establecido el criterio de que no sólo el desarrollo
cultural se ve favorecido por un régimen de equidad
y libertades. Cabe afirmar que este régimen, a su vez,
se consolida cuando existe un vigoroso desarrollo cultural.
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